CAPÍTULO 26

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—Tú no me sirves para nada —le habla el Asesino con decisión apretando el gatillo y metiéndole la bala en el pecho a Lion. Mi corazón se para, me da vueltas todo, todo sucede en cámara lenta, veo a Lion desplomarse en el suelo con la bala impactada en su cuerpo. No puede ser, me niego a pensar que Lion ha muerto, imposible. Me falta el aire, giro la cabeza y veo al Asesino riéndose de su maldad y orgulloso de lo que acaba de hacer.
—Hijo de puta —digo con rabia en voz baja casi sin poder hablar.
Bajo mi mano y saco el cuchillo que tenía guardado, lo dirijo con rabia justo a la cara del Asesino, tengo que matarlo, tengo que acabar con él, pone en marcha sus reflejos y me evita pero no lo suficiente para hacerle un buen corte desde el lateral del ojo a casi el labio, es una buena raja y empieza a echar mucha sangre. La sonrisa desaparece de su cara y me golpea tan fuerte que caigo inconsciente en el suelo.
Me duele la cabeza, es como si tuviera resaca pero multiplicado por mil. Me cuesta unos segundos pensar en quien soy, que golpe tan grande me he tenido que dar para que me duela tanto, me agarro con la mano la nuca, o me han dado. ¡Lion! Las imágenes de todo lo que pasó se me agolpan en la mente, me levanto deprisa asustada sabiendo que estoy en manos del Asesino. Estoy en una jaula, y la jaula está en medio de una superficie cuadrada grande donde no hay nada, solo las paredes de cemento y la jaula donde estoy. Está todo poco iluminado, solo hay una pequeña luz en el medio del techo, que no es suficiente para iluminarlo todo, solo mi pequeño espacio. Agarro las barras y las zarandeo. Busco la puerta y está cerrada por una llave. No me desespero, ya que otras veces he abierto puertas. Busco algo que me pueda servir. Solo hay una pequeña cama con sábanas negras de seda y un váter en una esquina. Sin intimidad. Si cree que me voy a quedar aquí, la lleva clara. Encuentro una puntilla que sobresale de la estructura de la cama y la saco con fuerza. Me pongo en cuclillas agarrándome porque sigo llegando el vestido de la gala. Introduzco la puntilla y me concentro en llegar al punto de presión.
—Es inútil. Aparte de la cerradura, tiene una huella electrónica, sin mi huella no tienes nada que hacer —escucho la voz del Asesino en la oscuridad del lugar.
Me quedo paralizada y busco su silueta, por fin le veo. Avanza hasta llegar a mí y me arroja dentro una llave.
—Para que no te esfuerces —dice muy serio cruzando los brazos.
—¡Maldito hijo de puta! —le lanzo la llave y él la esquiva.
—Estás secuestrada, ahora eres mía, cuanto mejor te comportes menos daño te haré —me habla con voz tranquila, y mirada amenazadora. Tiene una enorme cicatriz en la cara, es muy notoria, justo donde yo le di con mi cuchillo.
—Te tenía que haber dado más fuerte —le digo señalándole la cicatriz queriendo enfadarlo.
—Esto ya haré que me lo pagues, todo en su momento —me dice igual de tranquilo.
—Quiero saber como está Lion —le pido.
—Muerto —me dice con una sonrisa.
—¡¡¡Te mataré!!! —le grito enfurecida. Zarandeo las barras de hierro con todas mis fuerzas. No entiendo que sea igual de frío que antes habiendo compartido momentos tan íntimos.
—Te lo dije y te lo vuelvo a decir, lo nuestro es solo un juego, sigo queriendo matarte —me dice alejándose hacia la puerta.
—Tuviste tu oportunidad y no lo hiciste.
—La siguiente no pienso desaprovecharla —y pierdo su voz en la lejanía sumido en la oscuridad.
Lloro desconsolada en un rincón pensando en Lion. Está muerto por mi culpa. Me merezco todo lo malo que me pase. Al rato veo entrar una señora mayor. Pone la bandeja con comida a mi lado en el suelo y la empujo con rabia hacia sus piernas.
—Cuidado señorita, me va a hacer daño —me habla la señora. Tiene el pelo canoso, se le ve mayor.
—¿Dónde está el Asesino, y quién es usted?
—Mi nombre es Nana, y el señor no va a venir de momento aquí, usted le hizo daño y está recuperándose —me dice enfadada.
—Él mató a mi…. Amigo —le reprocho.
—Eso no le da derecho a hacerle daño —me dice acomodando mi cama.
—Vale perdona, no es lo mismo que te hieran a que te maten, ¿En qué casa de locos estoy metida? —digo agobiada. Me dirijo hacia la puerta y antes de salir un hombre se pone delante.
—No puede salir señorita —me dice la anciana resignada.
—Sí que puedo, a mi nadie me prohíbe nada —le digo mientras me preparo para pelear con el hombre.
—Fuera —ordena el Asesino entrando por la puerta. Todos obedecen y se van.
—Maldito desgraciado —le digo con infinito odio.
—Compórtate o no tendrás comida. Nana no te ha hecho nada ni está involucrada en nada —dice enfadado hablando de la mujer mayor.
—¡Nadie puede conmigo! ¡Nadie! —grito alto para que me escuche bien.
—Muy bien —cierra la puerta y vuelve a desaparecer entre la oscuridad.
Después de llevarme horas canalizando mi rabia tirando la cama y pateando todo me siento cansada, me tumbo en la cama destrozada llena de plumas sueltas y caigo en un sueño profundo.
Cuando abro los ojos veo todo lo que está destrozado. La comida que me trajo Nana ayer ni la toqué, me muero de hambre, miro la bandeja y está todo tirado por el suelo, era una sola y un filete, pienso en lo rico que estaría. No estoy en un hotel, estoy secuestrada, tal y como dijo, por lo tanto, esto es una lucha.
Vuelvo a llevarme todo el día destrozando a pedazos lo poco que quedaba, esta vez ni me traen comida, ni agua, ni aparece nadie por aquí.
No puedo más, hace tres días que llegué aquí y no he comido nada ni bebido nada, estoy demasiado cansada, me acerco a las rejas y grito.
—¡Maldito hijo de puta sádico y ególatra de mierda!
Aunque sólo vea oscuridad, estoy segura que me ha escuchado, voy a luchar hasta el final, pero como ya no tengo fuerzas me quedo en una esquina viendo el tiempo pasar, así me llevo unas horas hasta que el mal olor de la comida llega hasta mí, se está pudriendo, cojo la comida y la tiro lejos, y eso me da una Idea, voy a hacer lo mismo con cada pedazo roto en la habitación. Así me entretengo todo lo que queda de día, con cada pedazo que tiro le grito un insulto hasta que no queda absolutamente nada en la jaula, solo el colchón en el suelo en el que me recuesto para dormir.
Tengo que cambiar de estrategia, porque no quiero morir yo primero, que ciega estaba, tiene que morir él y se lo voy a hacer pagar todo, lo prometo. Vuelvo a gritar pegada a los barrotes.
—Me voy a portar bien, pero déjame salir de aquí —las últimas palabras salen como un susurro con un nudo en la garganta. No recibo respuesta y vuelvo al colchón, ya he perdido la cuenta de los días que llevo aquí, y necesito agua o no pasaré de esta noche. Huele mal, he tenido que hacer pipi en el suelo, porque el váter lo rompí, huelo mal, horriblemente mal, me dan arcadas de mi situación. Me despierto sobresaltada. ¡Agua! Hay un hombre con una manguera a presión fuera de la jaula que me apunta. Me levanto de la cama y Nana está a su lado. Me tira un bote de gel y me enjabono el pelo y el cuerpo con el vestido puesto todavía. No me voy a quedar desnuda. Abro la boca y aprovecho para beber todo lo que pueda mientras sigo lavándome. Cuando termino de enjuagarme deja de echarme agua y Nana me tira una toalla. Le pongo fuera de la jaula el gel y me doy cuenta que hay una rejilla con desagüe en el medio de la jaula por donde va desapareciendo el agua.
—Gracias —le digo sonriendo. Mi humor está mejor porque me siento limpia. Con la toalla rodeada al cuerpo me quito el vestido y se lo tiro a Nana. Ella me sonríe y me tira ropa limpia. Ropa interior, vaqueros, un jersey blanco grueso y unas botas cortas de color blanco. Una vez que me he vestido me pasa también un cambio de sábanas y se va. Quisiera pedirle agua o comida. Pero bueno, por lo menos moriré limpia.



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El juego del Asesino (Trilogía EFE I )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora