35 Eterno

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El mundo dio vueltas cuando Azali tocó tierra en Sudáfrica. Su respiración se aceleró. Se sostuvo del hombro de Ian, cuyos ojos azules le mostraron la verdad. Estaba en casa. Ahora debía hallar la manera de sobrevivir.

—Aza, ¿estás bien? —Víctor sujetó su enorme mano entre las suyas. La tez blanquecina en un contraste con la piel oscura.

—¡Necesita un médico! —Los gritos de Jared le daban fuerzas, aunque él no lo supiera.

El teniente intentó controlar los temblores sin perderse en la oscuridad como le sucedía cada vez más a menudo.

Azali terminó en el hospital. Las horas que había pasado en el avión fueron más de lo que su cuerpo podía soportar después de la travesía que habían realizado por Australia. Jared gritaba. Quería verlo, estar con él, ayudarlo, algo que le diera un alivio. Algo que le permitiera dejar de sentirse inútil. Las horas pasaron y nadie sabía informarles qué estaba sucediendo.

Débora, la exesposa de Azali, llegó a la clínica junto a sus hijos. Jared estaba sentado en el pasillo, destruido. Ambos se observaron. La mujer se agachó para hablarle cerca del oído.

—Así que sobrevivió.

—Tú lo sabías. —Jared ni siquiera se molestaba en limpiarse las lágrimas que cubrían su rostro.

—Uno de los primeros ataques, como él lo llamaba, ocurrió en casa. Estaba al tanto de todo.

—Maldito.

—No te atrevas a insultarlo —dijo enojada—, no tú.

—¿Por qué carajo no me dijiste?

—No me correspondía a mí hablar sobre ello. Azali era tenaz, terco. Estaba empecinado con este viaje tuyo.

—¿Y de qué me vale que haya estado conmigo si ahora voy a perderlo?

Donnie, su hermano, Ian y Dominic estaban en la puerta de la clínica. Dominic llamó a su esposo y le contó lo sucedido. Quince minutos después, Cameron y Orel, la pareja de Ian, se acercaron hasta allí. Débora se cruzó de brazos. Estaba lista para decir todo lo que su alma guardaba.

—Es un tumor cerebral —explicó—. Está ubicado en un lugar en donde la cirugía es casi imposible. Y esto que estamos viviendo es solo el principio.

—No puede dejarme.

—Tú lo has abandonado muchas veces. Lo has minimizado.

—¿Aza te dijo eso?

—Su rostro lleno de esperanza cada vez que lo llamabas, su profunda tristeza cuando te alejabas, eso me bastaba. Conozco a mi marido como la palma de mi mano. Eso es algo que tú jamás te tomaste el trabajo de hacer.

—Yo lo amo —espetó con rabia y angustia.

—No como él se merece, porque, que te quede claro, el que has tenido en tus brazos es un hombre extraordinario.

Débora, en todos los años que estuvo con Azali, jamás esperó verlo con otra persona, amar con un deseo ferviente como lo hacía a este idiota con traje de diseñador y sonrisa brillante, a este imbécil que ahora lloraba frente a un cruel desenlace. La mujer lo agarró de la camisa y le habló con firmeza.

—Azali va a morir.

—Cierra la boca.

—Es la verdad, la única que puedo darte. El médico le dio seis meses de vida como mucho.

—No —Débora le sujetó el rostro para que se enfocara en ella—, no voy a perder al hombre de mi vida. No voy a resignarme.

—Resígnate. Ámalo con todas tus fuerzas, pero acepta que se irá. —Le golpeó el pecho como si quisiera dejar su marca.

JARED - T.C  Libro 3 - Romance gay +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora