35. Un sentimiento familiar

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Muchos decían que los pasillos de un hospital durante la noche eran aterradores, pero para Akira eran reconfortantes. El silencio y la calma que lo envolvían todo le agradaba. Sin embargo, en el momento en que vio a una persona tirada en una de las sillas de espera, se detuvo por completo. No solo era raro ver a otro paciente deambular por la noche, sino que aún era más extraño que se tratara de él. Y para cuando se planteó la opción de huir antes de que la viera, Niragi ya había clavado su mirada en ella.

- ¿Qué haces despierta a estas horas? – le preguntó.

- Podría preguntarte lo mismo a ti. – replicó Akira.

- Por la noche es cuando el hospital está más tranquilo.

- Sí, es de agradecer algo de calma después de lo ruidosos que son los días. – reconoció Akira. Y sin estar segura de si era mejor acercarse a él o permanecer en esa posición, a unos metros de distancia, decidió avanzar un poco más. – ¿Te abruma la gente?

Niragi tan solo se encogió de hombros con indiferencia.

- Demasiadas visitas y demasiados familiares consternados.

- ¿No tienes a nadie que venga a verte a ti? – cuestionó, pero no obtuvo respuesta a esa pregunta. De cualquier forma, su silencio fue suficiente. – Yo tampoco.

Niragi permaneció inmóvil, como si estuviera ignorándola, pero de todas formas la siguió con la mirada hasta que se sentó a un par de sillas de distancia de él. Por lo menos había elegido hacerlo en su lado bueno, el lado en el que no tenía vendas, pero sentir como Akira le observaba no le agradaba demasiado.

- ¿Se puede saber qué diablos miras?

- No es nada. – masculló Akira. – Tan solo me parece raro verte fuera de la cama. Chishiya dice que nunca sales de la habitación.

- Que él no me vea salir de día no significa que no lo haga nunca.

- ¿Y puedes hacerlo? – cuestionó. – Quiero decir, tus heridas parecen bastante graves.

Niragi chascó la lengua, molesto. Ya tenía suficiente con tener que mirarse al espejo él mismo como para que alguien más, aparte del médico, le recordara el pésimo estado en el que se encontraba.

- Si he llegado hasta aquí, es porque claramente puedo hacerlo.

Si algo había aprendido Akira de Niragi en tan poco tiempo era que ese chico era bastante irritable. Pero aun así, después de echarle un último vistazo, no fue capaz de retener la sonrisa que creció en sus labios.

- ¿De qué te ríes ahora?

- Solo estaba pensando que te queda bien esa bata. – contestó Akira. A ella por lo menos, así como a la mayoría de los heridos por el meteorito que había conocido, ya les habían permitido volver a vestirse con ropa normal cuando abandonaban sus habitaciones. Que Niragi tuviera que seguir llevando la bata del hospital decía bastante de las heridas que debía cubrir.

- ¿Me estás tomando el pelo? – inquirió notablemente molesto, por lo que Akira se mordió el labio intentando contener su risa para no enfadarle más.

- No, te lo digo en serio. – insistió. Aun así, Niragi seguía sin estar seguro de si estaba siendo sincera o si se estaba burlando de él. No obstante, Akira pronto encontró la forma de cambiar de tema. – ¿Llevabas un piercing?

Aunque se lo habían quitado al hospitalizarlo, todavía eran visibles dos pequeñas marcas a ambos lados de su ceja izquierda. Al menos eran apreciables si te fijabas bien.

- Más de uno. – puntualizó Niragi. Lo que no se esperaba era que esa chica fuera a cambiarse de silla para reducir la distancia entre ellos y así poder observarle de cerca. Segundos después, Akira se señaló su propia nariz, indicando que era ahí donde llevaba el otro piercing.

Alive & Savage | Niragi SuguruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora