Capítulo 75

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Hazel Bell

Era la primera vez que Philip me llevaba el desayuno a la cama. Sabía que había una razón implícita en ese acto, era su forma de pedirme disculpas por cancelar nuestro viaje a Alemania.

Estaba molesta, no lo pude evitar, pues yo misma le insistí que no siguieramos planeando el viaje por toda la inestabilidad que existía en nuestra relación, pero él siguió con la idea, hizo todas las reservas, me habló sobre lo bonito que era Alemania y luego, una semana antes de la fecha de nuestro vuelo, lo canceló.

Lo había hecho en nuestras vacaciones de verano, y lo volvió a hacer en nuestras vacaciones de invierno. Me daba rabia, pues no solo rompió mi ilusión de conocer Alemania y pasar las fiestas fuera del país, sino que trancó mis planes, me detuvo, cuando pude yo misma tomar mis maletas y vivir esa experiencia, quizás pude llamar a Alexia y decirle que tenía un pasaje de avión y reservas para dos en un hotel de Múnich, después de todo, no se pudo recuperar ni siquiera la mitad del dinero invertido por la cercanía de la fecha.

Philip se acostó a mi lado y pasó su mano por mi cintura, me dejó un beso cerca de mis labios esperando a que yo reaccionara.

—¿Ya me vas a disculpar?

—Ya te disculpé.

—Comunícaselo a tu cara y al resto de tu cuerpo —dijo en una risa suave.

—Lo siento, pero en realidad estaba ilusionada con el viaje. No entiendo por qué todos los problemas de la empresa los tienes que solucionar tú.

—Tengo que estar calificado para manejarla, responder en los momentos de crisis. Pero eso cambiará muy pronto. Cuando yo sea el único jefe, voy a delegar y hacer las cosas como se deben.

—Él sabía que nos iríamos a Alemania este mes —le recordé, pues culpaba a Philip, pero sobre todo a su padre—. Todo el mundo lo sabía hace mucho tiempo.

—Ya, Hazel, lo sé... Te lo voy a recompensar.

—Así como me recompensaste el verano perdido —le recordé con fastidio.

—Oye, no es algo que yo elija. Me siento fatal al verte así, yo también quería ir contigo a Alemania, pero no se puede. Es simple, Hazel, no se puede —me repitió con más insistencia, endureciendo las palabras.

Terminé asintiendo ante su voz brusca. Ya no me gustaba discutir con él, sentía que era una pérdida de tiempo para ambos, así que saqué el café de la bandeja y le di un sorbo pequeño, esperando que se acomodara en su lado de la cama o se alejara un par de centímetros de mí.

Esos últimos dos meses fueron tan raros, pues hicimos como si nada hubiera pasado, pero no seguimos como antes. Yo no podía seguir, no le podía corresponder de la misma manera cuando no me nacía de forma natural, cuando ni siquiera esforzándome era capaz de darle una sonrisa genuina. Y él... él se esforzaba por evitar los conflictos, se iba por el camino largo, lo podía ver dándose la vuelta para no desenredar los nudos, evitando tocar el detonador que terminaría con lo nuestro. Pues solo nos faltaba una gota para rebalsar el vaso.

—He visitado tantos restaurantes en mi vida que es difícil que alguno de ellos sea memorable. Pero hay uno que visité durante la primavera del año anterior gracias a un accionista. Es de esos lugares que parecen mágicos, tiene toda una mística rústica encantadora. He hecho reservas para hoy —me comentó.

—Hoy iba a cenar con mis padres...

—No te preocupes, he invitado a tu familia, estarán todos.

—¿Qué celebramos? —le pregunté, intentando recordar alguna fecha especial que compartiéramos en diciembre.

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