Epílogo

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Seis meses después...

La casa se siente vacía sin mis hijos hoy. Sé que van a divertirse con sus tíos, pero me he acostumbrado tanto a ellos, a su presencia, que me pregunto qué haría si no estuvieran en mi vida.

«Mi vida».

Ya ni siquiera la concibo sin mi familia cerca. El hombre inquebrantable que solo vivía para matar es un ser que apenas reconozco. Le tengo algo de cariño y a veces me da pena lo que sufrió, pero por lo demás está en un rincón guardado, un lugar al que no tengo deseos de volver, y espero nunca tener que hacerlo. Mi corazón ha encontrado el rumbo y de pronto todas aquellas conversaciones en donde mi primo Dominic me decía que encontraría a alguien por quien renacer resuenan en mi mente, en mi cabeza cansada, llena de miedo y de incertidumbre a veces.

Estoy cansado de pasar semanas con tu lado de la cama vacío, teniente. Te juro que hay días en los que no me levantaría de la cama. Días en los que la tristeza se torna inagotable. Me siento en la cama y miro hacia el mar. Ruge tan cerca de mí que siento que podría tocarlo, acariciarlo, besarlo. ¿Te pondrías celoso, teniente? ¿Sentirías que te dejo de lado si tan solo coqueteara con él?

Han sido meses tan difíciles, semanas en las que mi cordura me jugaba una mala pasada y te veía entrar a la habitación y arroparme después de hacer el amor conmigo. Días en que tu ausencia aquí no me dejaba nada.

Siento el agua correr en el baño e imagino las gotas cristalinas que se deslizan sobre tu cuerpo.

Ya no es un sueño, hoy estás aquí...

Jared tocó el anillo en su dedo anular y miró el smoking negro y la camisa blanca estirados en las sábanas de raso. Hoy era un gran día. Azali no solo había abandonado la clínica, sino que ese día celebraban su boda. Seis meses pasaron entre luchas, sinsabores, llantos, dudas, dolores y esperanza. Esa que nunca se fue incluso cuando parecía demostrar que Azali lo abandonaría. Nunca lo hizo. Tal vez el teniente tenía el mismo problema de los Callums; no sabía cómo rendirse. No estaba en su diccionario, en su lengua, y tampoco en su naturaleza. La pantera rugía, peleaba como la guerrera que era, pero jamás daba un paso atrás.

«Las células cancerígenas se han retirado en más del 50 %. Felicitaciones, Azali. Es hora de volver a casa».

Jamás había sentido tanta felicidad como cuando el doctor Blake anunció la salida de la clínica de su amor. Le agradeció, y este le dijo que solo hacía lo que estaba a su alcance. Jared lo abrazó. Damián le respondió el abrazo, no como un médico, sino como un amigo.

—Hey, ¿no te han dicho que es mala suerte ver al novio antes de la boda?

Jared se giró hacia el hombre que recién salía del baño. Había bajado cerca de unos quince kilos y perdido todo el vello corporal y las cejas debido a la quimioterapia. Aun así, para Jared lucía hermoso.

—¿Cuenta si los dos comparten la misma recámara diminuta?

—Eso solo será por unos días.

—Por supuesto que sí, teniente.

Jared había comprado una propiedad en Ciudad de Cabo, una mansión tan grande como la que tenía en Londres, donde su esposo y sus hijos vivirían cómodos.

—¿Donnie y Vic?

—Con Dominic. Están eufóricos. Recién hablé con ellos.

—Leoni y Sari también asistirán. Débora irá.

—¿La convenciste?

—No fue necesario, ella me lo pidió. Dijo que quiere ver el «renacimiento de la pantera».

JARED - T.C  Libro 3 - Romance gay +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora