30. Sé mi chica.

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Siento el mundo detenerse y el silencio de Ian me tiene ansiosa.

Me acerco unos pasos más y puedo ver la gravedad de todas esas heridas.

—Eh...por eso no quería quitarme la camiseta...yo...yo de pequeño tuve un accidente automovilístico ...pero, pero fue hace mucho tiempo...no-no te preocupes—sonrie en un intento por calmarme pero su nerviosismo solo me altera más.

Me acerco completamente a el y coloco una mano sobre su pecho y siento como se tensa ante mi contacto. Bajo un poco mi mano y poco a poco acaricio cada una de las heridas que tiene, tanto en el pecho con en sus brazos.

—Se ven muy dolorosas—comento con mis ojos empañados.

Solo de imaginarme a un Ian completamente lastimado algo dentro de mí duele, quema.

—Lo son...lo fueron—corrige torpemente.

—No tenía idea...no debí...

—No digas nada, está bien—me interrumpe.

Alzo mi mirada y lo miro directamente a los ojos.

No sé que me dice su mirada pero veo tantos sentimientos en ellos que es todo un enigma lo que pasa dentro de su cabeza y su corazón.

No sé si es un tema delicado para el, pero debió ser muy duro haber pasado por todo eso.

Ian acaricia mi mejilla en un intento por relajarme y me sonríe un poco.

Me relajo un poco y beso su mano con mis ojos cerrados.

Y no puedo evitarlo, quiero hacerlo, solo espero que no se aviente al suelo.

Bajo mi mirada, miro su pecho frente a mí y le doy un beso.

Luego de lo doy otro y otro y así voy hasta ir besando cada una de sus heridas.

No sé mueve, se mantiene estático, y no sé si me estoy sobrepasando pero algo me dice que no pare.

Lo acaricio y lo beso, lo beso y lo acaricio.

Y mientras beso una de sus heridas siento una punzada en mi estómago al ver que una parece reciente.

No, eso no podría ser, eso fue hace mucho tiempo.

Ignoro lo que acabo de ver, o lo que me imaginé y ahora le beso el cuello.

Me aparto un poco para mirarlo a los ojos, pues sigue sin moverse y hasta parece que no respira.

Lo miro algo aterrada por su reacción y cuando miro sus ojos me sorprendo a ver los oscurecidos que están, jamás los había visto de tal color.

Creí que no podrían ser más negros, pero me equivoqué.

En el instante en que quiero preguntarle si está bien, o si está enojado, reacciona.

Y como menos lo esperaba.

Toma mi cabello y mi cintura con desesperación, envolviéndome en un beso feroz que casi me hace caer sentada pero su agarre fuerte lo evita.

Me besa con deseo y al principio me cuesta seguir el ritmo pues me ha agarrado desprevenida, pero cuando logro hacerlo ambos tenemos una guerra inconsciente de quién toma el control.

Todo frío de mi cuerpo se ha ido, el contacto de su piel contra la mía enciende todo mis sentidos.

Mis piernas fallan y siento que caeré, me siento como una gelatina rendida ante el.

Poco a poco me dejo caer en la arena pero sin dejar de besarnos, y seguimos así i hasta encontrarme acostada en la arena con él encima de mí.

Siento que tengo mucha ropa, siento que el también, todo a mi alrededor desaparece, todo, ya olvide porque lloraba en la mañana, ya olvidé todo lo que que he llorado, lo sé he sufrido por tener el síndrome, olvidé todo lo que me duele.

La chica de los ojos violetas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora