Capitulo 9

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Khristeen

—Buenos días, Lionetta —saludé al entrar a la cocina, inhalando el aroma del café recién hecho.

—Buenos días, Khristeen —respondió ella con una sonrisa amable mientras secaba un plato—. ¿Café?

—Por favor, sí —asentí, sentándome en uno de los bancos frente a la barra. Lionetta me sirvió una taza y la colocó frente a mí.

—¿Has dormido bien? —preguntó mientras se movía por la cocina, organizando algunas cosas.

—Lo suficiente —respondí con un encogimiento de hombros, llevando la taza a mis labios. Después de un sorbo, añadí—: ¿Sabes dónde está Alexander?

Lionetta frunció ligeramente el ceño antes de contestar:

—El señor salió de viaje de negocios temprano esta mañana. Me pidió que le avisara si preguntabas por él. Dijo que volvería para la cena.

Dejé la taza sobre la barra y miré fijamente el líquido oscuro, perdida en mis pensamientos.

—Entiendo... —murmuré, pero no pude evitar que mi mente volviera a la conversación que tuve con él la noche anterior. Sus palabras seguían resonando en mi cabeza como un eco molesto.

—¿Quieres algo de desayunar, Khristeen? —preguntó Lionetta, interrumpiendo mis pensamientos.

—No, gracias —sacudí la cabeza, tratando de quitarme las imágenes de Alexander de la mente—. No tengo mucho apetito.

Lionetta me observó con una expresión preocupada.

—¿Vas a salir? —aventuró con cautela al ver que tomaba mi bolso del respaldo de la silla.

—Sí —afirmé mientras me levantaba—. Voy al centro comercial. Volveré antes de la cena.

—No creo que el señor...

—No creo que tenga inconveniente con mi salida, ¿cierto? —dije con una mirada decidida.

Lionetta asintió lentamente, aunque todavía parecía inquieta.

—Está bien. Le diré que saliste.

—Gracias, Lionetta —murmuré antes de salir de la cocina.

Salí de la casa y encontré a mis guardaespaldas, Marcello y Vicenzo, esperándome junto al automóvil. Sus rostros permanecían imperturbables, como siempre.

—Hola, chicos —los saludé, forzando una sonrisa.

Ambos se inclinaron ligeramente en señal de respeto antes de responder al unísono:

—Hola, señora.

El ceño se me frunció de inmediato. Detestaba que me llamaran así. Ese título, "señora", no se sentía como mío, sino como una etiqueta impuesta por Alexander.

—¿Señora? —mi voz sonó fría y cargada de sarcasmo—. Por favor, me conocen desde que era una niña.

Vicenzo me miró con una leve sonrisa en los labios, aunque no llegó a sus ojos.

—Lo sabemos, pero ahora es diferente, señora. Usted está casada con él.

—Casada con él... —repetí en un susurro, más para mí que para ellos—. Nada ha cambiado. Sigo siendo la misma Khristeen.

Marcello, el más relajado de los dos, arqueó una ceja antes de hablar.

—¿La misma Khristeen que una vez se escapó por la ventana del tercer piso para evitar una reunión familiar? —preguntó con tono burlón.

Fear to love [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora