Capítulo 14

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Dos horas más tarde estamos saliendo de la ciudad. Es una hermosa y fría noche de luna llena.

—Amely. ¿Dónde vamos?.

—Es una sorpresa, ya te dije.

—Ya..

—¿A qué hora te acostaste anoche?— interroga.

—Cerca de las cuatro creo.

—Mm no te escuche.

—Lo se, dormías profundamente.

—Estaba demasiado cansada. Pero ahora tenemos un mes para descansar.

—Si, por fin, podremos invernar.

Como dijo Amely está mañana, hoy fue el último día del cuatrimestre y tendremos un mes de vacaciones de invierno para descansar.

Tal vez media hora más tarde, llegamos al restaurante de un hotel a la orilla de la ruta, cerca de otra ciudad

Entramos y aunque no hay muchas personas nos sentamos en el lugar más apartado del resto, el camarero aparece con la carta, toma nuestras órdenes y un tiempo después regresa con nuestros platos.

—¿Qué te pareció la exposición hoy?— pregunta mientras cenamos.

—Me encanto, fue maravilloso. Vi cosas que me fascinaron.

—Hay grandes futuros artistas en la carrera.

—Si. Lo son, no creo que yo pueda ser así de buena.

—Lo serás. Así o mejor.

—Con vos como profe, seguro que si.

—Si, lo se— responde fingiendo aires de grandeza.

—Siempre tan modesta— le molesto y nos reímos.

—Ahora vengo— dice y se levanta para ir al baño y me quedo observándola hasta que la pierdo de vista. Su andar es casi hipnótico,parece no caminar, más parece un ángel que sobrevuela el suelo bajo sus pies.

Cuando regresa toma su lugar frente a mi, la miro a los ojos y le digo —Por tus ojos verdes, conjuro eficaz yo me salvaría.

Por tus ojos "marrones" yo me perdería—continua y yo sonrio. —¿Leíste a Nervo?—interroga.

—¿Te soy sincera? No tengo idea de quién es. Sólo leí ese poema.

—No me parece raro. Lo hubiese sido si lo hubieras leído, no es tan conocido, ni el favorito.

—Vos lo conoce.

—Porque soy filóloga y en mis tiempos se leía.

—¿En esos tiempos había libros?.

—Ja ja, que graciosa. ¿Leíste mi planta de naranja Lima?.

— Si y lloré a mares. ¿Vos lo leíste?.

— Si y también lloré a mares.

Nos quedamos hablando sobre los libros que leímos, por bastante tiempo.

—Te llevo más de diez años.

—No vas a empezar con eso. ¿Cierto?— la corto.

—¿Con qué cosa?.

—Con lo de la edad.

—Ah, no. Iba a contarte algo que me acorde.

—Perdón. ¿Que ibas a contarme?.

—Tenía una compañera en la Universidad que decía que sólo había que relacionarse con gente de tu edad, para tener temas de conversación— ríe.

—No... ¿en serio decía eso?— pregunto incrédula.

—Si, de verdad. En ese entonces me parecía estúpido y ahora más.

—Lo es, es bastante irracional.

—Nosotras somos la prueba de que eso es estúpido, porque aunque nos llevamos unos cuantos años, tenemos muchas cosas de las cuales hablar.

—Podríamos buscar a tu amiga y desmentir su teoría— bromeo.

— Si, podríamos hacerlo— ríe —Vamos afuera quiero mostrarte algo.

—¿Qué cosa?.

—Vamos y lo veras.

—Bueno, vamos— digo y nos levantamos para salir a la parte trasera del lugar. Hay un pequeño pasillo de arbustos que conducen a un enorme jardín de tulipanes de todos los colores. Al final del jardín se puede vislumbrar una gran fuente que posee luces y una escultura de dos cisnes.

—Es precioso— digo a medida que avanzamos.

—Si que lo es.

—¿Ya habías venido por aquí?.

—No. Lo vi por ahí, me gustó y pensé que a ti también te gustaría.

—Me encanta. Gracias por traerme a sitios bonitos— me aferro a su brazo.

—Venir a sitios bonitos sin ti se sentiría vacío y frío. Faltaría tu magia.

—Mm que cursi.

—Habló la que me recita poemas. Quiero preguntarte algo.

—¿Qué cosa?.

—¿Querés ser mi novia?.

— Si, si. Claro que quiero— le respondo feliz y me abraza, nos besamos y sobre ese suelo lleno de tulipanes y bajo aquella luna llena, en silencio nuestros ojos prometieron quererse todas las medianoches que nos quedarán por vivir.

La Canción De Medianoche Donde viven las historias. Descúbrelo ahora