37. Una visita inesperada

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Acababa de cumplir otra semana más en el hospital y su estancia allí empezaba a hacérsele cuesta arriba. Niragi había salido a tomar el aire un rato, aliviado de que cada vez hubiese menos gente en los jardines, pero había elegido la mesa más alejada de todas formas. Pese a que los médicos le hubiesen dado lo que para ellos eran buenas noticias, para él no era tan satisfactorio, por eso estaba enfadado. Y aunque le hubiera gustado pasar lo que quedaba de la tarde tranquilo sin que nadie le molestase, una enfermera salió del edificio directamente hacia él para anunciarle que tenía visita. Tras decirle que eso no era posible y que aquella mujer insistiera en que alguien había venido a verle, a Niragi no le había quedado otra que volver a su habitación. En el camino, fue barajando sus opciones.

Estaba claro que no podían ser sus padres. Su relación con ellos era nula desde hacía años; suficiente había sido que su madre le llamase un par de veces al enterarse del accidente. Luego pensó que podría tratarse de su jefe, aunque también había hablado con él por teléfono para pedirle la baja hasta que estuviera recuperado. Y que fuera algún compañero de trabajo tampoco sonaba factible. Lo más obvio habría sido creer que se trataba de algún amigo, pero no tenía ninguno; al menos ninguno lo suficiente cercano como para que se tomara la molestia de ir a visitarle al hospital. Así que tras descartar todas las opciones, Niragi supuso que se trataría de los padres de Chishiya. Esa enfermera debería haberse equivocado al creer que la visita era para él cuando, en realidad, debía de ser para su compañero de habitación. Sí, eso era lo único que tenía sentido.

Estaba tan convencido de que se trataba de un malentendido que cuando Niragi abrió la puerta y vio a cierta chica en su dormitorio se quedó de piedra. Akira estaba sentada a los pies de la cama de Chishiya, hablando con él animadamente, pero se detuvieron al oírle entrar.

- Mira quién ha venido. – comentó Chishiya con un tono divertido que sin duda contrastó con el huraño que empleó Niragi.

- ¿Qué haces aquí?

- Bueno, tenía que venir a que me revisaran la herida y he pensado que podía aprovechar para pasarme a saludar.

Niragi observó con atención la dulce sonrisa que Akira le dedicaba; una mueca demasiado afable como para dedicársela a alguien como él. Y aunque lo apropiado hubiera sido que dijera algo, cualquier cosa, era como si se le hubiesen olvidado las palabras. Chishiya levantándose de la cama fue lo que consiguió romper ese incómodo momento.

- Os dejaré un poco de intimidad. – comentó, mas echó una última mirada a Akira. – Piénsatelo, ¿vale?

- Lo haré. – asintió ella.

Chishiya continuó andando hasta la puerta con las manos en los bolsillos, pero se detuvo al lado de Niragi unos míseros instantes antes de cruzarla y cerrar a sus espaldas. Niragi intuía bastante bien el tipo de mirada que le habría dedicado, por eso se había negado a devolvérsela. Y una vez solos, dado que él no parecía por la labor de hacerlo, Akira se afinó la garganta y buscó algo que decir.

- ¿A qué crees que se refería con lo de "dejarnos intimidad"?

- Cómo voy yo a saberlo. – replicó Niragi de mala gana mientras avanzaba hasta sentarse en su cama. Si se quedaba más tiempo ahí de pie como un monigote, empezaría a parecer un idiota.

- Entonces... ¿no tiene nada que ver con que Chishiya me haya contado que le has hablado mucho de mí?

- ¿Eh? Yo no le he hablado de ti. – protestó Niragi. – Puede que te hayamos mencionado alguna vez. Pero no tiene importancia.

Hoy se cumplían siete días desde que a Akira le habían dado el alta. Y puede que fuera cierto que Niragi había pensado en ella más de la cuenta, pero Akira no tenía por qué saberlo.

Alive & Savage | Niragi SuguruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora