Capítulo 50

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—Nada más reprimen a la gente en esta casa.— Se quejó la castaña.— No fuera yo un chico porque nos hubieran dejado agarrarnos a palos si queríamos. Solo pregunto, ¿Qué necesidad había?

La chica no dejada de darle vueltas al caso, situación fresca, de no más de una hora. Había tenido un largo día, de una larga semana, pero, no, al contrario de lo que creerían, eso no era algo molesto para ella, sus deberes de cada día, no tenía problema ni con la gente ni con el ambiente, pero al parecer hoy tanto la gente como el ambiente sí lo tenían con ella. Una noche larga, sin poder consiliar el sueño gracias a los tics, se levantó a limpiar y lavar, salió temprano igual a hacer la ronda de vigilancia y, para su suerte y no, no hubo intrusos, pero lo que sí invadió el bosque fue una gran tormenta, llegó empapada y luego de bañarse fue a la cocina, al menos sus ricos waffles le consuelarian, pues ni Bella ni Toby se encontró en todo el día para pasar el rato, así que fue algo aburrido a decir verdad, descartando los casos mencionados. No había waffles. Ahora hizo el show de su vida por ello, porque, no por drama y ya, pero eran muchos ahí y no podría ir a la ciudad pronto como para decir que se compraba otros y ya, Slenderwoman le prohibió las salidas fuera del bosque desde el incendio hasta nuevo aviso. Y entonces, tanto Nathan como Tamara se señalaron como quienes se los comieron todos. Tamara salió sin más, y Tina ni siquiera le quería dirijir la palabra a Nathan, hasta que empezó a fastidiarla de poquito en poquito, pequeñas bromas, pequeños insultos, pequeños toques, pequeños jalones. Tina quería concentrarse en comer algo, pero cuando no la dejó en paz, esta colapso y de un momento a otro se le arrojó encima, claramente no de forma pacífica. Se agarraron a golpes en el suelo, Nathan reía mientras sangraba, como si fuera algo grato, como algo soñado era una sonrisa estúpida y eso la molestaba más, ella de igual manera estaba sangrando de la nariz, ya que tampoco era que él se dejará, él estaba respondiendo igual

—¡Este... Salvaje!

Usó lo primero que le vino a la mente para quejarse de los rasguños al verse en el espejo del baño nuevamente, enjuago su rostro un poco para retirar la sangre y el polvo del suelo. Su cabello despeinado y todo, aún enojada, por supuesto, porque fue cuando llegó Slenderman y los separó. Ella quería darle de patadas... Pero, ni modo, cuando el Operador dice que no, el Operador manda. Tina ya solo se quejaba entre dientes, cruzada de brazos mirando absolutamente nada, revuelta en la idea de que le iba a romper la cara cuando volviera, ya que este simplemente salió con toda la libertad del mundo, con toda esa libertad que ahora Tina no tenía por su culpa, lo que le podía más a la imperativa en ella.

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