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Pese a que ya llevo una hora intentando calmarme, no puedo

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Pese a que ya llevo una hora intentando calmarme, no puedo. Mis mejillas y orejas siguen rojas, mi corazón sigue acelerado y el calor que el cuerpo de Allan dejó en el mío no ha desaparecido.

Mi mente reproduce esos siete minutos una y otra vez sin descanso. La forma en que su cuerpo se amoldaba al mío, su respiración, su erección presionando mi abdomen.

Fue demasiado.

No debimos jugar.

Le doy el último trago a mi cerveza. ¿Esta es la quinta o la sexta? No lo sé. Tampoco me importa.

—Hey, ¿qué haces aquí sola? —Un chico con peinado afro de sonrisa coqueta aparece en mi campo de visión.

—Bebiendo y lamentándome por lo injusta que es la vida.

—¿Quieres lamentarte mientras bailamos?

Dios, ¿qué son esas frases para ligar? Lo hace pésimo.

—Está bien. Vamos.

No sé por qué acepto. Creo que las cinco o seis latas de cerveza comienzan a hacerme efecto porque no estoy pensando muy bien.

En la sala hay muchas personas que no conozco bailando al ritmo de una canción que tampoco conozco. Peinado afro y yo nos movemos y la verdad es que no lo hace tan mal. Damos vueltas y creo que hasta rio. Y cuando la canción cambia a una más lenta y sensual, él me toma de la cintura y pega nuestros cuerpos. Bailamos así, casi sin espacio entre los dos durante lo que parece una eternidad. En algún momento, su rostro se acerca y sus labios rozan los míos. Está por besarme y no voy a detenerlo.

Alguien se aclara la garganta detrás de mí.

Peinado afro y yo nos separamos y nos volvemos para encontrarnos con Allan mirándonos. No. No mirándonos. Mirándolo. Sus ojos están clavados en Peinado afro y parecen lanzarle dagas. ¿O lo estoy imaginando por el alcohol en mi sangre?

—Allie se siente mal, nos vamos a casa.

—Pero no vinimos con Allie. Además, puedo volver sola.

—O yo puedo llevarte —acota Peinado afro.

—Eso no va a pasar —le espeta Allan.

Suspiro y me giro hacia Peinado afro. Le doy un beso en la mejilla porque al menos me hizo olvidar del armario durante unos minutos y sigo a Allan.

Afuera, Zack sostiene a Allie mientras ella vomita.

—No volveré a… beber alcohol… en mi vida —jadea.

—Ya he oído eso —le digo sin inmutarme por el olor, esto ya ha pasado más de una vez—. Y siempre terminamos igual.

Allie tiene cero tolerancia al alcohol. Se emborracha rápido y lanza lo que bebió aún más rápido. Simplemente el alcohol no es para ella.

Zack la ayuda a subir a su auto y no tardan en desaparecer rumbo al apartamento. Allan, por su parte, se toma su tiempo mirándome con el ceño ligeramente fruncido. Luego sacude la cabeza y se sube al auto. Lo imito. Pasamos varios minutos en silencio hasta que él lo rompe.

—¿Te divertiste?

Volteo a verlo. Él tiene la vista clavada en el camino pero de vez en cuando me mira de reojo.

—Sí. Estuvo bien.

—¿Y Thompson?

Mi ceño se frunce.

—¿Thompson?

—El chico con el que bailabas.

—¿Se llama Thompson?

—Se apellida así.

—Oh. Estuvo… bien —repito—. Es guapo. Bueno, tal vez lo sería más si se cortara el cabello. Y tiene que mejorar sus frases para ligar. Mucho.

—¿Lo habrías besado si yo no hubiese llegado? —Hay un tinte ansioso en su voz.

Lo pienso.

—Sí. Creo que sí. —Sus manos aprietan el volante—. Pero no sé si me hubiera gustado.

Él no dice nada, sigue conduciendo en silencio hasta que llegamos al apartamento. Zack y Allie ya están en su habitación así que Allan entra a la suya para buscar ropa y se va a la sala.

—Buenas noches —dice sin mirarme.

—Buenas noches —respondo yo.

Cierro la puerta y me tiro en la cama. Me cubro el rostro con las manos.

—Vaya manera de terminar el día, ¿no? —murmuro a la nada.

Hasta que aprendas a volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora