CAPÍTULO 27

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Me siento en la cama pensativa. Lion daría todo por un último abrazo. Nana vuelve a aparecer enfrente y esta vez entra dentro con una bandeja con comida. El guardia le abre la puerta y me vigila.
—Gracias —le digo agarrando la bandeja que me ofrece. Ella me sonríe—. Nana, lo siento mucho por comportarme así contigo.
—Tranquila, está todo bien —me acaricia la mejilla de forma cariñosa.
Sé que él me observa de lejos. Igual que la otra vez, no dejaría a esta mujer a su suerte conmigo sola. Es la prueba de fuego para ganármela a ella y manipularlo a él.
Me tumbo en la cama a esperar a que alguien entre, mientras tanto al estar limpia y con la barriga llena el sueño se apodera de mí y me quedo dormida.
—¿Ya estás domada? —me pregunta el Asesino burlón cuando abro los ojos, está en pie con los brazos cruzados en el pecho en el borde de la cama.
—Para ti nunca, pero quiero ser una persona normal hasta que llegue el día de mi muerte, si puede ser —le digo incorporándome.
—Regla número uno, siempre vas a tener ojos puestos en ti, así que si intentas escapar lo sabré y te degollaré al instante, dos, puedes pasear por la casa sin salir fuera, tres, cuando yo dé una orden la acatas y punto —dice muy serio, creo que no está muy seguro de darme esa libertad.
—¿Cuatro? —pregunto burlona.
—No voy a tocarte hasta que me lo supliques —me dice ladeando una sonrisa. Ni muerta te suplicaría imbécil.
—No creo que eso pase —le respondo mirando a otro lado.
Él desaparece por la puerta y la deja abierta, no desaprovecho la oportunidad y salgo yo también.
Llego al final de la oscuridad y le sigo hasta un túnel oscuro, escucho el eco de sus pasos y salgo hacia la luz detrás de él. Salimos por una puerta que da a un precioso jardín.
—¿Allí es donde llevas a todos tus ligues? —pregunto de broma señalando de dónde venimos.
—No, allí llevo a los que quiero torturar y matar, a excepción de que no les pongo cama y váter como he hecho contigo.
Trago saliva viendo lo serio que lo dice. Para eso es el desagüe, para lavar toda la sangre que derramará allí.
—Tengo cosas que hacer —dice andando hacia un lado.
—¿Y yo que hago? —pregunto perdida, sin saber lo que espera él de mí. No quiero volver a la jaula.
—Pasea, observa tu nueva residencia, solo conoces mi habitación de cuando follamos —responde alejándose.
—Qué simpático es el muchacho —digo en voz baja con ironía.
Subo a la planta de arriba y camino por un pasillo, hay varias puertas a los lados, todas cerradas, el pasillo es amplio, en el centro hay una alfombra roja bastante grande que ocupa casi todo el suelo del pasillo de punta a punta, bajo de nuevo las escaleras , tienen forma de caracol, y son de madera antigua pero muy elegantes, visualizo la puerta de salida al fondo y quito la mirada rápido porque sé que me tiene que estar observando por las cámaras. Sigo investigando los espacios de la casa y me topo con el salón, tiene un sofá de tres metros de cuero marrón, con una chimenea que ahora mismo está encendida y me estoy dando cuenta que la casa tiene el mismo aspecto que mi habitación, lúgubre, antiguo pero elegante y lujoso. Todo en tonos negros, marrones y rojos. No me encuentro con nadie mientras doy vueltas mirando cada rincón, es demasiado grande, podría perderme fácilmente.
—Que alegría verla por aquí —me sorprende Nana por la espalda.
Me habla con tristeza, realmente se siente culpable.
—Llámame de tú, soy Mina —le extiendo la mano a modo de saludo.
—Encantada Mina —disuade mi mano y me da un abrazo directo—. Lo siento.
Ella nota que me he quedado petrificada, no me esperaba esa muestra de cariño. Noto que es una anciana muy tierna, no entiendo que hace un tipo de mujer así viviendo con un criminal peligroso.
—No te preocupes, perdóname tú a mí, es que esta situación me ha superado un poco —intento disculparme.
—Sé como solucionarlo, ven —me indica que la siga y me pongo a ello.
Me lleva hasta la cocina, este lugar no es tan oscuro como los demás, es muy espacioso y los muebles son de color beige, hay una isla cuadrada en medio y está todo ordenado.
—Este es mi lugar habitual, si me necesitas estaré la mayor parte del tiempo aquí —me dice la anciana—. La comida lo arregla todo, incluso los corazones más heridos.
Me ofrece un sándwich y me siento en la isla para comer.
—No entiendo que hace una persona como tú con alguien como él —le pregunto sin más, ya que me está dando confianza voy a aprovecharla.
—Supongo que te refieres al señor, desde que murió su madre lo he criado yo, es como si fuera mi hijo.
—¿Y soportas sus malos tratos?
—Niña estás muy equivocada, el señor no es como lo describes, supongo que ahora tendrás tiempo para conocerlo.
—Claro, secuestrada por él.
—Es peculiar, pero no malo.
—Creo que tenemos opiniones muy distintas de lo que es ser malo —digo mientras me acabo el sandwich— ¿Por cierto dónde está ahora?
—Nunca da explicaciones, no sé donde habrá ido.
—Gracias por la comida, voy a seguir dando un paseo —le digo levantándome y saliendo por la puerta, la anciana me dedica una sonrisa mientras pone en el fuego una olla.
Que no es malo dice, esa mujer está ciega, o es que no se muestra tal y como es delante de ella. Vuelvo al salón y veo un equipo de música al lado de la chimenea, ese detalle lo había pasado por alto, lo enciendo y dejo la primera canción que sale, suena “Go Fuck Yourself” de Two Feet, me acurruco delante de la chimenea, mi mirada se queda fija en las llamas. Necesito tener noticias de Lion, tiene que estar bien, no puede haber muerto, estamos hechos de hierro, ha tenido que salir de esta, igual que yo voy a salir de aquí en cuanto pueda.
—Cógelo, veo que te hace falta —me habla el Asesino interrumpiendo mis pensamientos ofreciéndome un vaso de bebida alcohólica. Lo acepto ya que lleva razón, me va a hacer falta para tratar con él.
—¿Qué hago aquí? —le pregunto directamente.
Se sienta a mi lado y mira también al mismo punto que yo.
—Estoy acostumbrado a tener todo lo que quiero, y te quiero a ti —vuelvo la cabeza hacia él y le miro a los ojos, él hace lo mismo.
—¿Por qué yo?
—Porque eres la única que se ha atrevido a darme lucha, no me miras con miedo, por más que he intentado infundirte respeto y terror no lo he conseguido. Y cuando tuvimos sexo, vi como brillaban tus ojos de placer, ninguna mujer ha hecho nunca eso conmigo, todas me temen, no me tratan como un igual.
—Es que si haces daño es normal que te teman —le digo apartando mi mirada.
—Pues tú no lo haces y también te lo he hecho —me dice sonriendo con picardía.
—¿Esta es tú casa? —le pregunto cambiando de tema.
—Si, pero no te alegres de saber dónde vivo porque cambio de casa cuando me place.
—¿Y tú padre? ¿No vive contigo?
—No bombón, él tiene su propio escondite.
—¿Piensas tenerme secuestrada mucho tiempo?
—Toda la vida —me habla acercándose lentamente a mis labios, me quedo hipnotizada mirando sus ojos claros, y junta mis labios con los suyos, me besa muy suave, casi rozando pero sin juntarlo del todo. Abro mis labios buscando su contacto y me inclino hacia él.
—Te dije que no te tocaría hasta que me suplicaras —me dice separándose de mí sonriendo dejándome con cara de tonta y la boca abierta.
—Sigue soñando —le digo levantándome del sofá para irme enfadada—. ¿Dónde puedo dormir?
—En mi habitación, la primera a la derecha —dice de forma sensual.
Valiente imbécil, ¿crees que voy a ir suplicando un beso?, subo los escalones haciendo mucho ruido. Entro en la habitación y doy un portazo. Estoy muy enfadada, salgo al balcón y respiro para tranquilizarme, de repente pienso en Lion, me siento culpable, estoy aquí poniéndome caliente con el que ha asesinado a sangre fría a mi novio, bueno no lo era ya, pero como si lo fuera. Debería de querer matarlo, no un beso. Grito de frustración y apoyo la frente a la barandilla, ¿no podría ser una chica normal que va al trabajo y tiene una familia que la quiere y la apoya? Echo un vistazo a la habitación que me resulta familiar. Son muebles de madera muy antiguos pero tienen que tener un valor incalculable. Las sábanas de la cama son de seda en color negro. Una habitación muy acorde con la casa. Me recuesto sobre ella esperando no tener que ver nunca más a mi verdugo.


Estoy en una madera sobre el mar, no veo tierra a lo lejos, ¿Cómo he llegado aquí?, demasiado en calma está el mar, miro hacia el sol y brilla con fuerza, visualizo de nuevo el horizonte y veo a lo lejos una ola, la madera empieza a moverse, la ola me está arrastrando hacia ella, fuerzo la vista y doy un grito ahogado, es un tsunami, mide por lo menos cuarenta metros de alto, me va a engullir, no tengo nada aquí para poder remar, salto al agua y nado, todo lo rápido que puedo, dejo la madera atrás y cada vez se me hace más difícil nadar, la ola cada vez está más cerca y me está arrastrando hacia ella, queda poco para que me alcance, este es mi final.


—Tranquila —me besa en la frente—. ¿Estás bien?
Abro los ojos y me topo con los del Asesino, está sentado al borde de la cama, sin camiseta y con un pantalón de chándal negro. Tiene el cuerpo perfecto para que te dé un infarto. Miro el reloj y es madrugada.
—Si, es algo que siempre me pasa —balbuceo con la respiración muy agitada—. Las pesadillas son algo habitual en mí.
¿Está preocupado? Imposible que sea el Asesino que yo conozco. Me da un vaso de agua.
—Descansa —me dice levantándose para irse.
—Quédate conmigo, es tu cama —le pido agarrando su mano.
Asiente sonriente y se mete en la cama conmigo, me acurruco a su pecho y cierro los ojos, su cuerpo desprende mucho calor, es justo lo que necesita una chica friolera como yo. Estoy tan cómoda que voy a dejar los problemas para mañana, me merezco de vez en cuando un poco de tregua.




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El juego del Asesino (Trilogía EFE I )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora