Capítulo 70

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Hazel Bell

Mis días comenzaban con un café, un par de tostadas y fruta. Otros, donde tenía un poco más de tiempo, comenzaban con un jugo natural de naranja, y ese típico lunes donde el cuerpo no me daba, comenzaba con un vaso de agua que era lo único que me alcanzaba a beber antes de salir de casa. Pero no me podía quejar, llegaba a la oficina y tenía un espacio grato de trabajo. Las ideas no se iban de mi mente y tenía mucho material para escribir. Seguía haciendo mi dato curioso de los viernes para la revista Tiempo de ocio, era un ingreso extra y, a decir verdad, me gustaba buscar novedades en internet para explayarme en media página.

Visitaba a Philip a media mañana y almorzábamos juntos en algún restaurante cercano. Hubo días donde volvía a la oficina junto a él a seguir escribiendo o simplemente a recolectar datos para futuros artículos, y también otros donde me iba a descansar a casa.

El tiempo me sobraba y mi ociosidad me había llevado a buscar algún trabajo de medio tiempo con el que pudiera completar mis horas de trabajo, algo pequeño como lo era la revista, pero que llevara mi mente a mundos donde aún no había explorado.

No había tenido suerte con eso, pero no dejaba de buscar.

Mi relación con Philip también iba marchando con normalidad. Algunas noches me quedaba en su departamento y salíamos a menudo a comer afuera. En fin, no podía reclamar respecto a mi vida; tenía amigos, una pareja, una familia y un trabajo estable. Algunos dirían que iba de camino a la felicidad plena, pero cuando pensaba en que algún día llegaría a ser feliz, recordaba a Deneb.

No era extraño que él viniera a mi mente, era más común de lo que la gente creía. Cuando pensaba en la felicidad, no podía dejar de pensar en el día donde me preguntó si era feliz. Ni mucho menos en sus palabras, que me expresaron que no creía en su existencia.

Mi respuesta no fue verdadera, más bien fue lo primero que se me vino a la mente, no me había dado el tiempo suficiente para pensar, y nunca antes había cruzado esa pregunta por mi cabeza. Pero él tenía una respuesta clara, para Deneb no había felicidad, y odiaba pensar que su corazón nunca iba a vibrar de esa forma eufórica que te hace sonreír de la nada, ni mucho menos iba a poder sentir plenitud en cada respiración.

Odiaba pensar que yo tampoco llegaría a eso, porque cuando repasaba mi día a día, mi vida, las personas que tenía a mi alrededor, llegaba a él y me daba cuenta las abrumadoras ganas que tenía de hablarle, de saber cómo estaba, de saber sobre su familia y su vida.

Porque Deneb era una piedra en el camino con la cual no tropezaba, la tomaba y la miraba durante horas, viendo dónde la podía dejar para que no me interrumpiera el paso, pero a la vez, para que no se perdiera entre las demás.

Cuando conversaba con Alexia no me limitaba a preguntar sobre Deneb, lo hacía con tanta soltura que a mi amiga ya se le hacía normal la pregunta, y como era de esperar, siempre me decía que estaba bien. No era la respuesta que quería, porque todo el mundo te dice lo mismo, hasta yo he dicho esas palabras cuando la angustia que recorre mi cuerpo parece querer matarme, pero por más que le insistía a Alexia, terminaba diciendo que Marcus no le contaba mucho sobre lo que hablaba con Deneb.

Y para ser sincera, tampoco sabía muy bien lo que quería escuchar. Porque uno siempre quiere escuchar algo, y no se va a conformar con cualquier cosa. Pensaba que quizás lo que necesitaba era su voz dirigiéndose a mí, debido a que aún creía que tenía la capacidad de descifrar si en realidad estaba bien con tan solo escucharlo. No sabía si seguía siendo de esa forma, pues también creía que un abrazo mío lo podía calmar, cuando estaba comprobado que ya no era así, todo lo contrario, mi tacto era capaz de alterarlo y empeorar su estado.

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