Incluso mientras acomodo libros en mi nuevo trabajo, soy incapaz de sacarme las palabras de Allan de la cabeza.
«¿Cómo te fue en tu cita?»
¿Estaba celoso o solo soy yo haciéndome ilusiones como la idiota que soy?
Bill me mira desde su lugar detrás de la caja. Parece conforme con cómo acomodo los libros así que vuelve a lo suyo.
Se siente como un sueño trabajar en este lugar, incluso si es una librería pequeña y el salario no es muy alto. Un hermoso sueño.
Bill no es muy hablador, lo que es bueno porque yo hablo suficiente por los dos. Nos llevamos bien. Es un jefe tranquilo, no de esos que gritan por todo. O al menos eso me ha parecido en las últimas cinco horas juntos.
Cuando la hora de cerrar llega, él me dice que me vaya, que él acomodará todo, así que me despido con un ademán y comienzo a caminar rumbo al apartamento. Es algo bueno que esté tan cerca, no tardo más de unos minutos.
En la sala, Zack y Allan ven un juego de fútbol americano, los dos haciendo comentarios sobre las jugadas y errores que cometen los equipos.
—¿Y Allie? —pregunto quitándome el bolso y dejándolo sobre el sofá que hay libre.
—Salió hace un rato. Tenía que hacer un informe con unos compañeros para su próxima clase de bioquímica.
Asiento, sabiendo que Allie adora bioquímica y que seguramente no volverá en las próximas horas porque se quedará hablando de todas esas cosas que siempre intenta explicarme y mi cerebro simplemente no consigue retener.
Voy a la cocina a hacerme un sándwich y cuando estoy a punto de comerlo los escucho gritar enloquecidos. Me asomo a la sala y me sorprendo al ver a Zack y a Allan aún gritando abrazados.
—¿Está todo bien? —pregunto lentamente, sin entender qué sucede.
Se separan y Allan me mira, eufórico.
—¡Los New York Giants acaban de ganar!
Y sin previo aviso rompe la distancia que nos separa y envuelve sus brazos a mi alrededor. No. Hace más que eso. Me levanta del suelo varios centímetros y suelta otro grito eufórico que amenaza con dejarme sorda. Pero no puedo negar que se siente bien. Se siente más que bien tenerlo así, abrazándome, incluso si es porque su equipo favorito ganó un juego.
Cuando me suelta, me siento como si algo me faltara pero intento ocultarlo con un carraspeo. Allan me mira, rojo como un tomate, y se rasca la nuca, como he visto que hace cuando está nervioso.
—Esto…
—Felicidades por la victoria de los… —me detengo, incapaz de recordar el nombre del equipo que los hizo gritar de la misma manera que yo grito cuando Harry Potter salta de los brazos de Hagrid para enfrentar al Señor Tenebroso.
—New York Giants —me ayuda él.
—Eso. Creo que iré a comer esto a…
—Puedes venir con nosotros. Ver la segunda película de Harry Potter suena como un buen plan.
Mi corazón se detiene.
¿Esto es el cielo? Este hombre no puede ser real, tiene que ser un ángel o un personaje literario que salió del libro.
—Uhm sí, suena bien —balbuceo como tonta.
Él solo sonríe y vuelve al sofá, toma el control remoto y busca la película. Zack me da una mirada conocedora, como si supiera lo que hay en mi cabeza y más allá, en mi corazón. Aparto la mirada de inmediato.
Zack se mueve al sofá donde está mi bolso, diciendo que ese es más cómodo y a mí no me queda otra opción más que sentarme junto a Allan. Y aunque es un sofá grande —lo suficiente como para que él duerma cómodamente cada noche— de repente se siente muy pequeño.
La película empieza, y aunque la amo y es una de mis favoritas, comienzo a sentirme somnolienta. En algún momento entre Harry desayunando con Ron y su familia y Hermione reparando sus gafas, me quedo dormida.
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Hasta que aprendas a volar
Romance(Se recomienda leer después de Hasta que las estrellas dejen de brillar pero no es necesario para entender la historia). Cualquiera que ve a Allan White piensa que su vida es perfecta y que no hay dolor en su corazón, pero la verdad es que solo fin...