Capítulo 63

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Hazel Bell

Cuando dieron las 6 de la tarde, creí que ya no vendría, pero aún me quedaba medio pastel y un café entero el cual acababa de rellenar. Fue una sorpresa cuando Philip se sentó en la silla de al frente, un poco agitado.

—Pensé que no vendrías —admití.

—Lo siento, lo siento —dijo y soltó una exhalación cansada—. El tráfico estaba horrible, y debo reconocer que venía un poco atrasado.

—Da igual, tampoco es que tenga mucho que hacer.

—¿No?

—No. Me levanto a las 10 de la mañana, reviso mi correo mientras tomo desayuno, ordeno mi habitación y camino por el jardín hasta que me cruje el estómago del hambre. Leo revistas, veo películas, le hablo a Sally, ruego para que mamá llegue a casa de sus clases de yoga, que estoy pensando seriamente en tomar junto a ella. Vuelvo a revisar mi correo y me tomo un aperol mientras contemplo el atardecer —recité con voz sonora y melodiosa.

Philip me sonrió y me miró con una falsa expresión de interés.

—Suena envidiable, sobre todo la parte del aperol.

—Diría que es cansador. No me queda tiempo para arreglarme las uñas.

Soltamos una risa mientras Philip hizo una seña para que el mesero se acercara. Pidió un café y un poco más relajado se dispuso a conversar.

—¿Aún nada?

—En la revista me han pedido seguir con mi trabajo, pero solo estoy encargada del dato curioso de los viernes. Así que podrás comprender que me toma media hora buscar algo novedoso en internet, y otra media hora en redactarlo para mandarlo al editor. Es como... ¿un ejercicio creativo? Sí, creo que eso es.

—¿Y no debes ir a las instalaciones?

—¿Para una hora de trabajo? —lo cuestioné—. Lo hago desde mi casa, y en realidad creo que solo me han dejado seguir participando por pena. Terminé haciendo amistad con algunas personas que trabajan ahí.

—Me parece de maravilla.

—¿La parte donde te explico que en teoría no tengo trabajo o la de los amigos?

 —La del trabajo.

—No puedo creer que digas eso —me quejé, frunciendo mi ceño.

—¿Por qué no?

—Porque desde hace un mes no he parado de buscar empleo como loca. Algo sencillo, donde me den la libertad de investigar, escribir y editar. No nos pone contentos que no lo logre, Philip. Lógico.

—Estoy muy feliz, Hazel, porque así tengo la oportunidad de darte esto —me respondió con una sonrisa complaciente. Del maletín que traía sacó una carpeta y la puso junto a mi pastel.

—¿Qué es?

—Descúbrelo.

Abrí la carpeta y no tardé en darme cuenta que era un contrato de trabajo. Lo supe por el título y el logo de su empresa en uno de los extremos superiores. No me lo esperaba, me tomó por sorpresa, pero no de buena manera. Levanté mi mirada dándole a entender que no me hacía gracia.

—Philip...

—Para que firmes —puso un bolígrafo al lado de la carpeta de cuero.

—¿Qué quieres que sea?, ¿tu secretaria? —pregunté con ironía y un tono defensivo—. No tengo las aptitudes para trabajar en tu empresa y tampoco quiero. Me voy a dedicar al periodismo, no a servirle café al señor Moore.

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