34 Justicia

2K 327 87
                                    

El sol le quemaba la cara. Timothy Jackson sintió el sol abrasador, el cual golpeaba su cuerpo. Abrió los ojos, y el gran astro celestial lo cegó. Se cubrió el rostro mientras sus ojos se acostumbraban a la extrema claridad.

—Hola, bello durmiente.

Esa voz...

Jackson tragó saliva mientras se enfocaba en las tres figuras que estaban a un par de metros de él. El bastardo que lo había secuestrado estaba en cuclillas y jugaba con un arma.

—Vendrán por mí, imbéciles, ¿no se dan cuenta?

—No saben a dónde te trajimos. Buscarán a empleados de una empresa de limpieza que robaron dos deportivos en la calle. De verdad lamento romper tus ilusiones.

—Las cámaras...

—Claro, las cámaras —se burló—. Se terminó, Tim, pero te traje un regalo. —Jared estiró la mano y Dominic le entregó el frasco con la muestra de petróleo.

—¿Qué haces con eso?

—Escucha, te diré un secreto —dijo con simpatía—. Soy fanático de James Bond. ¿Has visto las últimas con Daniel Craig? Creo que sin duda es lo mejor que pudo haberle sucedido a la franquicia.

—No —respondió con los nervios de punta. Su mente intentaba encontrar lógica en la línea de pensamiento de su secuestrador.

—Pues hay una escena en una de ellas, que es la justicia más poética que he visto en mi vida. —Jared se acercó y se agachó a su lado.

El hombre asustado buscó alejarse. El inglés dejó a su lado el frasco con la muestra y luego se puso de pie. Azali y Dominic le apuntaban. Jackson se cubrió la cara una vez más. Sabía que era su final.

—Esto no tiene por qué terminar así.

—De hecho, sí. Decidiste tu final en el momento en que le quitaste la vida a Greta y a North Graham. En el segundo en que decidiste sobre la vida de los demás perdiste el derecho sobre la tuya.

—Por favor. —Se arrodilló.

Dom frunció el ceño.

¿Acaso no tenía un poco de dignidad? ¿Qué había ocurrido con el ser humano despreciable que se consideraba dueño del mundo?

—No me disparen.

—No lo haremos. —Tim los observó confundido. ¿Acaso no iban a matarlo?—. ¿Lo ves? ¡Debiste ver esa película, amigo! Ahora deberemos contártela.

—Estás a doscientos cincuenta kilómetros de la carretera —explicó Dominic mientras Jared ahora se ubicaba a su derecha—. No hay un alma aquí, y tienes una temperatura de, no sé, ¿sesenta grados? No tienes agua ni alimento y, lo peor, no tienes la más mínima idea dónde puta estás.

—No —el hombre se puso de pie y quiso avanzar. El gatillo del arma de Azali y un disparo a unos centímetros de su pie lo obligaron a quedarse estático—, no pueden dejarme aquí.

—En algunas horas la deshidratación hará estragos y beberás de cualquier líquido, el que tengas a la mano. —Dom le señaló el frasco—. ¡Qué bueno que adores el petróleo, Jackson!

—Por favor —rogó una vez más cuando Dominic y Azali caminaban a los deportivos—, les daré lo que quieran.

—Tu vida, Jackson —contestó Jared—. Es lo único que le prometí a mi hijo. Y no creas que es venganza, es solo justicia, la cual nunca tendrías en un tribunal. Muere como lo que eres, una víbora.

Cuando el hombre corrió hacia ellos, Jared lo sujetó de la camisa y le dio un empujón. Cayó de culo, pero eso no lo detuvo. Se puso de pie una vez más y corrió hacia el inglés. Este se giró y le propinó un puñetazo en el estómago que lo dejó sin aire.

—Nos vemos en el infierno. Diviértete.

No había salida de allí. Tim persiguió a los autos, que levantaron una estela de polvo, tanto como sus fuerzas se lo permitieron, hasta que pisó una roca y cayó al piso. Vio la única salvación, la cual se escapaba. Sus ojos fueron a la enorme planicie. Amargas lágrimas corrieron por sus mejillas. Estaba perdido...

Jared lo observó una última vez por el espejo retrovisor mientras estaba de rodillas en la tierra.

—¿Ian está con los chicos?

—Sí —respondió Azali, que conducía—. Están en el aeropuerto con el equipaje. Nos vamos.

—¿Me crees un hijo de puta por lo que acabo de hacer?

—Solo un bastardo puede lidiar con otro.

Jared se afirmó en el respaldo. El calor del desierto estaba a punto de freír los pocos pensamientos que le quedaban.

—En tres horas estaremos volando hacia Sudáfrica.

Una sonrisa ladeada se dibujó en el rostro de Azali.

—Quién lo diría, ¿no?

El inglés apretó la mano que el teniente tenía sobre la palanca de cambios.

—Sí, quién lo diría.

****

—Gracias a Dios.

Ian estaba en el hangar. Entretanto, el copiloto contratado por Jared ya estaba en el avión. Donovan y Víctor saltaron de felicidad cuando los vieron llegar.

—Lamento la tardanza. —Donnie abrazó a su padre, así que Jared le dio un beso en la frente. En cambio, Azali sostuvo a Víctor—. Vamos.

—¿Qué tal las noticias? —preguntó Dominic a Ian, y este levantó las manos.

—Un giro inesperado de los acontecimientos.

—¿Qué ocurrió?

—Un asesinato perpetrado por Jackson hace un año salió a la luz —explicó—. Ahora todos piensan que el secuestro fue algo planeado por él mismo para su desaparición.

—Carajo, me encantan los finales felices. —Jared le golpeó la espalda a su hermano.

Subieron rápido al avión y se acomodaron en sus lugares.

—¿Qué tal las cosas, Gio? ¿Muchas australianas guapas?

El copiloto le dio una mirada asesina.

—Soy Fiodor

—Es un nombre horrible. Gio es mucho mejor. Ya te vas a acostumbrar.

El copiloto puso los ojos en blanco. Si no fuera por el dinero que Jared le pagaba, sin duda lo mandaría a la mierda.

Verificaron los sistemas de navegación y el combustible. Todo estaba en perfecto estado. Jared se humedeció los labios y encendió el potente motor de su avión. Donovan se colocó el cinturón de seguridad al lado de su hermano.

—¿Jared tiene un avión?

—Es grandioso, ¿no?

—¡Sí! —dijo el chico, y su hermano lo abrazó.

Si era sincero, no le dolía irse con su padre, le dolía dejar Australia.

Las ruedas del avión se deslizaron con velocidad sobre el pavimento. Víctor se sujetó a su hermano, aterrorizado. Ninguno de los dos había subido a un avión jamás. Sin embargo, las emociones confusas que le apretaban el corazón a Donnie impedían que el miedo entrara en el juego.

«Uno siempre debe buscar ser feliz, Donovan. En el lugar que sea, como sea, con quien podamos. De eso se trata la vida. Ese es su gran secreto».

Las lágrimas resbalaron por sus mejillas cuando el avión levantó vuelo. El lugar donde se había criado quedaba atrás. Recuerdos, miles de ellos, lo perseguirían toda la vida. Y esperó que la justicia esta vez se inclinara a su favor.


JARED - T.C  Libro 3 - Romance gay +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora