Kellic A La Chilena ✅

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Dedicado a: @alienoide

(Sí, ahora se dedican así ya que mi pc se divorció de la conexión wifi y no lo quiere, le dio hasta orden de restricción ;-; )

"Tal vez tuve miles de aventuras, pero solo contigo hoy quiero hacer millones de travesuras."

Carreó el último balde de agua, por lo menos llevaba ya sus cuatrocientos litros en lo que quedaba de la tarde. Pasó su antebrazo en la frente, quitándose el sudor y suspirando. Estaba haciendo más calor de lo que hacían en la capital, pensó, pero era únicamente porque su trabajo le hacía subir la temperatura corporal.

— Toy chato —se sentó en el pasto, soltando otro suspiro, se echo hacia atrás y quedo acostado sobre las hierbas. Sacó el celular del bolsillo y lo miró un buen rato; nada de señal—. Puta la hueá, que penca —bufó, más que aburrido. Por lo menos antes en estas circunstancias recurría a hablar con Andrea, sin embargo ahora no le salvaba, la extrañaba ahora mismo, recordarla le parecía algo efímero, su forma de ser y esa bella manera de tratarlo, no era igual a ninguna otra que había conocido, lo tenía claro. Ella era diferente, era graciosa, simpática y nunca acababan los temas de los que hablar, había momentos en los cuales se ayudaban y aconsejaban mutuamente, le encantaba eso de ella, era más que especial y ese vínculo lo ayudo a entender que parecía ser el final de la gran búsqueda por el posible "amor infinito". Le gustaba, lo tenía más que claro, a pesar de que jamás se vieron en persona o hablado por llamadas telefónicas o una simple webcam, eso no parecía estropearle nada, aún así, él tenía claro que debía conocerla en su pureza, en sus bajos y altos, porque no te serbia mucho verle la sonrisa  una persona si no entiende sus debilidades, llantos y enojos, lo sabía perfectamente. Miró el cielo, recordando quizá una vieja charla de ellos y sonrió, mezclando el cantito de los pájaros y el viento acariciarle el cuerpo.

— ¡Hueón! ¡Ven altiro! —gritaron por la ventana. Miró hacia allá, la abuela le movió un paño—. ¡Termina de regar y te veníh, sacohuea! —alzó las cejas, riendo por porque no le quedaba de otra. Como siempre, alguien arruinando sus momentos de ensimismamiento.

— Ahh que paja. Vito culiaoh te odio —murmuró, girando el rostro dónde se encontraba su hermano, el tata y Kellin guardando los animales. Tenía que haberlo pensado mejor, de haber él traído también a alguien más quizás no estaría cono guachito por la vida y regando las verduras de su abuela, más encima.

— ¡Mike! —Le gritó Víctor del otro lado—. ¡Habemus carrete!

— Si no acaban no van conchetumreh —advirtió el abuelo, cerrando las grandes puertas del corral de los animales. Kellin se rió de eso, mirando la cara asombrada de Vic al voltearse a la dirección del anciano.

— Pero tata si somoh lah visita —iban caminando de vuelta ya. Mike se sentó, mirándolos acercarse con el rostro bajoneado.

— Visitah mis bolah. Ya, ayuda a Mike o sino no van no máh —. Kellin sonrió. Acompañado de un perro negro a su lado que le movía la cola feliz por un posible nuevo amigo. Le acarició la frente y de respuesta recibió un lengüetazo que hubiera preferido evitar.

— Hueón teníah que ser —reclamó Vic, recibiendo de inmediato un golpe en la cabeza—. Ya, ya —se acercó a Kellin—. Ven, Kellin, veamoh las hueás de mi lela —Mike se levantó con toda la pereza del mundo y tomó un balde, tirando el agua con una de sus manos hacia el huerto de su abuela, poco después llegó Vic y Kellin a ayudarlo—. Mira. Tomaih el balde, lo ladeai' y con la otra mano sacai' un poco de agua y lo tirai' a lah verdurah —enseñó, mostrando cómo es que se debía hacer—. Allá tiene zanahoriah, lechuga, tomate, cilantro, acelga, ají, coliflor, brócoli, y otrah cuestioneh —señalaba todo el huerto—. A ella le gustan estas hueáh y es pah la comiah, le quedan terrible rico.