26 Andrés.

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Existen tantas distintas formas de sentir el amor. Tantas maneras de manifestarse que cuando empiezas a girar en torno a alguien, a sus sonrisas, sus lágrimas... entonces no se debería tener dudas... es amor, aunque a veces te niegues a admitirlo.

*****

Llegué a mi oficina cuando en mi reloj apenas marcaba las siete de la tarde. El sol aun brillaba, pero dentro de Despertar la noche había empezado y los socios ya estaban disfrutando de las instalaciones.

Había llegado más temprano de lo planeado, no quería arriesgarme a que Anna lo hiciera antes que yo así que decidí venir y revisar los documentos que sabía tendría sobre el escritorio.

Durante casi 20 minutos me concentré en revisar todos los gastos que habiamos tenido en la semana y firmar los cheques de pago. Separé los documentos que Sebastían debía firmar y me levanté de mi sillón.

Un golpe en la puerta me hizo caminar hacia la entrada para recibir a quien estuviera allí.

Señor, perdone la interrupción —se disculpó Octavio— hemos tenido un incidente...

¿Qué sucedió? —pregunté preocupado.

Mario, señor —fue todo lo que respondió el hombre.

Ni siquiera pregunté qué habia sucedido porque podía imaginarlo.

¿Jack no ha llegado? —pregunté saliendo de mi oficina.

No, señor.

Bajamos las escaleras y tomamos la puerta principal para rodear el club y llegar más rapido hacia ese nuevo ambiente que habiamos construido.

El lado oscuro del club, como lo llamábamos, fue terminado hacia poco más de un año y es el lugar donde los Dominantes y sumisos disfrutaban de nuestras instalaciones sin perturbar a los que no nos gustaba de ese tipo de juegos.

Las grandes puertas se abrieron cuando aparecimos y Octavio caminó delante de mí guiándome hacia donde suponía estaba el hijo de puta de Mario. Ese socio que en más de una oportunidad se la ha ido la mano con sus estúpidos y crueles juegos.

¿Ahora qué hizo? —pregunté para prepararme.

Lo de siempre, amordazó a una sumisa y esta no pudo decir su palabra de seguridad...

Lo de siempre —gruñí furioso.

Giramos a la izquiera hasta llegar a la zona donde las mazmorras estaba situadas y desde donde podia escuchar el sonido de las fustas azotando la piel de alguien.

Me molestaba mucho ese lugar, por más que a muchos les causara placer, a mí me resultaba incómodo ver o escuchar los gritos de las personas que eran golpeadas, con su consentimiento, por un Dom.

Le habia asignado a Jack la responsabilidad de vigilar que nadie rompiera las reglas, pero justo esa tarde yo debía que ocuparme del trabajo sucio.

Dos de los chicos de seguridad estaban de pie en una de las mazmorras advirtiéndome que ese era el lugar donde encontraría a aquel hijo de puta. Ambos se hicieron a un lado cuando llegué y en cuestion de segundos vi a Mario apoyado de la pared con postura aburrida y mirando su reloj como si tuviera prisa.

Una joven de cabello castaño y piel muy blanca estaba sentada sobre uno de los sofás con los hombros hundidos y la cabeza tan inclinada que no pude reconocerla hasta que me aproximé a ella.

¡Finalmente llegas! —exclamó Mario al verme.

Me arrodillé frente a la joven y solo allí pude reconocerla, era Bri, una de las más jovenes sumisas que visitaba el club. era tan bajita que me costaba mucho imaginarla sosportando ese tipo de situaciones por decision propia, pero lo cierto era que llevaba años visitando mazmorras como esas.

MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora