Kellic A La Chilena ✅

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"Cuando sea un gran poeta para el mundo, ten presente que solo para ti, estará mi corneta."

Lo esperó fuera toda la tarde sentado, seguro y ya tenía el culo cuadrado de tantas horas ahí, no sabía por qué lo hacía o sí realmente tenía algo planeado, pero como en su obviedad, no tenía ni la mínima, aún así, ahí estaba, golpeando la mesa con sus dedos, atendiendo el móvil con la mano derecha, texteándo con Chris del otro lado. Vic lo miraba sonreír de vez en cuando, preguntándose que veía o leía tanto el menor, pero no le dio mucha importancia, tampoco es que la tuviera mucho. Víctor, a suerte de Kellin, no era un chico celoso ni metiche, si no lo llamaban, no se metía.

- Voy casi saliendo -paso avisándole con una bandeja de restos de comida. Kellin lo miró, sonrió y asintió. Vic pasó corriendo a la cocina, dejó los trasto en el lavaplatos, fue por más platos de la última mesa que atendió, no quiso dejar nada pendiente a los demás e inmediatamente corrió el agua de la llave de agua caliente para lavarlos ahí mismo, con rapidez y agilidad movía la esponja con el lava lozas contras cada objeto, los mandaba al siguiente y así, después acabado eso, llegó el enjuague de estos, los dejó en el coladero y secó sus manos mientras quitaba su delantal y los metía a la bolsa para llevarlo a lavar a su casa. El señor Hernández quién lo miraba desde la puerta, lo detuvo en cuanto este sin mirar por donde iba, quiso partir a cambiarse para acabar ya. Pero ver a su patrón en frente, solo se le paso por la mente que algo más le iba a pedir, el día anterior había sido así, salió media hora más tarde por trabajo fuera de horario, que esperaba fuera pagado, no por interés en sí, pero es que realmente necesitaba las lucas para la casa.

- Fuentes -lo miró un momento-. Pero muchacho, tan apurado que anday. Oye, presta ayuda a José, está sacando la basura y parece que tiene problemas con la espalda, ya sabes, pobre viejo -José era un trabajador ya jubilado, pero no dejaba de trabajar porque no tenía más qué hacer y en ningún otro lugar lo iban a aceptar por ya ser un viejito.

- Claro -respondió como tal-. Déjeme que voy a hablar algo y parto atrás -el señor Hernández asintió. Volteo a medida que Víctor pasaba a su lado, lo miró caminar por la orilla hasta el escenario, y de este ir entre dos mesas hasta llegar a la 10, ahí dónde se encontraba el chico de hace horas con fruta picada a medio comer-. Kellin -llamó la atención, el menor elevó la vista y asintió a que le escuchaba-. Tengo que sacar la basura -se encogió de hombros y suspiro.

- Bue...

- No me demoro nah -interrumpió, a lo que el menor soltó una risa.

- Anda, te espero -le dijo sonriendo, Víctor asintió con el mismo gesto.

- Entonces voy -dijo sin moverse del lugar.

- Bueno, ve -sonrió

- Voy -siguió diciendo, mas no se movía de ahí.

- Anda.

- Sí, porque si no me demoro más.

- Obvio.

- Ajám. Ya voy

- Ve entonces.

- Ya.

- Anda de una vez, Vic -se rio entusiasmado. Vic incomodo, también rio, pero un poco más nervioso, y antes de volver a decir lo mismo y dar la vuelta en el asunto, Kellin apuntó a que ya se fuera, hiso gesto y finalmente salió a lo que debía. El ojitos claros solo se quedó riendo mientras le veía caminar hacia la salida trasera y perderse a lo mismo que casi caía al cruzar la puerta. No podía creer que fuera tan bruto, Vic lo miro y sonrió. Para, al fin, perderse por completo.

¿Qué podían hacer dos personas a las tantas de la tarde-noche? Eran pasadas las nueve de la tarde cuando finalmente abandonaban el local y a esas horas no había mucho qué hacer ni mucho menos dónde ir. Caminaron por las calles aún no desiertas de la capital, entre vehículos, las caminatas de la gente, micros pasando ya llenas por las últimas salidas de las personas de la pega entre animales abandonados y mismos vagabundos. Una realidad de cualquier país en este cruel mundo.