La historia entre el dragón y la princesa nunca fue una historia de amor. No era ese el cuento de hadas que solían contarte, porque nadie nunca te dirá que debes enamorarte de quien tarde o temprano podría hacerte daño.
Nadie nunca te contará una historia donde la princesa logra con su amor convertir al dragón en su príncipe. Ni el dragón puede intentar cambiar para merecer el amor de su princesa, porque aunque lo deseemos con el alma, hay historias a las que no le podemos poner un final feliz.*****
Caminé fuera del hospital sintiendo que iba a asfixiarme.
—¡Serás imbécil! —gritó Amelia detrás de mí.
La miré y en ese momento no pude enfadarme por sus gritos, los merecía, obviamente sabía que yo los merecía.
—¡Ni siquiera puedo creer que hayas dicho eso! —gritó ella— ¿Cómo puedes ser tan cretino?
La miré en silencio soportando sus gritos.
—Amelia entra —pidió Sebastián tomándola de la cintura, ella lo miró molesta— Entra, yo me encargo de él.
—¡Mereces a la mujer que tenías! —gritó Amelia sobre mí— No a Anabelle.
Se liberó de Sebastián y furiosa regresó a la sala de espera.
Yo me apoyé de un auto y esperé ser juzgado por mi mejor amigo.
—¿En qué demonios pensabas cuando dijiste eso? —gritó Sebastián.
Era tan dificil lograr que él siquiera levantara la voz y en ese momento lo hizo, con justa razon lo hizo. Pensé que decir algo en mi defensa pero me di cuenta de que nada de lo que dijera podía justificar mi comportamiento.
—¡Anabelle muere por ser madre! —gritó el hombre que casi nunca levantaba la voz—¿Como se te ocurre sugerirle un aborto? —me mantuve en silencio y solo lo miré— ¿Qué demonios pasa contigo?
—Entré en pánico —fue lo mejor que pude decir.
—¡Pánico una mierda, Andrés! —gritó de nuevo mi mejor amigo— ¡Pánico sentí yo a mis 18 años cuando Marcela me dijo que estaba embarazada! ¿Pero tú? Con casi 43 años... ¡No me jodas!
Masajeé mi rostro mientras me sentía miserable.
—No puedo creer que a un hombre de tu edad, con tu madurez y posición solo se le haya ocurrido mencionar un aborto en un momento como este.
—Ya Sebastián —supliqué masajeándose los ojos— Sé que dije una estupidez....
—¿Una estupidez? —preguntó incrédulo— Estupidez es que sientas celoso de Sálamo, estupidez en que te asuste tanto la paternidad... pero lo que has dicho dentro de esa habitación, eso no tiene nombre.
Sentí que la cabeza me iba a explotar del dolor, pero Sebastián no parecía estar dispuesto a callarse.
—Cuando Marcela salió embarazada, todos nos sugirieron abortar —me recordó Sebastián— ¿Y qué fue lo que dijiste tú?
Lo miré avergonzado.
—Me dijiste que los hombres asumen sus errores, no escapan de ellos... Me dijiste que solo un cobarde tomaría la salida fácil, pues hoy... ¡tú eres un cobarde!
Y ese fue el golpe de gracia que acabó conmigo, esas fueron las palabras que nunca iba a olvidar, ni la mirada de decepción de mi mejor amigo, ni el dolor que vi en los ojos Anna.
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Medianoche
RomansaNunca quise una segunda oportunidad, no para el amor, no para un sentimiento que rompió mi corazón. Yo solo quería vivir, disfrutar de mi nueva libertad y follar, no importa con quién, de todos modos todo sería temporal, pero entonces apareció él...