23 No soy como tú

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—Tu hermano tenía razón.

Jared levantó la vista y se enfocó en su hijo.

—¿A qué te refieres?

—Tal vez te defraudó, pero yo nunca habría sobrevivido a esa vida.

—Yo te habría cuidado.

—¿En serio? Por cómo los pintas, solamente siendo Dios me habrías librado de la furia de tu abuelo y de tu padre. En cambio, aquí he sido muy feliz.

—Donovan —Jared miró alrededor y negó—, este no es un lugar para ti.

—¿Por qué? ¿Por qué debería haberme convertido en un asesino millonario? Jared, me da impresión incluso cuando papá mata a alguna gallina para hacer sopa. ¿Te imaginas mi vida como mercenario?

—No, yo te hubiera alejado de eso.

—¿De verdad tienes elección en esta vida que llevas?

El joven que estaba frente a él no era un adolescente cualquiera, era un ser íntegro, inteligente, maravilloso. Jared se llenó de orgullo pese a que el muchacho estaba a punto de destruirle el alma una vez más.

—Mis padres me aman, mi hermano también. Ellos siempre estuvieron conmigo. Sé que se equivocaron al ocultarme esto, pero son seres humanos. Me dieron libertad, Jared. Nunca quise vivir en una gran ciudad ni tener autos importados. Pocas veces salgo, excepto para ir a la escuela.

—Mírate, Donovan. —Jared le sujetó la mano de nuevo—. Tienes el rostro lastimado por el sol.

—Esta es mi tierra. Amo los viñedos y también el sol, aunque a veces nos haga sufrir un poco. —Se rio cuando lo dijo—. Me gusta mirar el horizonte y ver cómo mi plantación se funde con el sol que cae, el sonido de los insectos en la noche cuando las temperaturas bajan, las estrellas... ¿Alguna vez viste las estrellas? ¿Alguna vez quisiste contarlas? Mi abuelo paterno me llevaba a la montaña de noche, a esa que está allí, justo frente a nosotros. Acampábamos y disfrutábamos de una fogata. Corríamos en la noche descalzos entre las dunas. ¿Hiciste eso, Jared? Esta es la vida a la que Ian me condenó, y nunca podré agradecerle lo suficiente.

—Donnie —Jared jamás había rogado, pero estaba a punto de hacerlo—, déjame mostrarte lo que puedes tener y ser a mi lado.

—Lo hiciste hoy cuando le mutilaste la mano a Holden.

—Lo hice por ustedes.

—Y de corazón te lo agradezco, pero tu mundo es guerra, y yo prefiero la paz. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo?

Jared se puso de pie. Sus manos en puño fueron sobre la mesa.

—He recorrido miles de kilómetros para encontrarte —dijo rotundo—. Soy tu padre, y vendrás conmigo.

—Si me obligas, no es amor. No puedes obligar a la gente que te ame. No funciona así.

La maldita frase de Azali estaba en los labios de su hijo, quien estaba al borde de las lágrimas de nuevo.

—Si me das una oportunidad...

—No voy a dejar el lugar donde vivo por una fantasía o por una pesadilla. Soy Donovan Graham, hijo de North y Greta. Vivo en Victoria, en medio de viñedos y montañas.

—Dios, esto es imposible. —Jared se desparramó el cabello.

Donovan se limpió las lágrimas.

—Gracias por venir hasta aquí y contarme la verdad. De verdad jamás te olvidaré, pero elijo quedarme.

Jared salió del lugar y se paró frente a los viñedos. Vio el sol, que se ocultaba, y la belleza de esa tierra. Donovan le había relatado el atardecer y cómo este caía, y con un beso le daba lugar a la noche para que emergiera.

«Hice lo que tenía que hacer para protegerlo».

Ian había actuado de manera correcta. Jared, sin importar las buenas intenciones, jamás podría haberle ofrecido lo que el muchacho tenía en ese lugar recóndito. En esa tierra que, a simple vista, parecía un sitio abandonado por Dios. Sin embargo, cuando el lugar se miraba con los ojos del alma, el suelo polvoriento ya no molestaba y la soledad se convertía en una compañía noble.

Jared se sintió impotente. Había perdido por segunda vez a su hijo, y esta vez era para siempre. El rechazo no era algo que a los Callums les agradara porque no estaban acostumbrados a él.

«Mamá y papá me aman. Me dieron opciones. Soy libre, Jared».

Para alguien que toda la vida estuvo en una jaula de oro era incomprensible. Jared pensó que había hecho lo que se le antojaba. Mató a muchos, aceptó los mejores trabajos y se acostó con tantos hombres y mujeres que había perdido la cuenta. No obstante, si ahora lo analizaba, ese era el camino trazado por su familia. Nunca se salió de él, y la sensación de estar en una prisión siempre lo acompañó. Fue solo un tonto viviendo de una ilusión, y Donovan lo tenía muy claro a pesar de que solo era un adolescente.

El viento fresco de la noche que llegaba lo hizo temblar. Las luces de la camioneta hicieron su aparición. El viaje había terminado. Se giró hacia la casa. Donovan estaba en la puerta y se acercó a él.

—No me molesta si quieres venir algún día, ¿sabes?

Jared lo llevó hacia él y lo abrazó como siempre soñó cuando encontrara a su hijo, cuando este le dijera que lo amaba y que lo había estado esperando toda su vida. El último vestigio de humanidad que quedaba en su cuerpo se desvanecía en ese gesto.

Donovan se tensó al principio, pero luego le respondió el gesto. También lo rodeó con sus brazos. Jared olía bien, como un hombre sofisticado. Cerró los ojos y se quedó en ese contacto lleno de amor y ternura. Jared lo soltó cuando la camioneta se detuvo cerca de él y le dio un beso en la frente. Donovan lloraba. El día había resultado una locura. Sus emociones estaban a mil.

—Adiós, hijo.

—Cuídate, Jared.

El hombre dio pasos hacia atrás y se giró rumbo al vehículo. Subió al asiento trasero, al lado de Azali, y levantó la mano para saludar. Donnie también lo hizo. Dominic puso el primer cambio y aceleró. La camioneta comenzó a alejarse de la propiedad. Los hombres guardaron silencio, pues sabían que Jared no tenía ganas de hablar.

«No soy como tú».

Jared entendió que su hijo tenía razón.

Donovan nunca sería como él, y en su corazón estuvo feliz por eso. 

JARED - T.C  Libro 3 - Romance gay +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora