Capítulo 49

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David es el centro de todas las miradas. La gente es incapaz de resistir la tentación de preguntarle qué le ha pasado, pero él los despacha al instante con un «nada» seco. Dado su hermetismo, y puesto que soy su amigo, me convierto en la segunda opción de los curiosos. Por supuesto, Marie es la primera en aparecer frente a mi mesa.

—¿Qué le ha pasado a David?

—Si él no te lo ha querido contar, ¿crees que te lo diré yo?

—Ay, hijo, qué borde eres.

—No soy borde, soy su amigo.

Pone una cara con la que da a entender que no aprueba mi excusa y se va. A todo el que viene por el mismo motivo le respondo igual. Cuando me acerco a hablar con David, veo que la mayoría de la clase nos mira sin apenas disimular.

—Ayer por la tarde fui a tu casa —le digo.

—¿Sí?

—Me abrió tu hermana. ¿No te dijo que vine?

Parece que se piensa la respuesta.

—No —responde al fin—. Había salido.

—¿Por qué no has venido estos días?

Encoge los hombros. Se le ve fatal, y no solo por su aspecto físico. Para más inri, el sábado es su cumpleaños. Dudo que tenga ganas de celebrarlo. Ahora mismo ni siquiera me atrevo a preguntárselo.

En el patio, nos sentamos con Isaac, quien no menciona nada acerca de la vendetta que tiene planeada su hermano. Para mis adentros, le agradezco que tenga la vista para no agobiar a David con el tema.

Por la tarde, voy a entrenar con Jin y Lydia. Es una rutina que me hace sentir bien. Mi afición por la calistenia me sorprende tanto como la de mi amiga. Mientras me dejo la vida en la barra, Lydia le pregunta a Jin:

—¿Nunca sales de fiesta?

Parece que a Jin le da vergüenza responder. Es consciente de que la mayoría de gente de su edad sale de fiesta, y a lo mejor se siente un bicho raro por pasar las noches del finde en casa.

—No —dice con un hilo de voz—. ¿Por?

—Porque no te vi este fin de semana, en las fiestas —responde Lydia—. Estaba todo el mundo.

Esta información avergüenza un poco más a Jin.

—Es que mis padres son un poco estrictos —dice—, y mis colegas no salen.

Me descuelgo de la barra y, tras recuperarme un poco, digo:

—Eso no es excusa, que yo te he ofrecido salir de fiesta conmigo más de una vez.

—Si no quieres ir con Hugo, puedes venir con mis amigas. —Lydia acompaña su invitación con una sonrisa.

—No es eso... —dice Jin.

—Mira —le corta Lydia—, si convences a tus padres, este sábado te vienes de fiesta con nosotros.

Jin se queda sin palabras, aunque, como mínimo, ante Lydia no muestra el mismo desinterés que conmigo.

—¿Nosotros? —pregunto.

—Sí —responde Lydia—. ¿Acaso no vas a salir tú?

—Es el cumple de David, por lo que iré con él.

—Siempre vas con él, y siempre acabamos todos juntos. —Lydia mira a Jin—. Bueno, tú te vienes conmigo y mis amigas, ¿de acuerdo?

Jin se pone rojo.

—Si mis padres me dejan —responde.

Cuando dejamos atrás el bazar, donde Jin se despide nosotros, le digo a Lydia:

—¿Has visto cómo se ha puesto Jin cuando le has dicho de ir de fiesta juntos?

—¿Cómo se ha puesto?

—Como un tomate.

—¿Qué dices?

—¿No te has dado cuenta?

—No —responde—, pero bueno, es muy tímido.

—Tímido... Ni que te hubiera conocido hoy.

—A ver, ¿qué es lo que me quieres decir?

—Nada. —Sonrío—. Solo te diré que conmigo nunca se ha puesto así.

Lydia menea la cabeza. Antes de llegar a su casa, le pregunto si sigue rayada por Isaac.

—Menos —responde—. Después de lo del finde... Cada vez tengo más claro que no lo quiero cerca de mí. Una persona que se mete en estos fregaos...

Por un momento me siento tentado a contarle los planes de Isaac, pero no quiero preocuparla.

El viernes, en clase, le pregunto a David si celebrará su cumpleaños.

—No —responde.

—¿Te vas a quedar en casa?

—Eso tampoco. Vamos al Long, como siempre.

—Es lo que te estaba preguntando.

—Pues sí, voy a celebrar mi cumple igual que cada sábado.

Cuando nos encontramos con Isaac en el patio, nos dice que este fin de semana se quedará en casa porque su hermano se lo ha aconsejado. A David no parece importarle dicho consejo, de modo que mantiene su plan en pie.

—La semana que viene —le dice Isaac a David—, toda esta movida habrá acabado y celebraremos tu cumple a lo bestia.

Mi amigo asiente con pasotismo. Parece que empieza a abrir los ojos con Isaac.

Me vuelvo a encontrar en la misma situación que el lunes: tengo que sortear el castigo de mis padres de alguna manera. No puedo dejar solo a David el día de su cumple, y menos en un momento así.

Esta vez le digo la verdad a mi madre.

—Me da igual que sea el cumpleaños de David —responde—. Te lo hubieras pensado antes de mentir.

La batalla se prolonga un buen rato, pero al final llegamos a un acuerdo: salgo el sábado a cambio de dos meses de clausura. Es decir, he duplicado mi castigo. ¿Qué he hecho?

El secreto de sus latidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora