23 Annabelle

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Mi cuerpo se sentía en paz, en armonía, era como si nada malo sucediera en mi vida y solo cuando abrí los ojos entendí la razón.

Él, mi sexy dragón.

Andrés estaba acostado a mi lado, su rostro lucía tan relajado como creo nunca lo había visto. Dormía profundamente, pero podía notar la calma que lo envolvía.

Me acomodé sobre la almohada y lo contemplé en silencio.

Su cabello pintaba hermosas canas que solo lo hacían lucir aún más guapo, sus cejas pobladas, su nariz ancha, esa frondosa barba que rodeaba sus rosados labios. Todo en Andrés me gustaba, todo en él me parecía hermoso y sabía la razón... lo quería, no sabía cómo había pasado, pero lo quería y lo quería para mí.

Llegado a ese momento las razones por las que no debería estar con él habían quedado en segundo plano y traté de inventarme un camino en el que nuestra historia podría funcionar, pero aún no lo encontraba.

*****

El sol empezaba a colarse por las cortinas pasteles que cubrían el balcón, los pájaros parecían estar haciendo un concierto cerca de nosotros y mi memoria de llenó de la perfecta noche que habíamos tenido.

Sin poder evitarlo, me acerqué un poco más hacía él, tan cerca que podía sentir su respiración sobre mi rostro, tan cerca que besar sus labios no me representó ningún trabajo.

Respiré profundo cuando mi corazón se agitó al tocar su boca, al experimentar todo eso que él despertaba en mí con algo tan simple como el contacto de nuestros labios.

Era increíble la forma como me sentía a su lado, todo parecía nuevo, diferente... especial.

Andrés se movió sobre su costado y yo quise alejarme de inmediato, pero su brazo me rodeó con rapidez la cintura y me presionó a su cuerpo.

Abrió los ojos y el verde de su mirada aceleró aún más mi corazón.

¡Joder, que niñata soy!

Te tengo —susurró con una voz ronca— de nuevo te tengo, princesa...

Abrumada por lo bien que me sentía a su lado, me escondí en su pecho y disfruté del aroma varonil de su piel.

¿Te sientes bien? —susurró acomodándome el cabello.

No sé cómo, pero cuando tú estás conmigo siempre estoy bien...

Andrés levantó mi rostro y besó mis labios.

Es de ese modo que me siento siempre que estás a mi lado, hermosa —me miró de nuevo a los ojos y sonrió— pensé que huirías...

Lo miré sorprendida y él amplió su sonrisa.

Pensé que al despertar ya no estarías aquí —susurró— por lo menos no a mi lado.

Pues sigo aquí...

Y no sabes cuán complacido estoy...

Una de mis manos volvió a acariciar su rostro mientras él me miraba de ese modo que cualquier mujer se sentiría halagada.

No debería decirlo —susurré— porque sé que tu vanidad ya está suficientemente inflada, pero que guapo eres.

Andrés sonrió y me presionó de nuevo sobre su pecho.

Sigues ebria —bromeó, yo sonreí al oírlo— ¿te sientes bien?

Sigo aterrada por tu culpa —confesé mirándolo.

MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora