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2 años antes

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2 años antes.

Odio asistir a fiestas de negocios con mis padres. Me hacen sentir incómodo. Todos hablan de cosas que no me interesan, me generan dolor de cabeza. Además, debo soportar los comentarios.

—Oh, mira cuanto has crecido.

—Te ves muy guapo con ese traje.

—Seguro serás tan bueno y eficiente dirigiendo la empresa como tu padre.

Estoy intentando prestarle atención a uno de los socios preferidos de papá cuando siento unas uñas golpear una copa.

Miro hacia el centro del salón y me encuentro a Abby mirando a Emilie con una sonrisa que no promete nada bueno.

—Disculpen la interrupción pero hay algo que quiero decir —comienza y por alguna razón mi corazón se acelera—. Le tengo un gran aprecio a mi amigo aquí presente, Allan White, y no puedo dejar que le sigan viendo la cara de estúpido. Emilie Ainsworth no es tan perfecta como todos ustedes creen. Frecuenta a un drogadicto violento. —Me mira y yo siento que no puedo respirar—. Y engaña a Allan con él.

Hay un vacío en mi pecho y un zumbido en mis oídos. Es imposible. Está mintiendo, ¿verdad? Emilie jamás me haría eso.

Sacudo la cabeza y la miro, esperando que lo niegue, que diga que me ama como yo la amo a ella y que todo lo que Abby dijo no es más que un invento. Pero no lo hace.

—Eso… no es cierto —balbuceo.

—Oh, sí que lo es. —Abby levanta su teléfono—. Tengo pruebas. —Toca la pantalla y las voces de Aiden Pierce y Emilie inundan la sala.

«—Escucha, sé que dijiste que todo estaba bien pero… No puedo dejar de pensar en que tal vez no es así, en que algo cambió luego de lo que sucedió anoche en la azotea.

—Nada cambió, Aiden. Te prometo que todo está bien».

Siento náuseas. No puedo respirar. Esto no puede ser real. Emilie no me engañaría. La conozco. La amo y ella me ama a mí. ¿No?

No puedo seguir aquí.

Camino hacia la salida a paso rápido, chocando con invitados sin importarme lo que piensen. Necesito salir. Necesito aire. Necesito desaparecer.

Necesito despertar de esta pesadilla.

Entonces la escucho llamar mi nombre.

—¡Allan! ¡Espera, por favor!

Me detengo pero no la miro. No puedo hacerlo.

—¿Es verdad? —pregunto y detesto la manera en que mi voz se rompe.

No responde durante varios segundos.

—Es… Sí y no.

Eso hace que levante la vista. Está tan hermosa que mirarla duele.

—¿Sí y no? ¿Qué clase de respuesta es esa?

—Aiden y yo sí somos amigos pero solo eso. No hay nada más entre nosotros.

—¿Qué sucedió anoche en la azotea?

—Allan…

—Dime, por favor.

—Nosotros… fuimos a celebrar su cumpleaños y… casi nos besamos. —Suelto una maldición y le doy la espalda al mismo tiempo que me tiro del cabello, sintiéndome incapaz de seguir viendo sus ojos, sus lágrimas—. ¡Pero me alejé! ¡Me alejé antes de que sucediera!

—¿Querías besarlo? —pregunto, sintiéndome completamente derrotado.

No responde.

Suelto una risa que duele en todo el cuerpo.

—Dime, ¿sientes algo por él? —susurro.

—Allan…

Volteo a verla.

—Necesito saberlo —le digo.

Necesito que me lo diga. Necesito que mate la esperanza que hay en mi corazón.

—Creía que no pero… ahora no lo sé.

—Sí que lo sabes. No intentes suavizar el golpe, ya me rompí todos los huesos.

—Sí —confiesa luego de unos momentos—. Siento algo por él.

Jamás experimenté este dolor. Emilie fue mi primer amor. Creí que sería el último pero aquí está, rompiéndome el corazón. No es su culpa, me digo. No es su culpa que no te ame.

—¿Sabes? Una parte de mí siempre supo que este momento iba a llegar. El momento en el que te cansaras de mí. Solo no sabía que iba a doler tanto.

Sacude la cabeza una y otra vez. Las lágrimas hacen que su maquillaje sea un desastre.

—No es así. No me cansé de ti. No quiero que pienses que no eres suficiente. Es mi problema. Soy yo. Hay cosas sobre mí que solo él entiende.

—¿No me preocupé por ti lo suficiente? —Siento las lágrimas quemar mis ojos pero no las dejo caer. Aún no. No frente a ella—. ¿Qué fue? Dime qué hice mal.

Suelta un sollozo qué me hace querer abrazarla y al mismo tiempo poner un kilómetro de distancia entre los dos.

—No hiciste nada mal. Eres un novio perfecto. El chico soñado.

—Pero no soy el sueño de la única chica que he amado en mi vida, alguien más lo es.

—Lo siento —susurra.

—No es tu culpa tampoco, no puedes elegir a quien amar, ¿no? —Intento sonreír aunque duela.

—Tal vez… —balbucea— podemos solucionarlo. Podemos…

Sacudo la cabeza.

—No. No serviría de nada intentar engañarnos.

Asiente y humedece sus labios. Labios que besé una infinidad de veces y que ya no volverán a ser míos. Que nunca lo fueron.

—Te quiero, Allan, nunca dudes de eso. Pero…

—Está bien. Lo entiendo. —Tomo aire—. Espero que él te haga feliz. Más de lo que yo pude haberlo hecho.

Doy media vuelta y me voy porque si sigo aquí voy a suplicarle por otra oportunidad de demostrarle que puedo ser lo que necesita. Pero no está bien. No sería sano.

Camino todo el recorrido hasta llegar a mi casa y no me detengo hasta que llego a mi habitación. Cierro la puerta con llave y entonces, solo entonces, me permito derrumbarme. Caigo al suelo y lloro hasta que no puedo respirar.

Lloro porque soy tan iluso, tan ingenuo, que no noté que mi novia se había enamorado de alguien más.

Lloro porque no fui suficiente para comprenderla, para que me eligiera.

Lloro porque siento que el mundo se me cae encima. Y tal vez no sea así, tal vez todo mejore en algún momento, pero ahora siento que muero y que no quiero volver a sufrir así nunca más.

Hasta que aprendas a volarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora