Mi vista se nubla a causa de las lágrimas acumuladas en mis ojos.
Las palabras de Ian no llegan a mi corazón, llegan a mi alma.
Se repiten una y otra vez en mi cabeza.
No me muevo ni hablo, solo lo miro.
¿De dónde ha salido este chico?
Miro sus ojos negros, y sus pestañas tan largas y oscuras que tanto me gustan.
Una lágrima se escapa de mis ojos y resbala por mi cara, pero no llega a su destino porque Ian la limpia con su mano.
—No llores, me gusta más cuando sonríes.
—Quisiera que todos pensaran como tú—revelo.
—Si todos pensaran como yo, no sería especial ni marcará la diferencia—me limpia otra lágrima que escapa.
—Nos conocimos hace una semanas y ya estoy llorando frente a tí—suelto una risita.
—Si lo que quieres es que yo también llore para estar a mano, podemos hablar de mi perro muerto—propone y me hace reír.
—Eres muy bobo a veces.
—Me di cuenta que siendo bobo sonríes más.
—Que irónico.
—¿Que?—pregunta.
—Creia que serías pretencioso y caprichoso y eres todo lo contrario.
—¿Esa era tu perspectiva de mi? Que rápido juzgas a las personas señorita Myers—reprende fingiendo molestia.
—Es que...a ver, aquí la mayoría tienen padres dueños de hoteles, bares, tiendas y pare de contar y son tan, pero tan caprichosos, que cuando se corrió la voz de que el hijo de los dueños del pueblo Wimson vendría a nuestro instituto eso fue lo primero que pensé.
—¿Y quién te ha dicho que no lo soy?
—Nadie, lo he visto por mi misma—aseguro y Ian ríe.
Es tan guapo, su sonrisa es tan perfecta, todo en el es perfecto.
Solo el sonido de su risa me tiene a su Merced, y no creo que sea bueno sentir Aldo así por alguien que apenas conozco.—Nunca he creído en eso de que entre más dinero, más poder ,si cuando morimos no nos llevamos nada, el dinero no compra la muerte, el día en que el dinero te haga inmortal ese día el dinero si tendrá verdadero poder, mientras tanto solo es algo banal y pasajero. Si te da lujos y comodidades, pero no por eso debes creerte más que los demás, eso es algo estúpido.
Me pregunto si será posible algo así como sacarle el cerebro a Ian, sacarles miles de copias y finalmente cambiarlos o simplemente colocarlo en el lugar vacío en la cabeza de los chicos del instituto.
—Ian, te diría que eres guapo, que eres atractivo...pero eso ya lo sabes, ya te lo han dicho. Pero tú cerebro...la manera en como piensas es simplemente hermosa.
—Gracias señorita, en realidad son tácticas para seducir, pero... me pregunto si están funcionando —bromea.
—Están funcionando—le sigo el juego.
Ambos nos echamos a reír.
Ian revisa su teléfono y me avisa que ya es hora de la siguiente clase, nos ponemos de pie y empezamos a caminar hacía las instalaciones.
—Ian...¿Cómo haremos el trabajo química?—pregunto.
En las clases que había perdido la profesora ordenó hacer un experimento con nuestro compañero y ese es Ian, el le dijo que me pondría al día y que me ayudaría en todo.
ESTÁS LEYENDO
La chica de los ojos violetas
RomanceAlessia es una chica que nació con una extraña y particular afección genética. Desde muy pequeña ha tenido que soportar las burlas, los apodos hirientes y que algunas personas le teman por sus distinguidos ojos violetas. Desde entonces usa gafas de...