24. Confesiones

381 41 0
                                    

Kuina se culpó a sí misma por no haber conseguido llegar a tocar la base enemiga a tiempo, Arisu se lamentó porque su plan no hubiera sido lo suficientemente bueno y Niragi prefirió echarle la culpa de todo a Tatta, asegurándole que era el responsable de sus inminentes muertes. El ánimo estaba por los suelos, conscientes de que ya no había forma posible de que ganasen el juego que al principio tan sencillo les había parecido, pero Kuina decidió marcharse en busca del último ítem. Decía que tenía que hacerlo, aunque no sirviese para nada; que era incapaz de quedarse de brazos cruzados esperando su muerte. Probablemente fuera, en cierta parte, una forma egoísta de sentirse útil después de haber fallado, y pese a que todos eran conscientes de que era absurdo, prefirieron no detenerla.

Niragi fue el siguiente en marcharse, y unos pocos minutos después, sin saber qué más hacer o decir frente a Tatta y Arisu, Akira decidió alejarse también. Si su muerte iba a llegar en veinte minutos, había algo que tenía que hacer primero.

Si pudo encontrar a Niragi fue porque escuchó su horrible tos, así como los golpes que parecía estar soltando contra los contenedores. Y cuanto más los pateaba, más empeoraba. Después de que más de su sangre manchara el suelo, cuando pudo enderezarse y ver a la persona que le observaba a unos pocos metros de distancia, no le sorprendió que Akira le hubiese seguido. En realidad, le parecía bastante predecible.

- Bastante lamentable, ¿no crees? – le preguntó Niragi con ironía, refiriéndose a su propio estado.

- ¿Qué es lo que te pasa?

- No lo sé. No he tenido tiempo para ir al médico, como entenderás. – contestó sin perder ese tono burlesco. – Lo único que sé es que la morfina ha dejado de hacer efecto. Aunque ahora que nuestra muerte es inminente, supongo que ya no importa.

Tras un último golpe más leve contra el contenedor más cercano, Niragi colocó los brazos en jarra y dejó caer el rostro hacia adelante con cansancio. Había intentado jugar en equipo, esforzarse por el bien del grupo, pero al final todo había sido en vano. El compañerismo y la cooperación no servían para nada. Lo único que a él se le daba bien era ser odiado, crear un mundo en el que todo ser viviente le despreciase, y al ver que Akira se acercaba a él lentamente, supo que esa sería la mejor forma de terminar su estadía en este mundo.

- Es una pena que hayas entrado a jugar tú en lugar de Usagi. – le dijo con una pequeña sonrisa ganando espacio en su rostro. – Si ella estuviera aquí ahora, podríamos seguir donde lo dejamos. De verdad tenía ganas de divertirme con Usagi.

- Si pretendes cabrearme con eso, te adelanto que no lo estás consiguiendo. – contestó Akira. Había pasado por esto demasiadas veces como para saber diferenciar cuando Niragi tan solo intentaba ser un capullo engreído o bien para comenzar una pelea, o bien para que le dejaras solo. – Te recomiendo que busques algo más original. Intenta esforzarte un poco.

- ¿Quieres que me esfuerce? ¿Por qué no hablamos entonces de tu adorado Chishiya? – inquirió Niragi. – ¿Por qué no me cuentas desde cuándo llevabais planeando quitarme de en medio? ¿Fue desde el principio? ¿Lo organizasteis todo para poder escapar juntos de La Playa?

Conforme más hablaba, quien más parecía enfadarse con esas palabras era el propio Niragi. Y tras cada una de sus preguntas, más reducía la distancia que quedaba entre ambos.

- Yo no planeé nada.

- ¿Ah, no? ¿Vas a negarme que has pasado todos estos días con él? – cuestionó, mas esta vez, Niragi ya estaba lo suficientemente cerca de Akira como para agarrarla por el cuello y estamparla contra el contenedor, apresándola entre este y su cuerpo. – He visto la bomba casera que has dejado en la mesa antes de entrar. Es tan cutre como el arma con la que consiguió prenderme fuego.

Alive & Savage | Niragi SuguruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora