38 Annabelle.

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El destino es esa ruleta que gira y gira uniendo caminos, personas... momentos. Es esa casualidad que crea circunstancias irreales e increíbles con el fin de unir dos caminos que quizá nunca debieron cruzarse o que por más que intenten separarse siempre tendrán el mismo fin... volver a encontrarse.

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Gianella me había mandado la hoja de vida de Fernanda y sin duda tenía mucha preparación , además de una excelente carta de recomendación de Sfera, pero la idea de tenerla trabajando en la misma editorial me causaba cierta angustia, porque podría representar una excusa para en algún momento cruzarme con Andrés y no quería albergar esa ilusión, porque aunque me seguían doliendo sus palabras, todo lo que se refería a él seguía siendo una ilusión, algo irreal a lo que mi corazón se aferraban aun cuando su mente lo rechazaba.

Bueno, si no estás segura, no lo hagas —susurró Pamela a través de la videollamada— Porque tenerla trabajando aquí dejará la puerta abierta para en algún momento cruzarte con él.

Giane dice que lo ha visto pocas veces, quizá solo venga aquí a Salamanca a ver a sus padres...

Sí y si en algún momento no está su hermana podría venir a la editorial, pasar por ella para ir a comer y te cruzarías con él.

¿Entonces crees que no debo ayudarla?

No, lo que creo es que debes pensártelo bien —respondió Pamela— Lo de ustedes es muy reciente, Joder, Anna te ibas a mudar con él... es normal que te tome un tipo superarlo.

Jo tía, si no he muerto con un divorcio...

No te vi llorar por David como te he visto hacerlo por Andrés —no pudo defenderme— Solo piénsalo un poco y si crees que da igual que te lo puedes encontrar... pues recomiéndala.

Vale, me lo pensaré...

No entiendo por qué no le ha pedido ayuda a Sebastián, si tiene acciones aquí —me encogí de hombros— no le sería difícil conseguirle el trabajo, pero bueno, da igual... piénsalo y luego ves si ayudas a tu excuñada.

Le saqué la lengua y cuando terminé de maquillarse para el almuerzo con mi madre terminé la llamada con Pamela, justo cuando la puerta se abrió y la pequeña niña de cabello oscuro apareció frente a mí luciendo el hermoso vestido que le había regalado.

¡Qué hermosa estás, cariño!

Me encanta, Bell —susurró ella abrazándome.

La subí sobre mí y le besé las mejillas con amor.

No se lo sacará nunca —dijo Gianella al entrar— el que le regalaste la vez pasada lo usó hasta que no entró en él, lo quería usar en todas las fiestas, tía.

¡Es que me gustaba mucho! —respondió Ana besando de nuevo mis mejilla— ¿Cuándo vuelvas a América puedes llevarme?

Eh... no voy a volver.

¿Por qué no? —interrogó la niña con pesar— Yo quería conocer América, quería conocer a tu amigo...

¿Qué amigo? —preguntó Gianella sorprendida.

Se sentí palidecer.

El amigo americano de Bell —respondió la niña, la dejé en el piso y fui por sus cosas— ¿Cómo se llamaba, Bell?

MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora