La luz que entraba por la ventana fue lo que hizo que Niragi se despertara completamente desnudo sobre su propia cama. Se cubrió el rostro con el brazo perezosamente, pero en el momento en que su mente funcionó con la suficiente fluidez como para recordar lo que había pasado la noche anterior, no tardó en abrir los ojos y observar a su alrededor. No solo su cama estaba vacía, sino que tampoco quedaba ningún rastro de Akira en su dormitorio. Juraría que ambos se habían quedado dormidos después de lo que había sido un sexo maravilloso, aunque tal vez solo lo hubiera hecho él. O puede que esa chica hubiese huido al punto de la mañana.
Niragi se tomó su tiempo para darse una ducha, dejando escapar una pequeña sonrisa al ver los nuevos arañazos que decoraban su espalda y su pecho, y tras vestirse decidió que ya era hora de salir de su dormitorio. Tendría que reunirse con el resto de los paramilitares para decidir sus tareas diarias, pero todavía tenía algo de tiempo para ver el ambiente en La Playa.
Momentos después de llegar a la piscina, una corta risa abandonó sus labios al encontrarse con un inesperado espectáculo. Por el silencio casi sepulcral ya se notaba que algo estaba pasando, pero no se esperaba que la culpable de todo fuera Akira y la pistola que tenía apuntando hacia la cabeza de un chico cualquiera.
Con su propia arma apoyada en su hombro como de costumbre, Niragi se decidió a avanzar tranquilamente hacia ellos. Llegó a tiempo para escuchar las tristes súplicas de ese chico que parecía correr un riesgo real de que una bala acabara incrustada en sus sesos.
- ¿Se puede saber que está pasando aquí?
- Es él. Quien nos estaba espiando anoche en la azotea. – le explicó Akira mirándole de soslayo. – Le he pillado contando varias historias sobre lo que vio.
Niragi chascó la lengua y llevó su mano a la pistola de la chica, obligándola a que la bajara al instante. En esos momentos, Akira le observó como si fuera a él a quien quisiera asesinar en lugar de al voyeur.
- No es ningún crimen que hayas observado lo que no debes. – se pronunció Niragi, mas justo cuando parecía capaz de indultar a ese chico, cogió su arma y le apuntó directamente al pecho. – Pero sin duda has ofendido a mi chica. Y te recomiendo que le pidas perdón.
- Lo siento, de verdad, yo no quería...
Sus atropelladas palabras se vieron interrumpidas cuando Niragi pateó la parte trasera de sus rodillas, lo que le hizo caer arrodillado a los pies de Akira. Ella todavía mantenía las cejas levemente enarcadas, sin poder creerse del todo lo que estaba ocurriendo.
- Así es como se pide perdón en condiciones. – se mofó Niragi justo antes de darle permiso para que siguiera con sus disculpas. Y cuando por fin volvió a cerrar la boca, observó a Akira esperando ver una respuesta en ella. Niragi habría sido capaz de ejecutarlo por simple diversión, pero quería dejarle ese honor a Akira.
Todas las miradas estaban puestas sobre ellos dos. Algunos de los allí presentes incluso parecían retener el aire en sus pulmones como si el simple hecho de respirar fuera a meterles en algún tipo de problema. Akira decidió guardar su arma en la funda, pero no dudó en acercarse al chico y agarrarle con fuerza por la camiseta para acercarle un poco más a su rostro. Poco le importaban sus lágrimas y su aspecto deplorable. En su mente se repetía la frase de Niragi sobre que era ella quien tenía el control y no pensaba cortarse ni un pelo.
- Como vuelva a pillarte espiándonos, pienso coserte la boca y los ojos con mis propias manos. – masculló con el tono más amenazante que pudo reunir. – Y luego te dejaré en manos de Niragi para que te torture hasta que desees estar muerto, ¿queda claro?
- Sí, entendido, por supuesto. – fue lo poco que el voyeur pudo responder en un hilo de voz. Momentos después, Akira le soltó bruscamente, como si el simple hecho de tocarle le asqueara, y levantó su rostro hacia Niragi. No hicieron falta palabras para que entendieran que ya habían terminado ahí; además de que era hora de que se reuniesen con Aguni y el resto.
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Alive & Savage | Niragi Suguru
FanfictionReencontrarse en La Playa después de la forma en que se habían conocido ya era malo, pero la situación todavía podía empeorar más. O tal vez no; aunque fuese una remota posibilidad, quizás que sus caminos se hubieran cruzado fuera mejor de lo que am...