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"Qué importa si no usas calzón, lo qué importa es que me lo tienes bien cabezón."




Las decisiones de la vida siempre son complicadas cuando se trata de algo muy importante. Las iniciales parten desde pequeños, que juguete quieres, luego que quieres estudiar y la siguiente una carrera universitaria, continua con el lugar que deseas ser, un empleado o tener tu propia empresa, tal vez una pareja por el camino y esa difícil decisión de comprometerse. Una de las decisiones más difíciles es querer compartir tu vida con alguien más, un compromiso, una boda, un algo que te ata a esa persona porque debes saber que es la indicada. Son cosas diarias que nos comprometen a decidir entre lo bueno o malo respectivamente dependiendo de nosotros mismos.

Kellin era un chico muy decidido desde aquella vez que prefirió leer las constituciones en vez de jugar con el carro de bomberos que su abuelo había tallado meses antes de fallecer. Había logrado entender desde pequeño las decisiones sobre su vida, logró obtener un carácter digno de admirar para su corta edad, tal vez era algo tímido, sin embargo, decisiones sobre cómo vestir o que lápiz usar al hacer sus tareas, lo llevaron a ser alguien responsable y serio al escoger cosas tan simples, pero efectivas en su día a día, porque, después de todo, lo tiene dónde está. Una casa digna de ver con un nuevo empleo que lo está elevando, a su parecer, demasiado rápido. Sin embargo, dejando un poco de lado los ideales de vida, nos encontramos con un desnivel que, aunque no queramos, nos desequilibra gradualmente, es ese momento exacto dónde las dudas y existenciales formas de pensar cambian drásticamente. Kellin jamás pensó que quedaría sin empleo y que tras ello con su mala suerte, su vehículo acabara en el mecánico por unos días, que debería transportarse por el transantiago y que más encima, aún cuando ya era el colmo, tuvo que conocer a un tipo bastante grosero con él, y claro, como si fuera poco, también le comenzaría a cortejar los días previos, tal vez eso sería el colmo de los colmos, pero ahora que lo pensaba, el extremo de los colmos lo había comenzado él cuando dentro de su sistema cambiaron las cosas y a contra de crecerle un desagrado contra aquel muchacho, nació algo contrario.




— Oye ¿lo pensaste bien? ¿Has hablado con él?

— No.

— Hueón, explícame bien ¿sí o no?

— Creo que sí...

— ¿Cómo que "creo que sí"? —Mueve sus manos sobre la cabeza, está disgustado o tal vez hasta enojado con las inexpresivas respuestas de su amigo—. Te informo que esto no es vacaciones o algo por el estilo. Es algo definitivo ¿puedes por favor dejar de actuar como si no te importara?

— ¿Debería acaso? Mira Chris, estoy con deudas que debo pagar, el hogar no lo tengo a base de oxigeno y personas que trabajen gratis, no hay mucho qué pensar, sabes cuál es mi decisión y ya está tomada —enfatiza sin pelos en la lengua, sorbiendo el café frente a su amigo, que con la mirada decepcionada y ese meneo negativo de la cabeza, le escucha suspirando.

— Lamento decir esto, pero eres bastante ahueonao' nada qué decir. ¿Y sabes qué más? Estoy más que seguro que te vas a arrepentir y yo ni por las dudas estaré ahí para decirte que te lo había dicho, porque no valdrá la pena. Chao contigo. Quinn saco-hueá te queda mejor.

Los labios de Kellin desaparecieron después de eso, lo único que podía hacer era morderlos con disgusto y aceptar que él no entendería su punto de vista, o más bien lo que le había tocado.

Pero ¿qué los llevaron a esta discusión?
Hace un par de días, Kellin había recibido una llamada de un viejo colega, Vic estaba ahí también, pero se apartó para hablar a solas un asunto privado. No había sido una llamada de viejos amigos, para nada, aquel viejo colega por alguna razón supo de la situación de Quinn y le contacto en cuánto pudo para ofrecerle un empleo bastante bueno, negar a ello sería estúpido, ya que los casos a tratar era de los que más gustaba al moreno y la paga era el doble o hasta el triple de lo que ganada anteriormente ¿Por qué no habría de querer? Pero claro, Chris detectó aquel problema, no era una simple oferta de trabajo excelente, tenía un contra que no era cualquier cosa; el extranjero. Kellin debía partir fuera del país de forma definitiva, vivir allá y si es que volvía, sería por las vacaciones o cosas por el estilo. En un pasado quizá hasta su mejor amigo lo hubiera incluso ayudado con las maletas, pero ahora había una nueva persona, a demás de que no visitaría el hogar con su frecuencia anterior, había un Victor dando vueltas por la vida de Kellin hace ya varias semanas. Y no era cualquier persona, Christopher por lo menos lo sabía y veía en Kellin. Había transformado su vida de a poquito, primeras miradas y sonrisas nerviosas fueron las señales iniciales, no niega que antes había visto algo similar, pero como lo que producía aquel tipo de barrio barato, nunca de los nunca conoció ese Kellin sonrojado y risueño como lo estaba presenciando. Sin embargo, desde que le contó la nueva oferta de trabajo y lo que implicaba, su semblante estaba transformado, intentando pasar desapercibido, aunque esa parte el castaño la conocía bastante.

Kellic A La Chilena ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora