Fear to love [+18]

Capitulo 37

Alexander

Al abrir la puerta de mi despacho, me encuentro con una reunión de mafiosos que emana una atmósfera cargada de tensión. Andrey, Anthony, Maxim, Russo, Alessandro, Moretti y Duka están todos allí, cada uno con su aura de autoridad y peligro.

Maxim se adelanta y me abraza con fuerza, aunque su gesto denota una incomodidad evidente. Lo acepto, reconociendo el gesto de apoyo en medio de la tensión que nos rodea.

―Lamento tu pérdida, hermano ―murmura Maxim antes de retirarse, su voz rezuma ira contenida.

-Gracias -respondo con automatismo, aunque el peso del dolor aún se cierne sobre mí. A pesar de que estamos acostumbrados a la violencia en nuestras vidas, la pérdida de un ser querido siempre golpea como una maldita perra.

-Trajimos algo para ti -añade Russo con voz grave.

Asiento con solemnidad mientras la puerta se abre de golpe, inundando la habitación con una ráfaga de emoción. Mariya entra sosteniendo a Vanessa, cuyos ojos reflejan una mezcla de miedo y desesperación, y cuya apariencia parece más frágil que nunca.

Me aproximo a ellas con indiferencia, sacando mi arma con calma. Apunto directamente a Vanessa, tomando un puñado de su cabello mientras la presión del arma se hace sentir contra su sien.

―De todas las personas que he enviado al otro mundo en mi jodida vida, nunca pensé que serías una de ellas ―mi voz suena tan fría como el metal del arma, sin un ápice de emoción, mientras sostengo la mirada de Vanessa.

Vanessa, temblando, apenas logra articular unas palabras:

―Lo siento, no tuve opción.

―Eso no cambia nada ―respondo sin inmutarme, manteniendo mi control sobre la situación.

―Lo siento, lo siento mucho -murmura Vanessa, con la voz temblorosa y las lágrimas brotando de sus ojos, en un intento desesperado por justificar sus acciones.

―Tú deberías haber pensado en eso antes ―replico con frialdad, sin apartar la mirada de Vanessa.

―Creo que esta perra tiene que pagar, pero dejémosla sufrir un poco ―dice Russo, su voz cargada de resentimiento.

Maxim gruñe.

―No quiero ser parte de esto, hermano ―expresa Maxim con voz firme, claramente incómodo con la situación.

―Ni yo ―se suma Mariya.

―Ustedes no quieren ver sufrir a esta perra, pero yo sí ―admite Russo, su tono lleno de amargura―. No puedo mirar a mi hermanita a los ojos sin sentirme culpable por lo que pasó.

Asiento en acuerdo, comprendiendo la angustia de Russo.

―Pero Khristeen está viva ―interviene Maxim, tratando de mantener la calma.

―Pero mi hija no ―espeto con voz dura y fría―. Y mi esposa tiene que vivir con esa pesadilla todo el tiempo. Y tiene que estar drogada constantemente.

Las miradas de complicidad entre los presentes confirman que todos compartimos el mismo deseo de venganza.

Bajo el arma y miro a Andrey, mi gesto impasible y frío.

-Llévala a la bodega -ordeno con voz fría y determinada, mis ojos escudriñando los de Maxim y Mariya, buscando algún indicio de duda o resistencia-. Ella morirá, y no me importa quién mierda sea.

Mariya baja la mirada, sus labios apretados en una mueca de angustia, mientras Maxim asiente con solemnidad, su mandíbula tensa denotando la gravedad del momento.