Capítulo 66

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Hazel Bell

No recuerdo la fecha exacta en la que volvimos, tal vez porque nunca lo conversamos como tal. Fue de pronto, entre algunos besos robados en mi oficina y cenas que terminaban en su departamento. Fueron recuerdos de nuestros inicios y esa facilidad con la que se estaban dando las cosas entre nosotros cuando la distancia no existía. Fue la simpleza que me hacía extrañar a cuando éramos demasiado jóvenes para saber las verdaderas responsabilidades que nos tenía preparada la vida adulta.

Pero había ocurrido, aunque no era algo oficial ni tenía nombre, estábamos juntos.

Y si no sabía a quién contarle que me había liado con Philip una noche, ahora mucho menos sabía a quién contarle que estábamos saliendo. Tal vez era miedo a ser juzgada, después de todo, estaba volviendo con mi ex novio, algo bastante fácil de criticar. Por eso mi silencio absoluto, incluso con Sally, que era la primera que se me venía a la cabeza, pensando que sería la que menos opiniones me daría.

—Mira qué lindo niño —dije al ver a Benjamin con un chaleco de lana que lo hacía lucir adorable.

No dudé en tomarlo en brazos y sentir ese rico aroma a bebé perfumado. Al travieso niño le gustaba tirar de mi cabello, yo jugaba con él a que me comía sus manos cada vez que lo intentaba, provocando que soltara algunas carcajadas.

—Vale, vale, ahora me toca —nos interrumpió Sally, llegando al salón.

—No, déjame —le exigí, alejándome de ella.

—Por Dios, chicas, no empiecen de nuevo —nos pidió Christine.

—¿Empezar? Apenas llevo una semana aquí, y en un par volveré a la universidad. Quiero aprovechar a mi sobrino.

 —Podrías venir cada fin de semana si quisieras, te toma una hora llegar —dije, volviendo a mirar a mi sobrino—. ¿No es así, Benji?

—Benjamin, ese es su nombre —me recordó Christine.

—No seas aburrida, necesita un lindo apodo. 

—No me he pasado nueve horas de trabajo de parto para que le digas Benji, Hazel. Ahora, dáselo a Sally.

Abracé fuerte a mi sobrino, apropiándome de él. Benjamin reía sin entender lo que sucedía, esa pequeña guerra que había entre Sally y yo para tenerlo en brazos. Terminé pasándoselo, porque aunque me encantaba ese niño, los brazos comenzaban a doler al pasar los minutos. Acercándose a su año de vida estaba bastante rellenito.

Los Moore no tardaron en llegar para la cena de Nochebuena. Saludé a los padres de Philip de manera cordial y a él con una simple sonrisa, manteniendo la distancia. Sentía que no disimulaba que entre nosotros no había nada, o tal vez era yo quien estaba demasiado perseguida con la idea de que su mirada era muy intensa para una relación de jefe y trabajadora, o amigos, como todos creían. Fue por eso que tuve que alargar lo más posible mi pie para darle una pequeña patada por debajo de la mesa, necesitaba que dejara de ponerme así de nerviosa antes de que alguien lo notara.

De igual modo, no podía fingir que no me gustaba lo poco que podía disimular Philip. Me hacía recordar a los primeros acercamientos como algo más que amigos, tal vez, porque estaba sintiendo las mismas mariposas en el estómago.

—En realidad ha hecho un muy buen trabajo, ¿no es así, Philip?

—Sí, sus escritos son increíbles.

—He leído unos cuantos —comentó papá y me sonrió con orgullo—. Me sorprende que hayas podido entender todos esos datos económicos.

—He tenido algo de ayuda —reconocí, intentando no mirar a Philip—. Además, las personas en la empresa son muy serviciales.

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