14 Andrés.

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Tener el control de las cosas era mi deporte favorito, controlarlo todo, de forma correcta, era la forma como había aprendido a vivir. Incluso con el sexo era organizado y siempre era yo quien planeaba lo que iba a suceder y con quién... hasta que ella llegó.

Entonces por más que intenté hacer las cosas a mi modo, todo se salió del camino con unas simples palabras suya y yo me convertí en ese adicto de sus besos que no era capaz de decirle no nunca.

Después de la visita que le hice a Luciana me sentía tan miserable que no era capaz de dejarlo pasar. Dolía, la culpa era una hija de puta conmigo y no lograba dejarla atras pero en el segundo en el que Anna me besó, de nuevo todo estuvo en calma, en paz.

Ella y sus labios de nuevo parecían ser el bálsamo que necesitaba.

*****

Nos besamos por tanto tiempo como nos fue posible. De nuevo lo que sucedía a nuestro alrededor dejó de importar porque lo único que deseaba era no dejarla ir, no de nuevo.

Estaba perdido, no había más dudas, quería a esa mujer para mí.

¡Veré si Anabelle está bien! —escuché gritar a Amelia.

Y supongo que Anabelle también lo hizo porque dejó de besarme y trató de alejarse. La sostuve con fuerza de la cintura y solo la liberé cuando comprobé que no iba a caer.

Con la misma dificultad que tenía yo para respirar, se apoyó de la pared detrás de ella y trató de calmarse, pero cuando Amelia apareció creo que era muy evidente lo que había sucedido.

Anabelle miró mis labios y mordió los suyos antes de mirar a Amelia.

Quería ver si estabas bien —susurró la novia de Sebastián.

Lo estoy —respondió Anabelle aún agitada— pero estoy casada, ¿puedes pedirme un taxi?

¿Te vas? —preguntó Amelia, Anabelle asintió alejándose de la pared— El señor Augusto puede llevarte... si quieres.

Vale, entonces iré a despedirme...

Anabelle sin volver a mirarme caminó con Amelia hacia el jardín y yo me quedé mirando como se alejaba de mí y aunque quise decirle muchas cosas, no pronuncié palabra alguna.

Caminé hasta la cocina y me senté en uno de los bancos mientras intentaba entender lo que me estaba pasando, lo que ella estaba haciendo conmigo y mi poca cordura.

Sebastián me miró desde el jardín cuando Anabelle se acercó a ellos para despedirse y con discreción caminó hacia donde yo estaba.

¿Andrés? —susurró mi amigo— ¿Estás bien?

Asentí aun con toda esa confusión dentro de mí, con todas mis dudas y temores, con todo eso que no sabía definir.

¿Habías contemplado la idea de tener una relación después de Marce? —pregunté sin pensármelo demasiado.

Sebastián me miró sorprendido y tomó un lugar junto a mí.

No, nunca se me había cruzado por la cabeza —respondió con calma— hasta que ella apareció.

¿Cuándo sucedió? —quise saber— ¿Cuánto tiempo pasó?

Mi mejor amigo sonrió.

Creo que fue en la primera noche que pasé con ella... después de que me quedara contemplándola dormir.

¿Y te asustó? —pregunté mirando de nuevo hacia el jardín.

MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora