CAPÍTULO 5

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Llego a mi habitación y me tumbo en la cama mientras suspiro, hace poco más de dos horas que ha empezado el día y ya estoy agotada, cansada emocionalmente, agobiada psíquicamente y agotada anímicamente. Suena la puerta.
—Mina abre —dice Romeo. Le doy al botón que hay encima de mi cama y entra mi amigo con Fiera a su lado. Se tumba a mi lado sin decir nada, sabe que estoy mal, nos conocemos demasiado bien y le abrazo tumbada para sacar todo lo que llevo dentro mientras lloro desconsoladamente.
—¿Tan mal ha ido? —pregunta Romeo mientras me abraza y me besa la cabeza. Niego con la cabeza.— ¿Es por Lion?
—Ayer el encapuchado si me vio la cara —le digo por fin, necesito hablarlo, no puedo esconderlo más. Se levanta asustado de la cama.
—Mierda Mina, mal, mal, mal —dice mientras no para de dar vueltas por toda mi habitación, me limpio las lágrimas y me siento para intentar hablarlo.
—Luché contra él y me ganó, me acorraló contra la pared y me quitó la máscara —le explico intentando secarme las lágrimas.
—¿Y no hiciste nada para detenerlo? ¿Le dejaste?
—La verdad es que si, no sé como puedo explicártelo pero se palpaba mucha tensión, creo que me dejé.
—¿Me estás diciendo que te gusta un tipo que no conoces de nada y que es un ladrón profesional? ¿Tu le has visto la cara a él?
—No claro que no me gusta, y no, no se la vi —comienzo yo a dar vueltas por la habitación, impregnada por los mismos nervios de Romeo.
—¿Entonces que me estás queriendo decir? Porque yo estoy alucinando —dice mientras no para de resoplar, se le ve sorprendido, confuso.
—Lo siento mucho por meterte en algo así —le digo sintiéndome ahora peor, acabo de meter a mi amigo en un problema, o me cubre a mí o es leal a la organización.
—No lo sientas, me importas de verdad, y lo sabes, siempre me vas a tener, siempre —me coge de la cara y junta nuestras frentes— tu secreto lo llevaré a la tumba.
—Gracias por todo siempre, no sé qué haría sin ti —le abrazo, y ese abrazo me da años de vida, sabe a cariño, a compasión, a amor fraternal.
—Ahora que lo mencionas, venía a contarte algo, el doctor nos dijo cuando estabas inconsciente que el corte era limpio, unos centímetros más a la derecha y hubieras muerto al instante, dice que o lo hizo queriendo o tuviste mucha suerte, en ese momento creía que eras una chica con suerte, ahora no estoy tan seguro —me dice pensativo.
—¿Crees que lo hizo adrede?
—Si quería que todos creyésemos que había sido por la pelea si, ¿no te dijo nada? —pregunta curioso.
—Que nos volveríamos a ver —le contesto pensando en aquel momento, en aquellos labios que me rozaron la piel.
—¡Mierda! Ahora si empieza a ser esto grave —dice asustado— ¿crees que te buscará? ¿tendremos problemas?
—¡No! Tranquilízate, solo ha sido ese encuentro, no creo que ya hoy se acuerde de mí, además si volviera a verlo te puedo asegurar que voy a estar lo suficientemente preparada para patearle el culo y meterlo en prisión.
—¿Estás segura?
—Te prometo que no hay nada más, y que no habrá nada más —le respondo decidida. Fiera se acerca a mi y empieza a meter la cabeza entre mis piernas.
—¿Y Lion?
—Ese tema es difícil —le respondo levantándome, me saco la camiseta por la cabeza, luego los pantalones, me quedo en ropa interior para ponerme el chándal que había dejado preparado.
—Tiene mala pinta todavía, ¿Te duele? —me pregunta señalándome el abdomen.
—No tanto, se curará pronto.
—¿Qué vas a hacer con todo? —me pregunta Romeo.
—No tengo la menor idea, de momento entrenar, para que nunca más me pase esto, tengo que llegar a ser la mejor.
—Ya lo eres —me dedica una sonrisa encantadora.
—Y tu eres el mejor para mí, me voy al gimnasio —le digo dándole un breve beso en los labios, somos como hermanos y nos saludamos y despedimos así cariñosamente— te quiero y muchas gracias por escucharme.
—Sabes que siempre estaré aquí, y cuando quieras patearle el culo a Lion también, que esta mañana ha sido un capullo —me dice enfadado.
—Justo lo mismo le dije yo —le respondo mientras lo miro con una mirada cómplice y nos sale una carcajada antes de irme de mi habitación.
Entro en el espacio que tenemos como zona de entrenamiento y hay muchos soldados allí entrenando, me ven entrar y todos empiezan a dejar lo que estaban haciendo para ir recogiendo sus macutos y sus toallas para irse. A los EFE tienen que dejarles privacidad, somos la realeza de la ley, no está nada mal, aunque a veces no sea todo de color rosa.
Es una sala grande, con máquinas de todo tipo, un ring en el medio, y equipado con todo tipo de materiales para poder entrenar y estar en forma, se rodea de grandes cristaleras, realmente no hay nada de privacidad, porque me podrían ver desde la capital si quisieran ya que es todo transparente. Pero las normas son las normas y cuando un EFE llega, los demás tienen que desaparecer.
Voy hacia el equipo de música y pongo la Playlist que tanto me gusta y empieza a sonar “Stronger” de Kanye West.
Empiezo a saltar a la comba y en unos minutos entro en calor, me quito la sudadera y me quedo con el top deportivo negro, ya estoy sudando y me recojo el pelo en una cola. Sigo con un circuito de fuerza, me encanta la sensación de que tiemble cada parte de mi cuerpo forzada, y aún así forzarla más.
—Estás forzándote demasiado, te vas a lesionar —es Lion y se ha puesto delante de mí, tiene las manos metidas  en los bolsillos del chándal y me está mirando hacer dominadas en barra.
—Necesito ser mi mejor versión, no me puede ocurrir esto nunca más, a mi nadie me puede ganar —digo con esfuerzo mientras intento subir.
—Necesito que me perdones cariño, no me siento bien estando tan distanciados y peleados —intenta disculparse. Le miro y bajo de la barra para poder hablar. Lion se vuelve para coger mi toalla y pasármela, mi vista se va hacia su trasero, se le ajusta el chándal al agacharse y me entran ganas no solo de perdonarlo sino de pegarle mordiscos a ese cuerpo entero. Es redondito y apretadito, y ya los abdominales ni los menciono, son casi perfectos, solo le falla que me deja palparlos muy poco.
—Gracias —le agradezco por la toalla y me seco el sudor— y gracias por no delatarme con el comandante.
—Siempre lo haré, esta mañana estaba muy enfadado porque no me hacías caso, y te notaba rara, y pensar que no me quieras escuchar me pone demasiado nervioso, perdóname no pensaba nada de eso realmente —se acerca a mi mientras habla y me acaricia la mejilla.
—Si te pido tiempo no es porque no te quiera, es porque estoy agobiada y necesito tiempo de verdad —intento que lo comprenda.
—Pero es que puedes tranquilizarte conmigo, para eso estoy, no hace falta que estés sola —me responde dándome un suave beso en los labios.
—Lion hay veces que necesito espacio y soledad —le respondo el beso con otro un poco más intenso, no puedo evitarlo más, estoy enamorada de él y adoro sus besos.
—Siempre me vas a tener a tú lado, da igual todo el espacio que quieras, no puedo dártelo —debería sonar mal, pero es que ahora mismo no me importa, quiero sus besos, quiero sus caricias, lo quiero a él. Son besos suaves y cariñosos, es tan dulce, me agarra por la cintura y me acerca a su erección, acerco mi mano a su entrepierna y me la para en el aire.
—Cariño aquí no, nos pueden ver —me dice separándose de mí.
—Claro, como no… —contesto con ironía, doy un paso hacia atrás y me hago la indiferente.
—Esta noche ¿vale? —me dice dándome un beso de despedida y marchándose, asiento pero no, no me parece bien, ¿Por qué tiene que ser esta noche?, el enfado amenaza con salir y busco mi botella de agua para tragármelo.

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El juego del Asesino (Trilogía EFE I )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora