Capítulo 90 ¡Último!

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Hazel Bell

Se me llenaron los ojos de lágrimas cuando la vi con el vestido de novia. Ya me había conmocionado el día que lo compramos, pero sentí el doble de emoción cuando terminó de arreglarse. Se veía hermosa con su vestido de caída libre y hombros descubiertos. Su cabello de ese color tan característico se encontraba recogido en un desorden perfecto y una diadema de flores blancas se acomodaba por encima.

—Me veo bien, ¿verdad?

—Te ves bellísima...

Se me escaparon unas lágrimas escurridizas que tuve que secar antes de arruinar el maquillaje. Eran muchos sentimientos los que estaban ese día junto a mí. Alexia se había convertido en mi mejor amiga, y no hay nada más lindo que ver a una persona especial siendo feliz. También, un sentimiento extraño me recorrió el cuerpo al pensar en lo sorprendente e inesperada que podía llegar a ser la vida.

Siempre creí que yo sería la primera en casarme, la que iría vestida de blanco hacia el altar. Supe que había tomado la decisión correcta al negarme a esa propuesta que me hicieron meses atrás, cuando todas las veces que me imaginé casándome, en ninguna de ellas tenía una sonrisa tan radiante como la que Alexia tenía en aquel momento.

—Te quiero mucho...

—No me hagas llorar, Hazel.

—Lo siento, lo siento —dije, soltando otro par de lágrimas—. Es que te ves preciosa y estás a nada de casarte con el amor de tu vida... ¿Vas a ser muy feliz?

—Ya soy feliz —me respondió y giró en su lugar, haciendo que el vestido se moviera junto a ella—. Y en serio me veo muy bella, valió la pena los doscientos vestidos que me probé.

Solté una risa antes de tomar el ramo de flores y entregárselo. No exageraba al decir que se probó doscientos vestidos, era un número bastante acertado a la realidad. Pues fue un poquito más que una novia alterada.

—Ya es hora, tu padre te está esperando

Quisimos seguir ciertas tradiciones, fue por eso que pedimos una habitación de hotel a 20 minutos de la playa para arreglarnos. Así también podíamos hacer esperar al novio y que su entrada fuera algo más sorpresiva. Nos sacamos los zapatos cuando pisamos la arena, yo fui la primera en caminar hacia el pequeño altar que estaba con el mar de fondo y el cielo volviéndose naranja.

Mentiría si dijera que mis ojos se centraron en el novio nervioso que estaba parado bajo el arco de flores con un traje blanco, porque no era verdad y nadie me podía culpar. Después de casi 8 meses de espera al fin iba a ver a Deneb. Estuve contando cada día, cada segundo y cada suspiro su espera.

Lo supe todo cuando lo vi, cuando después de tanto tiempo las mariposas me atacaron de la misma manera, cuando su sonrisa me seguía pareciendo eterna y esos ojos maravillosos delataban que su amor seguía intacto.

No necesitaba ni siquiera palabras en ese momento, solo mirarlo.

El abrazo que nos queríamos dar tuvo que esperar, pues la ceremonia estaba teniendo lugar y éramos los padrinos que debían estar parados a un costado.

Alexia caminó hacia el altar del brazo de su padre. Se veía nerviosa, pero sobre todo contenta. Tomé el ramo de flores cuando llegó al altar y di un paso atrás para que pudiera estar frente a Marcus. Se me apretó el pecho en sentimientos tan fuertes, que no entiendo cómo pude permanecer sin llorar por el resto de la ceremonia.

—El amor es una fuerza inmensa y poderosa, que si bien, se puede entender como un concepto único, lo podemos desmenuzar en un millón de fragmentos. El amor nace del respeto, del cariño, de las sonrisas, de los pequeños y grandes momentos... De lo que parece ser insignificante a nuestros ojos, y que sin embargo, es tan importante a los ojos del otro. El amor es como ver el universo desde afuera, no parece tener un comienzo y mucho menos se le puede atribuir un final, pero está ahí, tan repleto e incuantificable. El amor es profundo y complejo, pero se siente blando, suave, confortable y oportuno —expresó el oficiante.

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