8. Horas libres

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—Ahora...¿Que hacemos?—pregunta Ian.

—No lo sé...

—Vayamos por algo de comer—propone.

Caminamos hacia la máquina expendedora que está en el comedor y compramos unos Ruffles (que Ian paga luego de insistirme).

Nos encontramos caminando en silencio por los pasillos y lo único que se oye es el crujido que hacemos al masticar.

—¿A dónde vas cuando no quieres estar aquí con todos?—pregunta Ian de un momento a otro y yo lo pienso.

—Eh...

Minutos más tarde estamos sentados debajo del árbol gigante que se encuentra en el campus.

Ha empezado a hacer un poco menos de frío y es que nos permite sentarnos al aire libre.

—Bonito lugar.

—Es mi favorito, mi mejor amiga y yo siempre venimos aquí...en otoño es mucho más hermoso.

—Creo que ahora también es mi lugar favorito—dice mirando alrededor.

—No, debes buscarte otro lugar favorito—digo en broma y empiezo a comer Ruffles con una cara de victoria.

No puedes tener todo lo que quieras Ian, pienso.

—Pues si no puede ser mi lugar favorito, no lo será de nadie, así que moveré mis influencias y lo demoleré—bromea.

—Atrevete y te demolere...pero la cabeza.

—Que agresiva.

—Tu te estás metiendo con Marga—me defiendo.

—¿Marga?—pregunta y yo queda estática y empiezo a darme golpes mentales por lo que acabo de revelar.

Me quedo en silencio.

—Acaso...¿El árbol tiene nombre? ¿Y es mujer?—Ian empieza reírse a carcajadas.

—No te burles, es un buen nombre.

Ian se ríe más.

—Me largo—empiezo a sacar mis dotes de actriz.

Hago un ademán de ponerme de pie pero Ian me detiene tomándome por el antebrazo.

—¿No te irás de verdad o sí?—pregunta aún con un risita.

Me suelto de su agarre con molestia.

—Pues claro que lo haré, apenas te conozco y te he traído a mi lugar favorito, empiezas a burlarte de él y de mi, está claro que me iré.—finjo estar herida.

Ian deja de reír al instante.

—Oye no...lo siento...solo me dió un poco de risa—se coloca de pie —pero no fue mi intención ofenderte, de verdad lo siento mucho, al contrario estoy muy agradecido de verdad, pero no te vayas...

Su expresión es de total arrepentimiento, pero se calla cuando nota que estoy conteniendo la risa.

—No me digas que...

Y no aguanto más, río, río con todas mis fuerzas.

—Hubieras...hubieras visto tu cara—me sostengo el estómago mientras rio.

—De verdad te creí—dice el con una sonrisa.

—Si que lo hiciste—me limpio las pequeñas lágrimas de tanto reírme.

—Mereces un Oscar.

—Pero ya mismo—afirmo.

Me siento nuevamente recostandome del árbol.

La chica de los ojos violetas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora