Deneb Kepler
No sabía cómo sentirme, ni cómo actuar. Pensé que la semana que tuve libre sería distinta. Y aunque los primeros días fueron geniales, el hecho de que Hazel no contestara ninguno de mis mensajes me tenía agobiado.
No le había enviado muchos, no quería parecer alguien intenso. Pero se me hacía tan raro que solo los viera, que por un instante pensé que me iba a dejar con la duda perpetua de lo que estaba pasando entre nosotros.
Cuando entramos a clases tampoco me contestó ni se intentó comunicar conmigo. Así que dejé de humillarme y me limité a leer. Porque tenía demasiado que estudiar, y ella era un buen distractor. Eso sí, tuve que guardar el posavasos pintado por sus manos en el último cajón de mi escritorio para no verlo. Para evitar que mi mente fuera a esos ojos castaños y por consecuencia a los sentimientos que intentaba con empeño calmar.
—Comimos pollo frito solo porque a mí me gustaba, ¿puedes creerlo?
—No...
—Pues sí. Los padres de Alexia son lo máximo, ni siquiera sé por qué estaba tan preocupado. Me sentí como un hijo más en esa familia —me comentó Marcus por décima vez—. Y su hermano... Dios, no sabes el miedo que me dio cuando lo vi. Mide como dos metros y tiene unos brazos que son fácilmente del ancho de mi cabeza. Creí que me iba a golpear y me amedrentaría a cada segundo, pero es un chico increíble con exceso de testosterona. El segundo día llegó su otro hermano, él no daba tanto miedo, pero...
Toda la maldita semana contándome cada detalle de cómo le había ido. No sabía si ya estaba saturado de escuchar lo mismo una y otra vez, o solo era mi poca paciencia rondando en esos días. De todas maneras, le sonreí, o eso intenté.
—¿Y esa cara de amargado?
Vale, la sonrisa había fallado.
—Cara de no querer más universidad —le dije y tiré un par de papeles encima del escritorio. No estaba funcionando bien, no era un chico que se podía refugiar en los estudios para no pensar en sus problemas.
—¿Pasó algo con Hazel? —inquirió, tomando lugar en su silla y girándola para quedar frente a mí.
—¿Cómo lo sabes? ¿Alexia te comentó algo?
—No. Pero sé que no la has visto en toda la semana y según recuerdo tú ibas a confesarle algo. —Lo último sonó en un canturreo. Le quité la mirada de encima con fastidio y ganas de cerrarle la boca—. ¿Pensaste mejor las cosas y ahora te arrepientes?
—Tengo todo muy claro, creo...
—¿Entonces?
—Es ella, Marcus, es ella la que de un día para otro dejó de hablarme —le dije con rapidez, demostrando lo abrumado que me encontraba—. Y no entiendo la razón.
—¿No la habrás cagado sin darte cuenta? Me suele pasar, amigo, cosa de cada día.
—No, no hice nada incorrecto. Y si lo hice... No lo sé, creo que conozco lo suficiente a Hazel para saber que me comentaría la razón de su enojo, me lo comunicaría de alguna u otra forma. Aunque supongo que la ley del hielo también es una manera de expresar su malestar conmigo...
—¿Pero qué crees que sucedió?
No tenía idea, pero cada teoría que creaba era peor que la anterior. Y lo terrible es que me daba miedo cada una de ellas. Así que negué con impotencia al no saber qué responderle.
—Estaba listo —musité con agobio y enfado—. Tenía un par de dudas que iba a resolver en el camino, pero estaba jodidamente listo para pedirle la oportunidad de ir en serio con ella... ¿Qué se supone que deba hacer ahora, Marcus?
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Estrellas en el firmamento ✔️
RomansaHazel jamás pensó que, en la noche del cumpleaños de su mejor amiga, iba a conocer a un chico que le cambiaría el sentido al resto de sus días, ni mucho menos que después de una propuesta por parte de él, ella terminaría fingiendo ser su novia delan...