27 Anabelle 🔥

155 6 0
                                    

Mis manos estaban encadenadas al techo de la barra. Mis piernas abiertas de lado a lado y entre ellas Andres me daba el mejor sexo oral de mi vida. Incluso uno mejor que el que me dio en el elevador de la editorial.

Mi cuerpo estuvo a punto de convulsionar un par de veces y él habia abandonado su tortura para impedir que me corriera y cuando lograba calmarme empezaba de nuevo.

Como si eso fuera poco. Sentado detrás de mí estaba Jack y sus manos acunaban mis tetas con fuerza y su voz me decía cosas deliciosas que solo aumentaban mi placer, ese que necesitaba liberar con desesperación.

Por favor... —supliqué.

Eres todo un encanto cuando suplicas —susurró Jack chupandome la oreja— nadie creería que hace unos minutos estabas gritando sobre nosotros...

Él sí que me torturaba, me besaba el cuello y se acercaba a mi boca, pero nunca me besaba como yo lo deseaba, solo se limitaba a calentarme con su voz, con esa voz varonil que Dios le dio.

Sabía que no iba a follar con él nunca, me lo habia dicho aquella primera vez; su polla solo era de su esposa y aunque fantaseé con sentirlo dentro de mí, tuve que conformarme con su boca y todas esas maravillas que hacía con las manos.

Te lo dije, jefe —susurró Jack lamiendo mi cuello— ella disfrutará más en mi lado del club que en el tuyo...

Y quizá decía la verdad porque aquella primera vez a su lado, fue fabulosa. Ceder el control por un momento me hizo sentir liberada y comprendí, por un instante, porque las sumisas disfrutaban tanto.

La lengua de Andres abandonó mi sexo, pero tomó su lugar sus maravillosos dedos. Se acercó a mi boca y me besó dejandome sentir el sabor de mi propio placer.

¿Es verdad? —me preguntó con la mirada de dragón encendida— ¿Me harás tomar clases para complacerte?

Succioné su labio inferior y me sonrió.

No creo que necesites tomar ninguna clase para complacerme, lo haces de maravilla —confesé disfrutando de su boca y de sus dedos— Y tienes el poder de controlarme sin que sea consciente de ello... y me encanta, aunque intente negarlo... me encanta.

Su sonrisa perfecta apareció dejandome ver su ego complacido por mis palabras y aunque lo que dije parecía haberlo hecho feliz, Andres volvió a castigarme cuando sus dedos abandonaron mi sexo.

Quise quejarme, pero él volvió a besarme y otra vez a tocarme. Me torturaba y era tan buena su crueldad.

Tiré de las cadenas deseando tocarlo, abrazarlo pero estas no cedieron ni un poco. Jack subió sus manos por mis brazos y los acarició con suavidad, incluso algo tan simple era excitante viniendo de ese hombre.

Te diré un secreto —susurró mordiéndome la oreja y haciéndome temblar con su hablar— esas cadenas son como los cinturones de seguridad —con lo excitaba que estaba no logré entender lo que trataba de decir— si tiras con fuerza se bloquea, pero si lo haces con suavidad —sus dedos rodearon mis muñecas y tiraron de estas con ligereza logrando que cedieran finalmente— te complacerán.

Quise insultarlo por no haberlo mencionado antes, pero estaba tan aliviada cuando pude descanzar mis brazos que no me quejé.

Andrés sonrió al ver mi asombro y yo solo aprobeché mi limitada libertar para llevar mis manos hasta su cuello y halarlo de nuevo hasta tener su boca disponible para mí.

El placer volvió a atraparme cuando los dedos de Andres de nuevo acariciaron mi sexo y un gemido descarado escapó de mi garganta.

Era demasiado perfecto, el momento, el lugar, el modo... todo era perfecto y yo estaba disfrutandolo con el mayor de los descaros.

MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora