32 Anabelle.

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Mis muñecas estaban atrapadas por dos pequeñas correas de piel suave, detrás de mi espalda una banda me servía de soporte y otra pasaba por debajo de mis muslos. Ambos tobillos estaban sostenidos del mismo modo que mis muñecas, pero estas correas me mantenían con las piernas abiertas, algo que le resultaba perfecto a Andrés que de nuevo estaba arrodillado entre ellas, torturándome.

Por favor —supliqué— Por favor.

Andrés de nuevo se alejó cuando estuvo a punto de correrme y quise llorar de frustración.

Suéltame —exigí molesta— Suéltame.

Sacudí brazos y piernas deseando poder liberarse, me movió con fuerza, con tanta que terminó despertando.

Abrí los ojos aturdida y me dio cuenta de que estaba en la habitación de Andrés, en su cama, pero él no estaba a mi lado.

Yo estaba desnuda y me di cuenta de que ella pesadilla fue a causa de lo cruel que fue Andrés la noche anterior. Había usado cada uno de los objetos con los que había equipado la mazmorra privada y siguiendo los consejos de Jack, no me permitió correrme hasta que a él se le antojó.

No podía negar que había sido una de las mejores noche de mi vida, pero a causa de la frustración que sentí, había tenido esa pesadilla.

Sonreí y cubrí mi rostro para olvidar el mal sueño y solo recordar la perfecta realidad que estaba viviendo.

¿Andrés? —llamé levantándome de la cama.

Caminé hacia el baño y este estaba vacío.

Salí de la habitación y bajé las escaleras con temor de que él pudiera estar acompañado, pero de nuevo todo estaba en silencio haciéndome saber que él no estaba en casa.

Intenté no enfadarme suponiendo que tenía mucho trabajo hoy y tomé mi movil de la mesa del salón.

Me sorprendí cuando fui consciente de que apenas eran las ocho de la mañana y él ya se había marchado, pero dejé de darle vueltas al asunto y marqué su numero mientras caminaba hacia el lugar donde tenía una mazmorra, pero al intentar abrir la puerta la encontré cerrada.

Anabelle... —respondió Andrés del otro lado de la línea.

Buen día —saludé intentando no enfadarse por la frialdad con la que me había saludado— te fuiste temprano.

Sí, tengo muchas reuniones... hablamos después.

La llamada terminó incluso antes de que pudiera responderle y la sonrisa que aun intenté conservar se fue al diablo.

Después de tener sexo, me había quedado dormida y ni siquiera pudimos conversar sobre lo que había pasado, por lo que asumí que aún seguía enfadado conmigo.

Cuando mi teléfono recibió un mensaje de Amelia preguntándome dónde estaba, me di cuenta de que estaba retrasada y salí corriendo hacia la habitación para prepararme.

Durante toda la mañana y parte de la tarde, no pude ocultar su desgano a causa de la situación con Andrés, por lo distante que se había mostrado durante todo el día y aunque pareciera estúpido, empezaba a sentirme enferma a causa de ello, pero todo empeoró cuando la luz en mi teléfono se iluminó mostrando el nombre de mi hermana en la pantalla.

¡Joder, ahora no!

Giré los ojos cuando me di cuenta de que no iba a decistir  así que lo tomé sin ninguna emoción.

Hola Gianella —saludé al responder.

Joder, tía. Que te he llamado todo el fin de semana y no me has cogido el móvil —volví a girar los ojos— Ana me ha tenido loca queriendo hablar contigo... ¿De qué vas, tía?

MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora