7. Síndrome de Alejandría

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Alessia

Síndrome de Alejandría

Se dice que solo el 0.1% de la población padece de esta singular afección genética y yo pertenezco a ese porcentaje.

Al nacer con esta particularidad se tiene ojos azules, un color intenso, un azul muy llamativo, que alrededor de los seis meses de vida empieza a cambiar el azul por un torno un poco más...violeta.

En mi caso no lo presenté hasta los dos años, que es un poco extraño según la ciencia el que se haya hecho presente hasta esa edad.

A partir de mis dos años mis ojos empezaron a cambiar, al principio no era muy notable, pero al pasar los años se hizo más intenso el color, haciéndose notar un llamativo violeta que era imposible no mirar.

Mi madre pensaba que era un mal, que era brujería o algo parecido, así que empezó a llevarme a varios lugares en dónde me examinaran espiritualmente. Pero pasaba el tiempo y nada de lo que me hacían funcionaba, pues parecía que el color cada día se intensificaba más.

Las personas se impactaban cada vez que miraban el color de mis ojos, para muchos era interesante, para otros una aberración, en realidad para la gran mayoría.

Por otro lado mi cabello también es un poco... particular, no tanto como mis ojos por supuesto, pero sí siguen siendo extraño y diferente. Podría decir fácilmente que es teñido, pero la verdad es que no lo es. Desde pequeña he tenido este color tan singular en mi cabello, no es rubio, es algo más claro que eso, es casi como color cenizas.

Pero todo esto tiene un porqué, y allí es a dónde vamos.

Mi padre estaba cansado de que mi madre cada semana me llevará a un lugar para hacerme limpiezas, a una iglesia para que rezaran por mi, o me llevara con santeras para que me diagnosticaran.

Mi madre en ese entonces estudiaba enfermería, pero creía que yo era más de una brujería que de una enfermedad.

Mi padre decidió llevarme con un especialista, cosa que debieron hacer antes. Allí es donde me diagnostican con el síndrome de Alejandría.

Empiezan a hacerme muchos estudios y nuestra economía empieza a decaer, algo que mi padre no pudo soportar y se marchó dejándonos a mi madre y a mí.

Fue muy doloroso, estaba muy pequeña y mi madre se deprimió. Yo me preguntaba a dónde había ido mi padre, no entendía que jamás volvería, que se iba pro ser un cobarde. Mi madre estudiaba enfermería y ahora debía trabajar, estudiar y ser madre al mismo tiempo. Pero pudimos superar todo y surgir sin necesitar a un hombre.

No todo fue malo, aprendí muchas cosas acerca de mi afección, ya le tenía nombre así que cuando tuve edad suficiente empecé a investigar todo al respecto.

Empiezo a entender mi cuerpo.

Aprendo que la ausencia de vellos en mi piel... el que parezca que me depilo a diario cuando no es así, es normal.

Que el tener el cabello de un color tan claro es parte del síndrome.

El que mi piel sea tan pálida, que por más vitaminas y jugos que tome seguiré estando así de pálida, que por más sol que tome no me bronceare pues mi piel es muy resistente al sol, es normal, es parte de todo esto.

Pero la sociedad no acepta mi diferencia, por eso tengo que estar usando unas molestas lentillas para ocultar ese peculiar color.

Termino de colocarme los lentes de contacto y salgo de la casa, pues mi amiga tiene todo un escándalo con la bocina.

—Despertarás a todos los vecinos—protesto subiendome a su auto.

—Amiga, ¿Si estás conciente que vives en el medio de la nada verdad?

La chica de los ojos violetas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora