32. Pasión y deseo.

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Comemos entre chistes y cuentos de Jack.

Decidí dejar lo de Yana a un lado y disfrutar el momento, ya luego veremos qué pasa con ese asunto vine a divertirme y celebrar y no dejaré que todo se vaya por la borda por un momento incómodo.

Pero a pesar de todo, me río, me río con fuerza por todas la tonterías que salen de estos chicos.

Al terminar nos levantamos y antes de salir los chicos quieren despedirse de Yana.

Ian camina a mi lado y Jane está del otro.

Todos se despiden de ella y hablan un poco y Jane aprovecha el momento para decirme en susurros su pequeña opinión.

—Esa perra no me cae bien, no me cae bien, “hola me llamo Yana, soy la ex de Ian"—imita su voz en manera ofensiva.

La callo antes que alguien escuche.

Miro el instante en que todos se despiden de abrazos y cuando es el turno de Ian ella le susurra algo al oído y Ian asiente.

Creo que esto que siento es lo que llaman celos. Siento mi sangre subirse a mi cabeza, veo todo rojo, quiero golpear algo...o a alguien.

Pero debo controlarme.

—Adios Alessandra, adiós Jane, fue placer—dice y ambas sonreímos forzadamente y nos despedimos con la manos, nisiquiera nos acercamos a ella. Y a parte, dijo mi nombre mal.

—Ian, nos vemos mañana—le grita mientras salimos.

¿Mañana? ¿Para que o qué?

Antes de subirnos a los autos nos despedimos y el abrazo de Jane dura un poco más de lo normal.

Todos nos subimos al auto y yo lo hago junto con Ian.

Después de insistir en que Jane me llevara a casa el no accedió, y no me quedó otra opción que irme con él.

Me subo al auto y el lo pone en marcha.

Muy bien, ya no aguanto mas. Dejo de fingir y coloco mi cara de perro rabioso.

No digo nada, solo miro al frente deseando que la tierra me trague y me escupa en mi casa.

—¿Por qué querías irte con Jane? Te traje yo, te llevo yo—pregunta Ian.

—Porque no quería molestarte—digo sin mirarlo aún.

—No me molestas Romea, nunca lo harás.

Me quedo en silencio.

—¿Estás bien?

—Si.

—Estas muy callada.

—Solo llévame a casa.

—Okey, a ti te paso algo, y me lo diras ahora mismo.

—Que no me pasa nada Ian, solo conduce...en silencio—le pido.

Ian detiene el auto a la orilla de la carretera desolada y yo lo miro aún más molesta.

—¿Que haces? Enciende el auto Ian, quiero ir a casa.

—No hasta que me digas que te pasa, necesito saber si hice algo malo para poder arreglarlo. Aunque parecías muy feliz...¿Es por Yana?—pregunta mirándome pero yo sigo mirando al frente.

—No.

—Es por Yana.

—Sí.

—Mirame—me toma del mentón obligandome a verlo a los ojos—Perdón si te hice sentir mal...Yana puede ser aveces muy quisquillosa, así ha sido toda la vida.

La chica de los ojos violetas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora