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En estas últimas semanas me he acostumbrado a Mica

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En estas últimas semanas me he acostumbrado a Mica. No sé cómo pero su aroma a coco, sus canciones en la ducha que se escuchan por todo el apartamento y su risa escandalosa se han convertido en algo constante en mi vida. En algo que me gusta y me genera calma.

También están esos pequeños momentos que compartimos a solas. Como cuando cocinamos y yo intento enseñarle a no incendiar la casa o cuando vemos alguna película porque no tenemos nada mejor que hacer.

Se siente bien. Muy bien.

—Oye, ¿me pasas la mostaza? —me pide mientras busca algo para ver en la televisión.

Allie y Zack están demasiado acaramelados en el sofá como para prestarnos atención así que le paso la mostaza y veo como le pone una cantidad exagerada a sus panchos.

—¡Oh, Harry Potter! —exclama de pronto, emocionada.

—Ay, no —se queja Allie.

—Ay, sí. —Mica se gira hacia mí—. ¿Alguna vez has visto Harry Potter?

Sacudo la cabeza, un poco perdido.

—Bien, entonces podemos ver la primera película. No querrás parar hasta haberlas visto todas.

Le da play y las primeras escenas sobre un gigante cargando a un bebé con una extraña cicatriz en la frente comienzan a reproducirse. Ella se mantiene mirando la pantalla todo el tiempo, apenas desviando la vista unos pocos segundos para asegurarse de que lo que se lleva a la boca es comida y no aire. Y yo… yo la miro a ella. No sé por qué. No quiero pensarlo. Pero no puedo evitar mirar la curvatura de su cuello, o su clavícula, o su lengua cuando limpia un poco de mostaza que cayó sobre sus labios. Es casi hipnótico.

Trago saliva y decido prestarle atención a la película.

—Maldición, amo esa película

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—Maldición, amo esa película. Aunque el libro es mejor.

—¿Hay libro? —La mirada de Mica hace que me arrepienta de haber hablado.

—¡Por supuesto que hay libro! ¡Hay siete! ¿No los conoces?

—No. ¿Debería?

—¡Por supuesto! ¡Es la mejor saga de todos los tiempos!

—Bueno tal vez algún día la lea.

—Eso sería genial. —Sonríe.

Nos miramos, los dos sonriendo, y siento algo extraño en el pecho. Algo que no me gusta. Aparto la mirada, repentinamente serio. Me aclaro la garganta.

—Iré a ducharme —anuncio antes de irme.

Lamentablemente, la ducha no calma mis pensamientos ni la acidez que se formó en mi estómago.

Al salir, me encuentro solo con Zack.

—¿Dónde están las chicas?

—Fueron a comprar unas cosas. Mica dijo que no tardarían.

Asiento, distraído.

—Hablando de Mica, ¿qué fueron esas miradas?

Me paralizo.

—No sé de qué miradas hablas —miento.

—Oh, vamos. No soy ciego. Prácticamente te salían corazones de los ojos.

—Eso no es cierto. Solo es una amiga.

—Me pregunto por cuánto tiempo.

—Cállate.

—Oye, entiendo que puede ser difícil por todo lo que pasó con tu ex pero…

—No quiero hablar de eso. —Mi voz suena extraña para mis propios oídos.

Zack parece comprender cómo me siento porque aprieta los labios y no vuelve a hablar.

Pero yo sigo pensando en Mica y en Emilie. En lo que sucedió hace dos años, en cómo descubrí que mi todo en realidad no era mío ni quería serlo.

Hasta que aprendas a volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora