Fear to love [+18]

Capitulo 4

Alexander

Nunca me importó el matrimonio.

Siempre lo vi como lo que realmente es: una cadena, un contrato disfrazado de promesa. Un juego donde nadie gana, donde el amor es una ilusión, y las sonrisas, simples adornos vacíos. Lo he visto demasiadas veces: esposas fingiendo felicidad en recepciones elegantes, maridos ocultando cadáveres en sótanos fríos.

Y yo no juego ese juego.

Crecí sabiendo lo que quería. Lo que se espera de mí. Poder. Control. Lealtad. Nada de eso requiere un anillo.

Hasta que llegó él.

Aurelio Russo.

El capo de Chicago. Un hombre tan frío como el invierno. Inteligente, letal. Capaz de vender su alma si eso lo mantenía en la cima. Y lo hizo, sin dudar.

La guerra entre nuestras familias ya había cruzado todos los límites. La paz, la que nunca imaginé buscar, ahora se ofrecía a un precio imposible de ignorar.

Ella.

Khristeen Ferrera.

Su nieta.

Mi futura esposa.

Solo decirlo me da náuseas.

Todos conocen su historia.

"La princesa de la mafia."

Nieta de Russo, sangre de los Ferrera de Boston. Una joya dinástica. Criada para ser moneda de cambio.

Y lo fue.

Iba a casarse con Francesco Moretti, el próximo capo de la Ndrangheta. Todo cerrado desde que era una niña. Hasta que un maldito idiota cambió su destino.

Besar a alguien que no debía.

Escándalo inmediato. Francesco la despreció. La familia la mandó lejos, a Suiza, para “protegerla” o para “castigarla”. Porque en este mundo, la deshonra se paga con sangre. Y cuando esa sangre es tan pura, la cuenta es aún más alta.

Ahora, ella ha vuelto.

No porque la perdonen.

No porque lo haya hecho bien.

Sino porque la necesitamos.

Y ahí entro yo.

No la pedí. No la quiero.

Pero cuando Aurelio vino con su oferta, algo en mí supo que no podía rechazarla. No por ella, no por lo que representa, sino por lo que está en juego. Los Nikolaev no se arrodillan. Pero esta vez, el enemigo me ofreció algo más tentador que una victoria.

Poder.

Y firmé. Con su sangre.

Khristeen Ferrera. La princesa caída. La mujer que ahora me pertenece.

—No habrá recepción de boda —dije, sin apartar la vista de los papeles frente a mí.

—¿Y eso quién lo decidió? —preguntó Aurelio con ese tono pausado que siempre usaba justo antes de estallar.