2. Obsesión

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Era cierto que el número de habitantes de La Playa estaba creciendo considerablemente en los últimos días; por eso parecía una broma de mal gusto que Niragi, sin importar en dónde se encontrara, siempre la viese a ella. Se la encontraba cuando paseaba por los pasillos, cuando entraba al hall o cuando daba una vuelta por los alrededores del complejo. Su mirada siempre percibía, en primer lugar, a Akira, incluso en medio de una multitudinaria fiesta nocturna. Y en consecuencia, su malhumor había aumentado.

Cualquier persona decente se mantendría agradecido al reencontrarse con la persona que le había salvado la vida, pero él no. Para Niragi, esa chica era como una maldición. Akira había sido testigo de su debilidad, de cómo el miedo le había paralizado. En La Playa tenía una gran reputación que mantener y que ella lo hubiese visto en un estado tan deplorable conseguía hasta quitarle el sueño. No obstante, le aliviaba saber que nadie conocía esa parte tan patética de su historia por más días que pasasen desde la llegada de Akira. Parecía que había sido honesta al decirle que no pensaba compartir la circunstancias en las que se conocieron.

Una vez pudo dejar ese primer miedo de lado, su atención se centró en el hecho de que Akira hubiera decidido ignorarle por completo. Le molestaba la idea de que ella ni siquiera lo mirase, como si no fuera nadie, mientras que él no podía quitarle los ojos de encima. Puede que sonara tremendamente contradictorio dada la forma en que la había tratado al principio, pero nadie conocía a Niragi por ser una persona demasiado racional precisamente. El caso era que ahora tenía que verla todos los malditos días usando unos bikinis de escándalo y divirtiéndose con todo el mundo como si gozase de unas habilidades sociales excelentes. Le sacaba de quicio ver como algún idiota se atrevía a acercarse demasiado a ella mientras bailaba, pero le apaciguaba el hecho de que Akira siempre se volviese sola a su dormitorio.

Niragi jamás reconocería abiertamente la obsesión que le estaba causando esa chica, pero aunque estuviera controlándose lo mejor que podía, le fue imposible seguir haciéndolo la noche que la divisó hablando con Chishiya a una distancia que, a su forma de ver, era demasiado reducida. Se terminó su vaso de un solo trago, como si supusiera que el alcohol iba a darle algún tipo de fuerza extra, y avanzó hasta ellos sin apartarles la vista de encima ni por un segundo. Chishiya fue el primero de los dos en percatarse de su repentina cercanía, pero no pareció alertarse.

- Mira, este es Niragi. Uno de los paramilitares de los que te estaba... hablando.

Las palabras de Chishiya no le hicieron dudar. Además, tenía una idea bastante clara de qué podría haber estado diciéndole de él y del resto de su grupo. Los Militares no tenían buena fama en La Playa y probablemente Chishiya no les habría halagado ni lo más mínimo, pero no le importaba en absoluto.

- En realidad, Akira y yo ya nos conocíamos. – comentó Niragi con indiferencia, como si el hecho de que se hubiera detenido frente a ellos fuera una casualidad, pero él tuviese otro destino.

Akira se sorprendió levemente al escucharle decir aquello, pero no tanto como Chishiya, a quien incluso parecieron confundirle aquellas palabras.

- Así es. – asintió Akira con una sonrisa en sus labios, como siempre. – Escapamos juntos de un juego una vez. Fue un buen compañero.

Niragi enarcó una ceja ya no solo por sus palabras, sino también al descubrir la naturalidad con la que Akira podía mentir. Y saberlo no le desagradó ni lo más mínimo. De todas formas, antes de que Chishiya pudiera indagar en el tema, decidió redirigir la conversación hacia su terreno.

- Si quieres pasártelo bien, te recomiendo que dejes a este muermo y vengas conmigo a por un trago. – comento Niragi con descaro, dirigiéndose única y exclusivamente a Akira. – Puedo conseguirte algo bueno.

Alive & Savage | Niragi SuguruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora