CAPÍTULO 29

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Que él me descontrole de esta manera y que siempre sea el que tiene el mando me enerva. Le tengo miedo, pero a la vez le quiero cerca. Mil sensaciones y sentimientos.
La subnormal número uno de este mundo soy yo, la que no aprende lecciones, yo, Mina, encantada.
Mírame aquí sentada en el sofá de cuero negro, bebiendo alcohol, con un calentón de mil demonios, enganchada al chico del que me tiene secuestrada. Mi cabeza piensa una cosa y luego mis actos son otros, comienzo a sentirme mal conmigo misma, es como si yo sola me estuviera boicoteando, no puede gustarme alguien así, es un asesino, un sádico, y un criminal. No debería gustarme. Mis lágrimas luchan por salir, y aunque intento aguantármelas, ellas ganan. Echo de menos mi vida de antes, a mis compañeros y amigos, las misiones, Lion, quiero la estabilidad que me daba Lion, estar aquí sin saber si voy a seguir viva un día más es agotador.
Me despierta una caricia en mi mejilla, me he quedado dormida en el sofá, es Arian, me coge en brazos y me lleva hasta su habitación, me tumba en la cama y vuelvo a acurrucarme a él, ya que aunque sea el causante de todas mis desgracias mi corazón y mi cuerpo pide a gritos su contacto.
—Vamos vístete bombón que hoy vienes conmigo —me susurra Arian en el oído despertándome.
—¿Puedo salir de aquí? —sonrío ante la idea abriendo los ojos.
—Solo conmigo y si me prometes que vas a ser buena —me dice mientras se levanta y lo veo semidesnudo mientras  va hacia el baño con una toalla rodeada a la cintura.
—¿Podemos portarnos mal ahora? —le pido mirando con deseo ese cuerpo dibujado por un dios.
—No tengo fuerza de voluntad bombón, no sigas que vamos a llegar tarde y tengo una reunión —dice Arian entrando en la ducha.
Me desnudo y entro en la ducha detrás de él.
—Me debes un orgasmo y lo exijo ahora —le pido dejando caer el agua por mi cabeza mientras me acerco a sus labios.
Me atrapa contra la pared y me introduce dos dedos, me masajea el sexo a su antojo, acertando como todo un profesional mis puntos de placer. Consigo tener mi orgasmo tan esperado para luego dárselo a él, me pongo de rodillas y me meto el suyo en la boca, Arian no para de gruñir de placer y cuando va a tenerlo me empuja para que me la saque.
—Abre bien la boca, quiero ver bien como te cae —me dice jadeando mientras saco la lengua y enfoco mi mirada en la suya.
Derrama todo su líquido en mi lengua, apuntando a mi garganta y lo trago todo mientras él gruñe, me relamo mis labios con gusto para degustar las gotitas que habían caído fuera.
—Cambios de planes, voy a follarte hasta que llores de placer —me indica subiéndome a su cintura y apoyándome en la pared.
Me embiste con mucha fuerza pero esta vez no me duele nada, una y otra vez, mientras nos sigue cayendo el agua, la temperatura en este cuarto ha subido bastante. Cuando siento que he llegado al clímax él echa la cabeza hacia atrás buscando oxígeno y agua, yo apoyo mi frente en su barbilla. Me suelta con suavidad en el suelo, mis piernas tiemblan de debilidad. Me vuelve a besar con la misma intensidad, eso es lo que me gusta, que por más sexo que tengamos nunca es suficiente, los dos queremos más, y me hace sentir viva.
Me he puesto muy elegante viendo como va él vestido, no tengo la menor idea de donde vamos, pero basta con salir de estas cuatro paredes para que me parezca lo mejor del mundo. Me está esperando fuera en un Nissan, es todo un espectáculo de masculinidad, el traje de tres piezas le queda tallado al cuerpo, inevitablemente se le ven los tatuajes que le sobresalen por el cuello y eso lo hace más atractivo, suele vestir de negro así que no me extraña el color que lleva, desprende puras feromonas, no habrá persona en este mundo ya sea mujer o hombre que se cruce con él y no gire la cabeza.
—¡Por fin salgo de esta prisión! —le digo levantando las manos caminando hacia el coche.
—No cantes victoria, me estoy pensando no salir nunca más de aquí —me dice sonriendo intencionadamente mientras me repasa cada rincón de mi cuerpo.
—No seas imbécil, si es para tener sexo, se puede hacer en cualquier lugar —le digo montándome en el asiento delantero.
—Te tomo la palabra —me dice pensativo y misterioso.
Múnich es preciosa sea la estación que sea, hay mucho movimiento de coches, todo el mundo corriendo de un lado para otro siendo personas normales, con trabajos comunes para su vida cotidiana. Y nosotros dos, un terrorista y una agente de la ley entre ellos.
Paramos antes un edificio alto, hay muchas personas trajeadas saliendo y entrando de él. Arian se baja del coche y le sigo, le entrega las llaves a un empleado y me agarra la mano, lo miro interrogante y en respuesta me da un beso en la misma. Entramos por la puerta y un hombre de seguridad nos indica que nos esperan en el comedor del último piso, tiene mesa reservada. Arian me indica que pase primero por el torno y eso hago.
Llama a un ascensor y mientras esperamos saca su móvil y mensajea, estoy pendiente de cualquier detalle.
—Pórtate bien bombón —me ordena entrando en el ascensor, estamos solos.
—¿Ahora eres tú el que me tienes miedo? —me burló retocándome los labios en el espejo del ascensor. Arian sonríe ante mi respuesta y se acomoda la chaqueta.
Guardo el pintalabios y me quedo mirándolo, es imponente y no puedo dejar de observarlo. Arian lo nota y gira su cabeza hacia mí. Vuelve a repasarme y no me amedranto, sigo observándolo, además mi cabeza no responde, no puedo apartar la vista, mirar esos ojos azules es estar en el mismísimo cielo e infierno a la misma vez, tiene una forma de mirar muy enigmática, intento descifrar lo que piensa pero me es imposible, es tan impredecible que no es posible saberlo. Hay tensión entre nosotros, la química es palpable, es pura física, me atrae tanto que a veces es frustrante todo esto, solo quisiera tocarlo todo el día y poder disfrutar de él hasta la saciedad.
El sonido del ascensor abriéndose hace eco en mis pensamientos y me vuelve a la realidad, Arian me vuelve a coger de la mano y me lleva a su lado.
—Señor Black, el señor Weber le espera en la mesa de siempre, bienvenido —le saluda el mesero.
Así que Black, ya sé algo más, le miro y él me mira entendiendo lo que estoy pensando, está muy tranquilo, no lo ha pillado desprevenido, creo que es muy buen estratega y me deja saber lo que él quiere, a no ser que no sea real, también tengo que sopesar que un terrorista así no va dando por ahí su nombre y apellido al primero que se cruza.
Me lleva hasta una mesa, hay un señor esperándolo, es mayor que él, debe de tener unos treinta y tantos, se levanta y le ofrece un saludo de manos.
—Hoy traes acompañante Arian —habla el hombre en un perfecto ruso.
—Sí, es mi nuevo juguete —le responde Arian en ruso ofreciéndome asiento.
¿Por qué en ruso? ¿Juguete? Lo voy a matar.
—Irma, encantada —digo en ruso y le ofrezco mi mano a modo de saludo como han hecho ellos dos. El hombre se sorprende y mira a Arian, este le asiente en modo aprobación y me saluda.
—Habla tranquilo, aunque sepa ruso, sabe muy bien su papel —le informa con voz tranquila al hombre mientras toma asiento.
—El EFE está metiendo demasiado las narices, nos han incautado el último envío, hemos perdido millones —dice el hombre.
—Por eso le hemos respondido —contesta Arian muy paciente.
—Arian creo que lo que hicimos es contraproducente, tu padre dijo que te encargaras tu, pero creo que ha sido una decisión demasiado… impulsiva.
—Gunther no quiero más lamentaciones, les he dado un buen golpe y nada más.
—¿Crees que no van a tomar represalias al ver cómo hicimos estallar una parte de su base?
Los ojos se me salen de las órbitas, no puede ser verdad, ¿eso han hecho?, ¿cómo estarán todos?, Dios mío, estoy al lado de un maníaco. Arian sonríe divertido mientras come del plato que le han servido.
—Esperaremos su respuesta, céntrate en lo que de verdad importa, necesitamos las coordenadas exactas de los IMEU —dice Arian.
—¿Para qué quieres saber eso? —pregunto en un momento de sorpresa. Arian me mira enfadado, si pretendía que me quedara con la boca callada la lleva clara. El IMEU es la base de las fuerzas especiales americana. Son un grupo como nosotros pero velan por la seguridad de toda América.
—Voy a conseguir los códigos necesarios y a través de ellos poder bombardear toda América.
—¿Y qué pretendes conseguir? —vuelvo a preguntar cada vez más asustada.
—Solo es venganza, y diversión claro —inquiere metiéndose un trozo de carne en la boca.
No doy crédito a lo que escucho, es imposible que pueda llevar a cabo su plan, la base está rodeada de los mejores, intento convencerme de que no va a suceder.
—No es como tus otros juguetes —le reclama el hombre a Arian señalándome.
—Ahora las escojo más guapas.
—Y más entrometida —inquiere mirándome con interrogación.
—Yo me encargo de ella —dice Arian levantándose enfadado.
—A tu padre no le va a gustar —responde el hombre.
Arian me hace levantarme y salimos de la sala deprisa, llama al ascensor y me empuja dentro.
—¿Por qué mierda no has tenido la boca callada? —me dice enfadado mientras me estrangula—. Es la mano derecha de mi padre, ahora va a hablarle de ti y lo voy a tener metido en mis cosas.
Está nervioso, enfadado y preocupado. Intento golpearle para que me suelte, vuelve a tener la cara de sádico que tanto me asusta, le doy un rodillazo en sus partes íntimas y eso hace que me suelte lanzando un grito ahogado.
—Que me vas a matar —le digo respirando con dificultad mientras él se agarra sus partes.
—A lo mejor tendría que hacerlo ya y no esperar más —me dice apuntándome con la pistola en la frente.
—Vamos hazlo —arrimo mi frente al arma dejándola pegada. Durante unos segundos nos retamos con la mirada. El sonido del ascensor hace que baje y esconda el arma—. Si yo estuviera en tú lugar no dudaría.
Luego de susurrar en su oído salgo antes que él del ascensor, con cabeza alta, necesitando oxígeno, aunque me haga la fuerte por dentro estoy aterrada, pero nunca pienso mostrarlo, así pierda la vida en ello, mostrar miedo es debilidad.



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El juego del Asesino (Trilogía EFE I )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora