7 Annabelle.

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Los caminos se juntas de manera repentina y algunas veces el tuyo se une con el de una persona que, aunque te gustaría, sabes que no estará incluida en tu destino.

*****

Cuando abrí los ojos la habitación aún seguía oscura, pero me sentía tan descansada que estaba segura no podía seguir siendo de noche.

Froté mis ojos y cuando miré a mi lado en la gran cama, me encontré sola. Supuse que se había marchado, lo cual no sería algo nuevo, es lo que suele suceder cuando tienes sexo improvisado, pero deseé que en esa ocasión fuera todo diferente.

Había sido tan perfecto que el hecho de que Andrés se haya marchado lo arruinaba todo.

Decepcionada salí de la cama y caminé desnuda hacia el baño. No pude reprimir la sonrisa que apareció en mi rostro al darme cuenta de que sus artículos de aseo personal seguían allí. Un neceser negro de una costosa marca estaba abierto y dentro había una buena colección de productor para afeitar.

A un lado de esto estaban dos perfumes, ambos de Armani y cuando tomé uno de ellos, mi estómago se estremeció al reconocer esa fragancia, la misma que había elegido usar aquella primera noche.

La felicidad que me invadió debió preocuparme, pero me dije que más adelante tendría tiempo para eso y me obligué a disfrutar de ese momento, de esa paz que pensé no tener en un momento como ese, en una crisis tan fuerte como la que llevaba semanas atravesando.

Dejé de husmear en sus cosas y tomé un cepillo de dientes nuevo, rasgué el empaque y por unos minutos me ocupé de mi propio aseo.

Intenté arreglar mi cabello, pero era un desastre que solo una buena ducha podría mejorar. Pensé en tomarla en ese momento, pero su voz atravesó las paredes logrando que mi cuerpo se estremeciera.

Los recuerdos de la noche pasada invadieron mi memoria y mi sonrisa le hizo honor a esa emoción que experimenté.

La idea de salir desnuda me tentó, pero no me sentía tan valiente esa mañana así que decidí usar mi ropa, pero su camisa estaba sobre la silla así que la tomé sin pensármelo dos veces, me cubrí con la suave tela y abandoné la habitación.

Caminé descalza hasta el pequeño salón y de nuevo sufrí una sobrecarga de emoción al verlo.

Joder, tía... compórtate, me regañé.

Respiré profundo y me apoyé de la mesa que tenía detrás para contemplar lo guapo que lucia esa mañana.

Su cabello rizado mostraba destellos plateados que podría delatar su edad, pero su rostro perfecto confundiría a cualquiera. A pesar de estar vestido de modo casual, para mí la camisa blanca y el pantalón azul que llevaba esa mañana, lo hacía lucir jodidamente sexy.

Andrés estaba frente al sofá con una portátil sobre la mesa de centro y estaba tan concentrado que no notó mi presencia.

Listo —lo escuché decir— te envié la autorización.

Sí, ya la recibí —respondió una mujer.

Solo allí me di cuenta de que tenía el móvil activado con una llamada.

Me ocuparé de esto ahora mismo, no te preocupes.

Gracias, cariño —susurró Andrés aun con la mirada fija en su portátil— No olvides llamar a la aerolínea...

Llamaré apenas terminemos de hablar, pero me prometes que no es por Fernanda por quien te quedas.

¿Quién es Fernanda?

MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora