Capítulo 51

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Llamo a David porque no da señales de vida. Insisto hasta que me responde.

—¡Tío! —le digo—. ¿Cuándo vas a venir?

—Al final me quedo en casa.

—¿En serio?

—Sí, tío.

No me lo puedo creer. Le suplico que venga, pero es inútil. Me voy a pasar dos meses sin salir de fiesta por celebrar un aniversario en el que falta el cumpleañero. De hecho, soy el único que ha salido esta noche con la intención de conmemorar el nacimiento de mi mejor amigo.

¿Qué le vamos a hacer? Ahora ya estoy aquí, por lo que solo puedo seguir adelante con mi plan: emborracharme. La resaca me tiene que durar los dos meses de castigo.

—¿Ese no es Ilias? —pregunta Lydia.

—Sí —le confirma Marie.

—Yo flipo —dice Eva—. No sé por qué Salma no puede salir después de cenar y, en cambio, este se pasa toda la noche de juerga.

—¿Es su hermano? —pregunto.

—Mellizo —dice Marie.

Miro el rostro de Ilias con detenimiento, pero no le encuentro ningún parecido a Salma.

El Long se empieza a llenar. Esto es lo que necesito, que se anime la cosa. Bebo sin prisa, pero sin pausa. Aunque tengo decidido volver a casa con un buen pedal, no quiero terminar como David aquella fatídica noche.

Jin también bebe. Le ha gustado el sabor del cubalitro. Lydia le aconseja que, si no ha bebido nunca, es mejor que se lo tome con calma. Sin embargo, el chico ya ha tomado carrerilla.

Pedimos una ronda de chupitos y, tras finiquitar el cubalitro, vamos a la pista del fondo. El alcohol ha ahogado la timidez de Jin, quien nos ofrece unos movimientos de break insospechados. Primero la calistenia, y ahora esto. ¿Cuántas habilidades secretas tiene este chico? De pronto, veo a Ibra entre el gentío.

—Mira —le digo a Marie—, tu novio.

—¿Qué dices? Solo nos hemos liado una vez.

—Suficiente.

—Lo siento, pero no. —Agita la mano—. ¿Me vas a explicar lo que le pasó a David?

—Eres muy pesada.

—Si me lo contaras, dejaría de serlo.

No tiene remedio. Me acerco a saludar a Ibra y veo que está con su inseparable Moussa.

—¿Dónde tienes a Isaac y David? —me pregunta Ibra.

—Se han quedado en casa.

—¿Y eso? —pregunta Moussa—. ¿No será por la movida que tuvisteis en la carpa? Nos lo contó un chaval que os vio.

—No, no es por eso —respondo.

Es imposible que algo no se sepa en este pueblo.

—¿Estás con las chavalas del otro día? —se interesa Ibra.

—Sí, algunas de ellas.

Lo digo como si siempre estuviera rodeado de chicas.

—Nos venimos con vosotros —dice Ibra—, si te parece bien.

—Por mí, perfecto.

Los primos me siguen hasta el lugar de la pista en el que están Lydia y compañía. Cuando Marie saluda a Ibra con dos besos, la miro con una sonrisa burlona. Me ve, pero no sonríe. Lydia se parte de risa con los bailes de Jin; alucina con el chico tímido. Hacemos varios viajes a la barra para evitar que se nos seque la boca. En uno de estos trayectos encuentro a las amigas de Ainhoa perreando en un rincón de la pista. Las saludo y, cuando me giro para seguir mi camino, veo a varios tíos con pinta de babosos que observan a las chicas sin ningún tipo de disimulo.

Me cruzo con Sara un par de veces y nos dedicamos el mismo gesto que en los pasillos del insti. Ahora tengo la posibilidad de acercarme a ella para charlar, pero no lo hago. Es curioso, como si me hubiesen dado la posibilidad de pedir un deseo y la rechazase.

Al volver del baño, veo que, alrededor de Jin, se ha formado un círculo de gente que lo anima con aplausos, gritos y silbidos. Lo aclaman. El chaval se ha venido arriba y está girando en el suelo a una velocidad endiablada. El show termina con una ovación de todo el local a un Jin que exhibe una sonrisa de oreja a oreja. Está borracho de alcohol y fama pasajera. Cuando todo el mundo vuelve a lo suyo, Marie se acerca y me pregunta:

—¿Por qué has traído a Ibra aquí?

Los primos han salido un momento, por lo que no corremos el riesgo de que nos oigan.

—Me ha dicho si se podía venir con nosotros —respondo—. ¿Qué problema hay?

—Que es un pesado.

—El otro día no pensabas lo mismo.

—Hugo, ¿tú crees que, por liarme un día con un tío, me voy a casar con él?

—Sí.

—Pues cuando tú te cases con Ainhoa, yo me caso con este.

Le ofrezco la mano para cerrar el trato.

—Mejor no —rectifica—, que eres capaz de casarte con ella.

—¿Quién sabe?

En este momento de la borrachera, me da igual lo que diga esta chica.

—Hacéis una pareja muy rara —me dice.

—Al contrario que Ibra y tú.

—Eres gilipollas.

Mi comentario le ha hecho gracia.

Una chavala pasa delante nuestro y se acerca a Jin con un baile sensual.

—¡No veas con tu amigo! —me dice Eva.

El poder de transformación del alcohol no tiene límites. Jin está irreconocible. Baila con la chica a escasos centímetros de su boca. La verdad es que ha bebido mucho para ser su primera fiesta. Mañana le espera una buena resaca, así que es mejor que disfrute de la noche. Nosotros cuidaremos de él.

—¡Mirad a quién hemos encontrado fuera! —grita Moussa a mis espaldas.

Me giro y veo a un tío con gafas de sol. Es David.

El secreto de sus latidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora