Capítulo 19

1K 182 9
                                    

Deneb Kepler

No sabía cuánto tiempo llevaba en la azotea, pero esos minutos fueron suficientes para que mi cuerpo comenzara a tiritar como mecanismo de defensa ante el frío.

Había roto una regla que me puse hace algunos años. Bueno, no fue una regla como tal, fue simplemente lo que sentía ante los besos. Cuando tenía 16 años me di cuenta que para estar con alguien carnalmente, primero debía besarla. Era una rutina. Le hablabas bonito, la besabas y observabas si ella quería lo mismo que tú. Cuando ambos estábamos en la misma sintonía y coincidíamos, venía todo lo demás. Pero el problema fue que lo único que disfrutaba era todo lo demás, no la primera parte.

Y no es que odiaba besar a las chicas, se trataba de la sensación de incomodidad que me generaba. Para mí un beso era mucho más intimo que tener sexo, y cuando dejé atrás la adolescencia y entré a la universidad, puse mis límites con lo que en realidad me hacía sentir cómodo.

Límites que acababa de romper con Hazel, y para mi sorpresa, la incomodidad fue el último de mis problemas. Esa fue la razón por la que me nació la necesidad de escapar, porque al no sentir ese rechazo al besarla mi cuerpo se alarmó.

—¿Qué estás haciendo, Deneb...? —murmuré para mí mismo.

Solté un gruñido y volví a la fiesta. Eran pocos los que quedaban ahí, los más jóvenes y pasados de copa. No vi a Hazel por ninguna parte, así que supuse que estaría en la habitación. Caminé hasta allá y golpeé la puerta una vez. Pensé que estaría durmiendo, después de tanto alcohol cualquiera cae a la cama derrotado, por lo que comencé a pensar en dónde diablos me cobijaría para pasar la noche, pero ella me abrió al cabo de un puñado de segundos.

Su rostro estaba manchado por el maquillaje que sus lágrimas habían corrido. Hazel lloraba de una manera desconsolada, que te cautivaba, que te atrapaba. De una manera que no era capaz de ignorar.

—Hazel...

Ella soltó un sollozo y yo entré rápidamente a la habitación. Se aferró a mi camisa y lloró en mi pecho.

—Hey, Hazel... —Intenté levantar su rostro, pero ella se negaba a hacerlo, estaba escondida, sin despegarse de mí.

Al notar que era inútil, hice lo que era lógico en ese momento: abrazarla. Pero no fue porque sabía que era lo que necesitaba, lo hice porque mi cuerpo me llamó a hacerlo.

Mis brazos rodearon su torso jadeante, que parecía tan pequeño en ese momento, tan vulnerable y débil. Hazel no era así, ella te demostraba carácter hasta de espalda, no veías su rostro y sabías que no era una chica fácil de disuadir, y mucho menos de derrotar.

—¿Lloras por él...? —pregunté, mi voz salió con cierto temor.

Ella me respondió con un sollozo mucho más fuerte. Cerré mis ojos y me limité a que Hazel sintiera todo lo que podía entregar un abrazo. No sabía si era suficiente, supongo que ese siempre fue el problema, lo que yo era capaz de dar se quedaba pequeño con el resto del mundo. Y lo más importante, con lo que ella necesitaba y buscaba.

Apenas conocía a Philip, pero me reventaba que Hazel estuviera llorando por él, de esa forma tan desoladora. Como si con tan solo su mera presencia hubiera absorbido todo su brillo y esplendor. Odiaba pensar que tuviera esa capacidad, de dejar a Hazel hecha mierda y quedar impune, sin ni siquiera tener que lidiar con el cargo de conciencia.

La llevé a la cama e hice que se sentara. Ella seguía llorando sin vergüenza alguna, es que parecía que un río se desbordó en su interior. Me agaché hasta quedar a su altura, y así su cabeza decaída pudiera estar dirigida a mi rostro.

Estrellas en el firmamento ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora