De nuevo estaba en mi cama, en mi vida y aunque me negaba a admitirlo en voz alta, sabía que ella tenía todo con lo que yo podría ser feliz, otra vez.
Físicamente me encantaba, su cuerpo era de un tamaño promedio, de una contextura con la que me sentía cómodo, seguro de que no iba a lastimarla con tanta facilidad.
Su lengua ligera era tan buena para responder como para dar placer y la libertad con la que disfrutaba del sexo era el ingrediente principal por el cual yo estaba cautivado por esa mujer.
*****
No podía dormir, de nuevo estaba allí, mirándola y preguntándome cómo podría hacer para conquistarla, para no ser solo yo quien se sintiera del modo que me estaba sintiendo con ella.
Anna tenía miedo, quizá tanto como yo, pero además estaba lastimada y yo quería curarla, quería que olvidar los días grises que vivió, yo quería darle luz, paz, esa misma que lograba sentir gracias a ella.
—No —susurró aun con los ojos cerrados— Joder, suéltame —suplicó Anna, yo fruncí el ceño— Déjame... por favor, David me lastimas.
La sola mención de ese hijo de puta puso a hervir mi sangre, pero cuando su cuerpo empezó a moverse con violencia, me vi obligado a reaccionar y tomé su mano para despertarla.
—Anabelle —susurré.
—Suéltame —suplicó ella aun dormida— ¡Auxilio!
—¡Mierda! Anna despierta —la moví desesperado por despertarla, por sacarla de esa pesadilla que evidentemente la hacía sufrir— ¡Anna, despierta!
—Andrés...
Su cuerpo empezó a calmarse y dejó de forcejear, la miré y me di cuenta de que no había despertado, algo que me sorprendió.
¿Sueñas conmigo?
—Anna... —susurré acariciándole el rostro— Anabelle...
Sus hermosos ojos se abrieron de golpe y su cuerpo se alejó de mí tanto que, si no hubiera estado tomando su mano, ella hubiera caído.
—Tranquila —susurré acariciándole los dedos— soy yo.
Su mirada asustada, el miedo en su rostro y esa respiración agitada me recordaron a esa noche en la que ese hijo de puta la lastimó.
No quería liberarla, pero sentí que lo necesitaba así que asegurándome de que no fuese a caer, la solté y ella se abrazó a su cuerpo confundida.
—¿Estás bien? —pregunté.
Anabelle, respiró profundo y solo asintió.
Salí de la cama y caminé hasta la mesa donde siempre dejaba una botella de agua. La abrí y se la extendí cuando estuve frente a ella.
Anna la tomó con manos temblorosas y bebió.
—Tuviste una pesadilla —susurré sentándome a su lado.
Anabelle dejó de beber y me miró con cierta incomodidad.
—He soñado con esa noche muchas veces —me dijo, mis ganas de matarlo crecieron— y no entiendo por qué...
—Es normal —susurré tomando su mano, ella me miró aun incómoda— te atacó, no es algo que puedas superar tan pronto...
—Sí, eso dice mi psicóloga —yo solo la miré en silencio— ella cree que por mi carácter no me permito demostrar mis miedos y en mis sueños se liberan.

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Medianoche
RomanceNunca quise una segunda oportunidad, no para el amor, no para un sentimiento que rompió mi corazón. Yo solo quería vivir, disfrutar de mi nueva libertad y follar, no importa con quién, de todos modos todo sería temporal, pero entonces apareció él...