ᚲᚨᛈᛁᛏᚢᛚᛟ-10

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Al salir del reino entre reinos llegaron a un lugar muy húmedo, unos humedales.
—¡wow! ¿Sientes eso?
—¿qué cosa, muchacho?—preguntó Mimir.
—¡Hace calor! Bien, podemos ir por estos canales, vamos.

Ya iban sobre el bote—no puedo creer que mamá haya liderado toda una rebelión aquí ¡contra Odín! Y nunca haya hablado de eso…—comentó Atreus mientras miraba el paisaje rocoso y los picos raros hechos de alguna piedra extraña, el agua era humeante y cálida pero no hervía.
—el hecho de que no saliera bien podría ser la razón—respondió Mimir con rapidez.
—lo que hacía tu madre antes de conocernos era asunto suyo—dijo Kratos mirando el agua, ese acuerdo no escrito entre ambos donde no meterían las narices en lo asuntos del otro a menos que quisieran, eso fue de gran ayuda para ambos y esos secretos nunca entorpecieron el matrimonio.

—¿nunca le preguntaste? Si no hablabas de ello con mamá ¿cómo se conocieron? ¿Qué dijiste? "mujer, vigila la casa yo iré a pescar al río"—dijo Atreus claramente en un pésimo intento de imitar a su padre—¿y luego te fuiste por cinco días?
—no, tu madre era mucho mejor en la pesca que yo, pensé que sabías eso.
—vaya…

Pasando por los humedales y haciendo funcionar alguna que otra rueda hidráulica, salieron a dar a la ciudad capital : Niðavellir. Había curiosos cerca del agua, enanos simplemente pasando el día pero cuando vieron la pequeña embarcación se pusieron nerviosos—Atreus, mira—llamó Kratos a su hijo y este se giró.
—esto es una ciudad…
—Bienvenidos a Níðavellir, hermanos.

—¡enanos!—comentó Atreus con bastante alegría hasta que ellos al verlos se empezaron a esconder rápidamente—se esconden—mientras más avanzaban por el agua al primer puerto se escuchó un ruido estruendoso…Kratos miraba rápidamente a sus lados.
—una alarma.
—solo daría una alarma así si tuviera un cuerpo y siento que me desprenden de él—dijo Mimir.
—¿por qué nosotros?
—tienen miedo—sentenció Kratos y llegaron al puerto donde los últimos enanos que quedaban se encerraron en sus casas.

Atreus corrió a la primera casa que encontró y tocó la puerta—discúlpenos ¿podemos…?
—no queremos problemas, por favor—dijo una enana mientras Atreus se cruzó de brazos.
—no será de ayuda, hermanito, tendremos que encontrar solos la taberna que mencionó Sindri.

Iban subiendo a la plaza principal donde había una estatua de piedra—¿es Odín? Deben adorarlo por aquí.
—o temerle—corrigió Kratos a su hijo.

Explorando el pueblo gracias a nuevos trucos que Sindri les había dado como flechas sonoras, pudieron abrirse camino hasta un edificio que definitivamente no era una casa—deberían dejar que hable yo—mencionó el joven mientras llegaban a la puerta.
—¿por qué tú?—preguntó Kratos extrañado.
—pues, queremos hablarle, no intimidar. Eres alto como un árbol y llevas una cabeza en la cintura—Mimir aclaró su garganta.
—Bien, en algo tiene razón.

Kratos abrió la puerta, una taberna y claro, todo era más pequeño…un sonido de instrumento musical les dio la bienvenida y miraron todo vacío—cuidado. Hay forasteros por la ciudad.
—sí…ah…somos nosotros—comentó Atreus.
—Claro, bueno. Si van a matarme mínimo déjenme terminar esta canción, estaba en la nota cuando la alarma fue tocada.
—Buscamos a Durlin—sentenció Kratos.
—¿quién exactamente?

—unos amigos—cuando Atreus dijo eso el cantinero dejó de tocar en el acto.
—bueno, sabemos que no es cierto. Durlin no tiene amigos, pero si lo quieren lo pueden encontrar a las afueras de la ciudad en la oficina de seguridad. Ræb a su servicio.
—ah, gracias, Ræb, lo buscamos allá, te dejamos tocar en paz—se despidió Atreus y saliendo debían seguir buscando. En bote salieron de Níðavellir y se dirigieron a la oficina pero al casi entrar no parecía tanto—"de seguridad".
—sip, aunque ese letrero a un golpe en la cabeza diga lo contrario—dijo Mimir y Kratos que no se veía paciente entró sin más.

Ragnarök: El Ocaso de los dioses. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora