27 Advertencia

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—Sé que piensan que estoy loco, yo también lo pensaría, es más, me burlaría hasta el cansancio.

Jared explicaba. Más o menos intentaba contar los motivos por los cuales había sacado a Azali, a su hermano y a su primo de la comodidad de sus recámaras solo porque su hijo lo llamaba en medio de una pesadilla.

—Se sintió muy real, de verdad.

—No te estamos juzgando —dijo Ian, quien conducía y llevaba a su hermano al lado.

Jared lo miró ceñudo.

—Yo me habría reído de ti, y mucho.

—Lo sé, porque tú eres un imbécil —replicó con un deje de resignación—. Por fortuna para ti, nosotros no somos como tú.

Ian se acomodó en el asiento y presionó el acelerador de la camioneta. Necesitaban llegar lo antes posible, y Jared no le quitaba la vista de encima.

—Gracias.

—¿Y eso por qué?

—Por no ser como yo, por pensar más allá del egoísmo. Gracias por salvar a mi hijo.

—De verdad me habría gustado ser más valiente, Jared.

—Te ordenaron asesinarlo, y no lo hiciste. Eso es una muestra de rebeldía muy grande en el clan. Podrían haberte asesinado si te descubrían. Si eso para ti es no tener pelotas, pues...

—¿Entonces me perdonas de verdad?

—Es que ese fue el problema desde el principio, Ian. Nunca hubo nada que perdonar.

Dominic y Azali se miraron y sonrieron mientras escuchaban la conversación profunda entre Jared e Ian. Al fin las cosas se acomodaban después de años de dolor.

Estaban a cuatro horas de viaje. Ian manejaba la camioneta a ciento ochenta kilómetros por hora. Entretanto, los paisajes pasaban con velocidad y lucían una amalgama de tonos oscuros. Apenas se vislumbraban con la luna.

—Tranquilo —dijo Dom a su hermano—, llegaremos al amanecer y verás que todo está bien.

Jared asintió, pero su corazón le decía otra cosa. En todos estos años jamás había tenido un mal presentimiento como ahora. Las horas de pronto se transformaron en siglos. El desierto imponente y sus montañas se tornaban una vez más protagonistas. El sitio desplegaba su belleza. Jared pensó cuán afectado estaba por el dolor para no aceptar que el lugar era bello.

Un par de patrulleros venían de regreso y pasaron por el carril a su lado. En el tiempo en que llevaban ahí nunca habían visto alguno. Ian y Jared se observaron. El humo en la lejanía los alertó de que algo malo había ocurrido. La propiedad ya no existía.

—Dios mío —susurró Dominic al ser testigo de la destrucción total.

Ingresaron por el sendero polvoriento, pero una franja amarilla y varios policías les impidieron el paso. Los hombres bajaron de la camioneta y se acercaron.

—Fueron los tipos con los que nos enfrentamos, estoy seguro —comentó Azali mientras caminaba a paso rápido hacia la casa.

Un par de policías les bloquearon el paso.

—No pueden ingresar —dijo el más viejo, mientras que el jovencito se mantuvo en silencio y se alejó.

—¿Qué ha sucedido?

—Un incendio. Hay dos adultos fallecidos.

—¿Y los chicos?

—¿Disculpe?

—Aquí vivían también dos chicos, un adolescente, que es mi hijo, y uno más pequeño. ¿Dónde están, maldita sea?

—Cálmate. —Azali buscó sujetarlo, pero Jared se fue encima del policía.

—El mayor es mi hijo. Exijo saber dónde está.

—Le repito, solo hemos encontrado un hombre y una mujer adultos, ambos carbonizados. Las causas del incendio están en investigación.

—Fue Jackson.

—¿Cómo?

—El petróleo —replicó Dominic al policía, quien fingía asombro—. Ayer sus perros falderos aparecieron aquí para acosar a esta gente. Quieren la propiedad.

—Lo lamento, pero lo que están diciendo es imposible. El señor Jackson es intachable y tiene el cariño de la comunidad.

Dom le dio una sonrisa irónica.

—Por supuesto, todo un buen samaritano. Dime, amigo, ¿cuánto te paga para que defiendas su mierda?

—Escuche —agregó el policía y levantó el dedo a modo de acusación—, si sigue hablando así, no tendré más opción que detenerlos.

—Hazlo. —Dominic avanzó. Le sacaba una cabeza de altura—. Haznos ese favor para que los hunda.

Dominic no tenía idea qué gesto tenía, pero por el terror en la cara del policía su rostro se debió haber asemejado a un desquiciado.

—Dom, vámonos de aquí. —Jared le golpeó la espalda. Ian y Azali los siguieron rumbo a la camioneta—. Ruega que los chicos están a salvo, de lo contrario van a conocer a verdaderos hijos de puta.

—¿En serio? —El policía esta vez dejó entrever una sonrisa burlona—. ¿Por qué no nos golpean ahora?

—¡Dom! —le gritó Jared para que se diera prisa.

El abogado contuvo las enormes ganas de borrar a ese idiota del planeta. Caminó hacia la camioneta y salieron a toda velocidad, lanzando toda la tierra suelta sobre los policías.

—Jackson los debe tener —dijo Dom mientras Jared conducía a toda velocidad.

—No, se ocultaron en el desierto.

—¿Cómo sabes?

—Porque mi hijo conoce el lugar como la palma de la mano.

—Bien —dijo Azali, quien escuchaba atento—. ¿Qué quieres que hagamos?

—Saben bien que mis planes no son los mejores, así que estoy dispuesto a escucharlos a ustedes.

—Cuánta humildad —habló Azali.

—Tampoco te acostumbres.

Los hombres rieron en la camioneta.

Tenían una oportunidad. Los chicos estaban vivos, ninguno dudaba de ello.

—Es nuestra culpa —dijo Dom—. Debimos terminarlos ayer.

—Las decisiones que tomamos no vamos a cambiarlas, hombre. Ahora ayúdenme a encontrar a mi hijo. ¿Creen que los siguieron?

—Bueno, son los únicos testigos del asesinato, Jared. Dudo que Jackson deje cabos sueltos.

—Maldición. —Jared golpeó el volante—. Vamos a adentrarnos en la montaña.

Luego miró a Azali por el retrovisor. Una cosa era ser un asesino en terreno cómodo, calles pavimentadas, islas paradisiacas, entornos controlados. Esto era nuevo. El único que tenía la experiencia suficiente era el hombre con quien se acostaba. Había una diferencia entre ser un asesino a sangre fría y ser un verdadero cazador. Azali era las dos cosas.

—Muy bien, teniente, hoy nos vas a mostrar todo lo que sabes.  

JARED - T.C  Libro 3 - Romance gay +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora